Reflexión dominical de Monseñor Juan Martínez Obispo de Posadas

Durante este mes de octubre la Iglesia reza y reflexiona especialmente por un tema que es su misma razón de ser: la misión. Nosotros trataremos en este tiempo de profundizar de diversas maneras acerca de este compromiso que hemos renovado en nuestro Primer Sínodo Diocesano y en las Asambleas realizadas para actualizarlo, tratando de buscar respuestas adecuadas para asumir los desafíos que nuestro tiempo nos exige en orden a evangelizar la cultura.

El Papa Francisco nos envía un mensaje para la Jornada Mundial de las Misiones que iremos reflexionando y que en el contexto del año de la Misericordia ha denominado «Iglesia misionera, testigo de misericordia». En el mismo, el Santo Padre señala: «El Jubileo extraordinario de la Misericordia, que la Iglesia está celebrando, ilumina también demodo especial la Jornada Mundial de las Misiones 2016: nos invita a ver la misión ad gentes como una grande e inmensa obra de misericordia tanto espiritual como material. En efecto, en esta Jornada Mundial de las Misiones, todos estamos invitados a “salir”, como discípulos misioneros, ofreciendo cada uno sus propios talentos, su creatividad, su sabiduría y experiencia en llevar el mensaje de la ternura y de la compasión de Dios a toda la familia humana. En virtud del mandato misionero, la Iglesia se interesa por los que no conocen el Evangelio, porque quiere que todos se salven y experimenten el amor del Señor. Ella tiene la misión de anunciar la misericordia de Dios,
corazón palpitante del Evangelio [Bula Misericordiae vultus, 12] de proclamarla por todo el mundo,
hasta que llegue a toda mujer, hombre, anciano, joven y niño. La misericordia hace que el corazón del Padre sienta una profunda alegría cada vez que encuentra a una criatura humana; desde el principio, él se dirige también con amor a las más frágiles, porque su
grandeza y su poder se ponen de manifiesto precisamente en su capacidad de identificarse con los pequeños, los descartados, los oprimidos [cf. Dt 4,31; Sal 86,15; 103,8; 111,4]. Él es el Dios bondadoso, atento, fiel; se acerca a quien pasa necesidad para estar cerca de todos, especialmente de los pobres; se implica con ternura en la realidad humana del mismo modo que lo haría un padre y
una madre con sus hijos [cf. Jr 31,20]. El término usado por la Biblia para referirse a la misericordia remite al seno materno: es decir, al amor de una madre a sus hijos, esos hijos que siempre amará, en cualquier circunstancia y pase lo que pase, porque son el fruto de su vientre. Este es también un aspecto esencial del amor que Dios tiene a todos sus hijos, especialmente a los miembros del pueblo
que ha engendrado y que quiere criar y educar: en sus entrañas, se conmueve y se estremece de compasión ante su fragilidad e infidelidad [cf. Os 11,8]. Y, sin embargo, él es misericordioso con todos, ama a todos los pueblos y es cariñoso con todas las criaturas [cf. Sal 144.8-9]. La manifestación más alta y consumada de la misericordia se encuentra en el Verbo encarnado. Él revela el rostro del Padre rico en misericordia, «no sólo habla de ella y la explica usando semejanzas y parábolas, sino que además, y ante todo, él mismo la encarna y personifica» [Juan Pablo II, Enc. Dives in misericordia, 2]. Con la acción del Espíritu Santo, aceptando y siguiendo a
Jesús por medio del Evangelio y de los sacramentos, podemos llegar a ser misericordiosos como nuestro Padre celestial, aprendiendo a amar como él nos ama y haciendo que nuestra vida sea una ofrenda gratuita, un signo de su bondad [cf. Bula Misericordiae vultus, 3]. La Iglesia es, en medio de la humanidad, la primera comunidad que vive de la misericordia de Cristo: siempre se siente
mirada y elegida por él con amor misericordioso, y se inspira en este amor para el estilo de su mandato, vive de él y lo da a conocer a la gente en un diálogo respetuoso con todas las culturas y convicciones religiosas».

Al rezar el texto y meditarlo, somos invitados a asumir el compromiso convencidos que sólo desde una fe practicada en la caridad y la misericordia podemos dar respuestas evangelizadoras a nuestro tiempo.

Les envío un saludo cercano y ¡hasta el próximo domingo!                                                              Mons. Juan Rubén Martínez, Obispo de Posadas

LA REGION

NACIONALES

INTERNACIONALES

ULTIMAS NOTICIAS

Newsletter

Columnas