Una historia de miedo: la sombra de San La Muerte detrás de los cuatro amigos que se suicidaron

Los jóvenes tenían entre 16 y 20 años y se ahorcaron en sus casas sin dejar cartas ni mensajes en ninguna red social.

Los cuatros jóvenes que decidieron ponerle fin a sus vidas vivían en La Plata, en una zona vulnerable del barrio de Villa Elvira. El primero que se suicidó fue Gustavo en agosto del año pasado, luego le siguieron Cristian, Leandro y Owen.

Los cuatro se ahorcaron en sus casas y ninguno tenía trabajo estable. Tampoco dejaron cartas ni mensajes en ninguna red social.

Crecen las creencias esotéricas y se rinde culto a San la Muerte. Algunos vecinos hablan de pactos entre los chicos «para encontrarse en otra vida».

La iglesia del barrio ayudó a desmantelar una especie de santuario umbanda que se había realizado en homenaje, ya que se corría el riego de que otros adolescentes tuvieran la tentación de imitarlos.

«Acá los pibes están muy expuestos. La mayoría no estudia ni trabaja; están todo el día en la calle, en un contexto muy vulnerable». Así, Sergio Zapata, un pastor de una iglesia evangélica que hace 22 años está ubicada en Villa Elvira, describió el escenario en el que se desató la dramática serie de suicidios de los chicos.

Una mujer de la misma zona que realiza tareas sociales en el barrio y mantiene contacto con las familias, también contó la desoladora situación que atraviesan muchos chicos de esa zona: «Abandonan prematuramente la escuela; se crían solos; la figura paterna prácticamente no existe. Las madres salen a trabajar y los chicos, desde muy pequeños, quedan en la calle», dijo.

Tras contactar a las familias del lugar y hablar con otros chicos que padecen las mismas problemáticas sociales, la trabajadora social asegura muchos jóvenes de Villa Elvira sienten depresión por la falta de proyectos y sufren día a día problemas de violencia física entre ellos, situaciones conflictivas con los padres, prostitución y abuso infantil.

«Cuando les preguntamos cuáles creían ellos que eran las causas de los suicidios, dijeron que era porque no tenían nada para hacer, porque no veían futuro, no tenían esperanza», explicó una mujer, que prefirió no ser identificada por temor a reprimendas.

La novia de Gustavo, el primero de los amigos que tomó la decisión de terminar con su vida, recordó el episodio y señaló: «Nadie sabe por qué lo hizo. Era un pibe bueno; si tenía que trabajar, trabajaba. Consumía, sí… Faso y merca… Yo creo que no era él cuando se ahorcó… Y por ahí hubo algo raro, aunque le tenía miedo a esas cosas como las brujerías o los ritos umbandas».

Según los datos oficiales del ministerio de Salud de la Nación, los suicidios se registran en una tasa de 7.2 cada 100 mil habitantes. El pico más alto se da entre los 12 y los 25 años.

Desde septiembre de 2015, la comisaría octava de Villa Elvira registró diez casos. Son suicidios de jóvenes de entre apenas 15 y 24 años. El último episodio abrió aún más la herida de un barrio desprotegido, donde los más pequeños quedan expuestos a la calle, la marginalidad total, la droga y pierden todo tipo de esperanza.

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