Testigo misionero cuenta en primera persona los malos tratos que recibía Carolina Pavón

Luis Alberto Henn es un montacarlense que visitó a la misionera en Egipto y observó los malos tratos a ella y su abuela que sufre una enfermedad. En una carta enviada a Misiones On Line contó que Mahmoud cobraba a su mujer 2 mil pesos por el uso de su auto.

Luis Henn (Radio Libertad)

 

Lo que se transcribe a continuación es una carta enviada a la redacción de Misiones On Line por parte del ciudadano Luis Alberto Henn, quien vive en Montecarlo, conoce a Carolina Pavón e incluso visitó a la pareja en Egipto donde cuenta detalles del trato que tendría Mahmoud Tarfa con la misionera.

 

 

Me llamo Luis Alberto Henn DNI 93599987,  vivo en Montecarlo desde antes de que naciera Carolina Pavón. Lo que sigue no tiene por objeto polemizar ni meterme en una pelea conyugal, solamente puntualizar algunos hechos que conozco de primera mano. Mi señora y yo la conocemos y tratamos el tiempo suficiente como para saber quién y cómo es ella.

La visitamos en Alejandría donde la pareja nos colmó de atenciones, siendo esto el germen de una segunda visita, esta vez por un mes entero alojándonos en un nuevo departamento a cuya compra contribuimos por y para ella con varios miles de dólares; del marido hemos tenido muchas gentilezas que solo con el correr del tiempo tuvieron su explicación: nos veía como personas ricas que podrían seguir favoreciendo en el futuro.

 

Después nos enteramos de los malos tratos y que éstos no eran solamente verbales (el idioma a veces resulta engañoso cuando uno no lo entiende), pero lo peor es que llegó a pegar a la abuela de Carolina que padecía del mal de Alzheimer en grado bastante avanzado, claro está en ausencia de testigos, Carolina, las nenas y nosotros estábamos afuera en un paseo turístico; era un encanto saber que se hacía cargo de la situación aun cuando los trabajos más penosos los hacía otra persona.

Más tarde y sin participación de Carolina nosotros analizamos la situación y concluimos que el hematoma visible no podía ser resultado de una caída, como fue relatado, sino de una trompada dada con el puño cerrado.

 

También después nos enteramos de que el aporte hecho, según las leyes patriarcales que allí rigen no podía computarse como propiedad de la mujer pasando a engrosar el patrimonio masculino; demás esta decir que originalmente ni se nos ocurrió pensar en un devenir tal, parecía natural que todo fuera compartido.

 

Las anécdotas y episodios demostrativos de la pésima calidad humana del marido  son tantas que resulta imposible, en términos prácticos, enunciarlas; me detendré en la que nos concierne directamente, ya que Carolina para mantenerse ella y las hijas necesitaba seguir trabajando como lo hizo todo el tiempo antes, cuando convivía con Mahmoud (me refiero a la etapa argentina de los hechos, aunque muchas cosas hay para comentar de los años previos); pues bien al no conseguir empleo en Iguazú, se dedicó al fraccionamiento y reventa de maní que compraba por internet en la provincia de Córdoba y distribuía a quioscos, bares y restaurantes en horarios y días dictados por los usos y conveniencias de los clientes, lo que implicó sobrecarga de trabajo de jueves a sábado, día este último que debía volver muy tarde a su casa, donde se encontraba el hombre con las nenas .  Para ello se inscribió como monotributista, utilizando el automóvil «de Mahmoud» a los efectos del reparto; cuando el hombre decidió volver a su país ella decidió a su vez mudarse a Montecarlo lo que en todo momento estuvo en conocimiento del marido; éste en ningún momento, salvo inicialmente, aportó dinero suficiente para el mantenimiento del hogar, es más COBRABA A SU MUJER UN CANON MENSUAL POR EL DESGASTE DE LA UNIDAD (al principio $ 2.000.- por mes) aun cuando ella se hacía cargo del mantenimiento del vehículo.

 

Una vez en su pueblo, ella debía seguir con todo su actividad, utilizando el mismo vehículo, que quedó en sus manos, y es aquí donde entramos nosotros, mi señora y yo: las nenas quedaban en nuestra casa cuando ella salía  así que presumiblemente  las nenas los fines de semana  limpiaban la nuestra casa !! (La verdad es que mi señora le limpiaba la cola a la menor, hasta que ella aprendió a hacerlo por si misma; cuidaba es poco decir, mimaba a ambas, haciéndoles los postres preferidos, comprándoles juguetes, preocupándose de sus mínimas necesidades).- Aparte de ello, la ayuda que brindamos especialmente por el lado de mi señora fue mucho más alla, pues atendía las ventas que se extendieron a Montecarlo,  Carolina apenas alcanzaba atender Iguazú, Libertad y Wanda,hubo necesidad de incorporar otros productos como palitos y garrapiñadas y enfrentar una creciente competencia: al terminar la jornada de cada sábado estaba verdaderamente destrozada.-

 

Pero volvamos a Iguazú, cuando todavía estaba M. .-Carolina retiraba la mercadería del transporte, la llevaba a su casa descargando ella sola todos los bultos, pesaba y fraccionaba en bolsitas de polietileno, etiquetando y termosellando cada una, generalmente con pesos de alrededor de 100 gramos.- En alguna visita que le hicimos tuvimos oportunidad de ayudar en esas tareas.-  Nuestro amigo en ningún momento se dignó presar la mínima colaboración, jugaba el Sudoku en su computadora.- Aclaro que los bultos llegados de Córdoba no eran livianos precisamente.- Carolina tenía que lavar la ropa de la familia (claro, tenia lavarropas), cocinar, servir la mesa, limpiar la casa y en general todas las tareas domésticas.- Por supuesto, hacer las compras para lo cual debía emplear el dinero que obtenía como ganancia de su pequeño comercio y de su trabajo.- M. no se hacía ver ni siquiera para hacer algún regalo a sus adoradas hijas.- Cuando vino y buscaba trabajo yo lo recomendé a una empresa de despachantes de aduana de Iguazú que lo  tomaron enseguida, teniendo en cuenta sus antecedentes en Egipto: TODO LO QUE GANÓ SE LO GUARDÓ pero al menos aquí se sabía cuanto ganaba, en Alejandría nunca;

 

Utilizaré toda mi capacidad de síntesis para terminar esto sin escribir una novela: Mahmoud es un enfermo de avaricia, con ribetes monstruosos, que utiliza cuando le conviene su religión pero la contradice con su conducta.- La mentira es su arma más usada, al punto de que sabe usar verdades parciales para apoyar sus mentiras mayores, toda su exposición tiene esa característica.- Insisto en que se trata de una verdadera patología, agravada por tratarse de una persona instruida (Contador) y muy inteligente.-

Estoy a su entera disposición para aclarar cualquier duda que pudiera existir, incluso para redactar la novela de ser ello conveniente para una cabal comprensión de esta lamentable situación.-

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