Según una investigación dos tercios de los padres reconocen ignorar qué miran, qué leen, qué navegan sus hijos

¿Hay algo más importante para un padre que un hijo? Entonces ¿por qué tanta desconexión? Dos tercios de los padres reconocen no saber qué miran los chicos en la TV y en los dispositivos móviles. Preocupante dato que, por default, surge la encuesta relámpago LinkQ que realizó Kantar Wordpanel sobre si los padres están informados de los contenidos que miran sus niños por televisión o internet: un tercio respondió que sí, lo que por oposición significa que dos tercios no lo sabe. Los chicos adquirieron de nacimiento gran familiaridad con el manejo de la tecnología para entretenerse, pero el trato íntimo con los dispositivos y su alternancia con los contenidos de la televisión, fuera del alcance de los mayores, los pone en serio riesgo de ser engañados publicidades o mensajes reñidos con los sanos usos y costumbres.

Casi un 40% de los padres que dicen estar informados de lo que ven sus niños por televisión e internet se reparten por mitades en la libertad absoluta para que los hijos vean lo que quieran y la restricción del tiempo para que lo hagan, sea como recompensa por objetivos cumplidos o para fines vinculados con la escuela.

Un bebé que apenas se sienta y empieza a usar el tacto suele acceder al celular de sus padres y manejarlo con una pericia casi innata que los sorprende cada vez menos. Ve de reojo, mientras tanto, los dibujos animados que le ponen en la pantalla del televisor, aunque en general le prestan más atención a interactuar con el dispositivo.

Los mayores suelen festejar esas facilidades y le dan la bienvenida al mundo de la tecnología, o mejor dicho del entretenimiento digital múltiple, o del consumismo electrónico.

La ONG Healthy Children estima que un 22% de los niños pequeños ya tiene un teléfono celular, porcentaje que se eleva al 60% cuando son preadolescentes y al 84% en la adolescencia.

Cuando Kantar Worldpanel averiguó sobre el panel de hogares en qué medida los padres reconocen estar informados de los contenidos que miran sus hijos en televisión y/o Internet dentro de su casa, 34% respondió que sí, sin distinción de niveles socioeconómicos.

Dentro de la permisibidad registrada por la encuesta relámpago LinkQ, se repartió por partes iguales entre los que les dan a sus hijos libertad absoluta para que vean televisión y/o se conecten a Internet y aquellos que afirman limitarles el tiempo diario que pasan frente a la pantalla ya sea un televisor como una computadora o celular: 19% en ambas disyuntivas.

Entre los que aseguran que les acotan el uso están los que les habilitan a los niños los medios tecnológicos como una recompensa, ya que se les permite su uso “si cumplen con sus obligaciones”, en 24% de los casos. Y sólo el 4% de la población admite que sus “hijos utilizan Internet sólo para hacer tareas / proyectos del colegio”.

Desagregadas las respuestas por nivel socioeconómico, el alto es el que afirma limitar el tiempo diario que sus hijos pasan frente a pantallas, el intermedio se muestra más permisivo al dejar que sus hijos se conecten libremente y el bajo administra las concesiones como recompensa.

Los niños, a diferencia de los adultos mayores, no tienen paciencia para quedarse estáticos frente a un televisor y alternan la atención con otras plataformas, como celulares, tabletas o notebooks.

En realidad, 2 de cada 10 van abandonando el hábito pasivo de la pantalla boba. A medida que crecen seleccionan muchas de las series de la televisión desde YouTube o medios tipo Netflix y arman su propia programación que corren en los dispositivos móviles, mientras desde otras ventanas interactúan en las redes sociales.

Entre las preferidas por niños y adolescentes,

> casi el 67 % se lo lleva Facebook;

> el 65,8% en YouTube,

> el 42,33%, en Twitter o Snapchat;

> el 22% busca información para el colegio,

> el 21,7% chatea con sus amigos,

> el 21% baja música,

> el 18% está en otras aplicaciones de grupos, y

> el 15% juega online.

En realidad, los chicos cada vez ven más productos audiovisuales: en el celular, en la tablet o en la computadora.

Según una encuesta realizada entre alumnos secundarios de escuelas públicas y privadas porteñas, la TV aparece con poca presencia en la vida de los adolescentes.

Preguntados ¿cuántas horas por día miran televisión? Un 17,89% dice que ninguna, un 22,2 una hora y un porcentaje similar dos horas, juntos totalizan más del 60%.

El 65% de esos mismos chicos permanece entre 2 y 12 horas conectados a la Web. El elemento que concentra la atención de los más pequeños, tal como ocurre con sus padres, es el teléfono inteligente.

La página web especializada guiainfantil.com, advierte que cuando los niños están viendo un programa de televisión, están también bajo la influencia de numerosos anuncios comerciales, algunos de los cuales son de bebidas alcohólicas, comidas de preparación rápida y juguetes.

También son vulnerables a los contenidos que reciben por internet, con el agravante que están expuestos a mensajes íntimos que explotan su inocencia.

En cambio, los niños que ven demasiada televisión están expuestos a un mayor número de riesgos para su desarrollo intelectual y emocional.

Algunos de ellos son los siguientes:

> Sacar malas notas en la escuela. Sucede al dedicar más tiempo a la televisión que a los deberes y al estudio.

> Leer menos libros. Demasiada televisión resta tiempo a la lectura.

> Hacer menos ejercicio físico. La televisión supone un grave peligro de sedentarismo para los niños.

> Tener problemas de sobrepeso. El sedentarismo unido a un mayor consumo de snaks y productos calóricos durante el tiempo que pasan sentados delante de la televisión puede aumentar su riesgo de obesidad.

> Convertirse en niños pasivos. La celeridad con la que pasan las secuencias de las imágenes en televisión puede hacer perder a los niños por otros juegos tradicionales, que para ellos, se convierten en lentos, aburridos y sin interés.

> Entender parcialmente lo visto. La violencia, la sexualidad, los estereotipos de raza y de género, y el abuso de drogas y alcohol son temas comunes en los programas de televisión. Los niños son impresionables y pueden asumir que lo que ellos ven en televisión es lo normal, seguro y aceptable. Por consecuencia, la televisión también expone a los niños a tipos de comportamiento y actitudes que pueden ser abrumadores y difíciles de comprender.

 

La publicidad en la televisión y los niños

Según estudios norteamericanos, se emiten una media de 23 publicidades por hora, que sugieren cereales, galletas, comidas rápidas, refrescos y golosinas. Ese excesivo número de anuncios comerciales que sugieren alimentos está relacionado con la obesidad infantil.

Por otra parte, la exagerada representación de imágenes corporales perfectas puede contribuir al problema de la anorexia nerviosa, sobre todo, en adolescentes, debido a la ansiedad que provoca.

Si un niño con sobrepeso aprende en la televisión lo importante que es mantener la forma de una manera exagerada, va a desarrollar complejos y consecuentemente seguirá los consejos y las dietas que digan en la televisión, aparte de los valores erróneos que estará asimilando.

Más de la mitad de la publicidad contiene información errónea, engañosa o ambas, pero que los niños creen como verdadera.

De tal manera que, la televisión no sólo ofrece sino que impone experiencias y condicionantes a nuestros niños, pues ellos son el principal blanco hacia el cual van dirigidos la mayoría de los anuncios comerciales.

Los fines de semana y las vacaciones son sus temporadas preferidas, cuando se generan aún más beneficios económicos.

Además, la publicidad televisiva proyecta estereotipos relacionados a aspectos raciales, sociales, culturales, sexuales, así como también hábitos alimentarios.

Sin embargo, un menú rígido como la grilla de la televisión va en contra del rompecabezas que cada chico arma con los contenidos que bajan de Internet con la tableta, el celular o un TV inteligente, lo cual hace que la información que obtienen y el conocimiento que construyen en su vida diaria configuren una forma de aprendizaje que el sistema educativo no logró asimilar.

La comunicación pivotea en el celular: con ese dispositivo navegan, utilizan las redes y chatean. Se relacionan y se conectan con la lectura de una manera distinta a la convencional.

No sólo está en retroceso mirar televisión, sino que tampoco la comparten en familia en horas de merienda o de cena. El consumo televisivo ahora es individual, no familiar. Y si se comentan por Twitter o en otras redes y foros las series o películas que transmitió la televisión fue porque lo vieron por streaming fuera de los horarios en que iban emitidos.

Los formatos audiovisuales en general se consumen on demand. Se enteran de las noticias por Facebook y Twitter. Sólo el 10,5% de los adolescentes entra en páginas deportivas y el 3,6% se informa a través de diarios online.

Fuente Urgente24

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