Cada día en la Villa La Cárcova, el Padre Pepe Di Paola con su gente, muestran un servicio al prójimo conjugado con amor.
El 30 de Julio, día internacional de la amistad (aquí lo festejamos el 20), es día propicio para señalar que trabajando con humildad social, encuentro, diálogo y amistad nos ayuda a compensar esa indiferencia egoísta que impera en estos tiempos; la cual nos ha fabricado un “cocktail” de exclusión social, guerras, contaminación y migración.
El Padre José María Di Paola “dialoga con el cielo pero no saca los pies del barro”, así lo definió un reconocido periodista de Argentina.
Con más de 50 años, ya ha trabajado en varias villas (13 años en la villa 21), con una férrea decisión de trabajar con ellos desde la dignidad. Una responsabilidad de vida promoviendo la solidaridad, la evangelización, contención, afecto, diálogo y el acompañamiento entre los jóvenes que han quedado por fuera del sistema.
Una valoración de la religiosidad popular, implantada por Bergoglio que lleva no tanto a enseñarles la fe a los pobres, sino a valorar y aprender de su fe.
Previo a la crisis del 2001, las villas en Buenos Aires resultaban más invisibles que las cárceles y hospitales. Como nos dice Pepe:”Se consideraba al villero como un no ciudadano por vivir en un terreno que no le era propio”.
“Podríamos afirmar que el pueblo que habita las villas de emergencia ha sufrido un autodestierro al tener con dolor que irse de sus lugares de origen”,(Pepe),”Vivir en la villa nos hace comprender, entender y valorar la vida en ella de manera distinta a lo que se escucha habitualmente en el periodismo amarillo, que parece sugerir que las villas son las causantes de la mayoría de los problemas”.
Pepe nos habla de la villa con características muy positivas, que enseña una vida más humana, y por consiguiente más cristiana, que su cultura es un aporte para el tiempo que nos toca vivir, donde se expresan valores como la solidaridad, dar la vida por otro y compartir el pan con el hambriento: «donde comen 10 comen 12». “Un lugar donde el sentido de la vida se adquiere por “contagio” y los valores se descubren encarnados en personas concretas frente a la tríada hambre-criminalidad-droga que es demasiado fuerte”.
El ser humano nace para convivir y cuidar su entorno. Algo innato es desarrollar y ejercitar ese “musculo” que es la amistad, que promueve la hermandad, elastizando emociones y situaciones sin nada a cambio. El Padre Pepe, nos enseña como San Francisco a abrazar a los necesitados.
El futuro del planeta se conjuga con “Laudato Si”, con amistad, sin importar el estado de las redes, con sólo “cinco panes y dos peces”, nuestras “Marias” y midiendo los tiempos con paciencia y perseverancia, mucho lograremos para los demás.
Colaboración de Gabriel Alsó
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