Independencias

El Bicentenario de la Independencia argentina tuvo celebraciones sobrias y opacas si se las compara con el Bicentenario de la Revolución de Mayo hace seis años, cuando millones de personas se congregaron en los festejos centrales y presidentes de todo el mundo vinieron a saludar al país.

En Tucumán, el acto central de los 200 años de la Declaración de la Independencia contó apenas con la visita de diplomáticos y algunos vicepresidentes y como figura estelar al ex rey de España, Juan Carlos, símbolo máximo de la continuidad de la monarquía que los próceres del 1800 combatieron hasta expulsar de estas tierras. Macri intentó hacer equilibrio entre el invitado y el peso de la historia “tratando de pensar y sentir lo que sentirían” los próceres de 1816. “Claramente deberían de tener angustia de tomar la decisión, querido Rey, de separarse de España. Porque nunca es fácil, no fue fácil en ese momento ni es fácil hoy asumir ser independientes, asumir ser libres, porque eso conlleva una responsabilidad de cada uno de nosotros que significa que no le podemos echar la culpa a nadie de lo que nos suceda porque somos los dueños de nuestro destino”. “Significa que no podemos sentarnos a esperar que alguien venga a tomar las decisiones por nosotros ni los problemas sean solucionados por otros. Somos nosotros los que tenemos que elegir nuestros proyectos, impulsarlos, defenderlos”, argumentó en una clara definición de principios y su propia visión del Estado.

Es difícil pensar en la angustia de los patriotas de entonces. “La angustia de San Martín en 1816 tenía su origen en lo que se demoraba la declaración de Independencia de España, no precisamente en tener que separarse de ella, opinó el historiador Felipe Pigna. Así se lo dejaba en claro a uno de sus hombres en el Congreso de Tucumán, el diputado cuyano Godoy Cruz en una célebre carta: “¡Hasta cuándo esperamos declarar nuestra independencia!. ¿No le parece a usted una cosa bien ridícula, acuñar moneda, tener el pabellón y cucarda nacional y por último hacer la guerra al soberano de quien en el día se cree dependemos? ¿Qué nos falta más que decirlo? Por otra parte, ¿qué relaciones podremos emprender, cuando estamos a pupilo? […] Ánimo, que para los hombres de coraje se han hecho las empresas”.

San Martín terminaba su carta expresando una duda que comenzaba a sonar cruel: “¿Los medios violentos a que es preciso recurrir para salvarnos tendrán o no los resultados que se proponen los buenos americanos? ¿Se podrán realizar o no contrastando el egoísmo de los más pudientes?”

Las celebraciones del momento se emparentan más con las del Centenario de la Independencia. Austeridad, pocos actos y una elite que no se mezclaba con quienes no pertenecían a su misma clase social. El país era el granero del mundo y las clases altas gozaban de enormes ganancias gracias a las enormes extensiones ganaderas, mientras que por contrapartida, el país importaba bienes suntuosos. Los datos estadísticos pueden resultar engañosos: la prosperidad no alcanzaba para todos. El inicio de la primera guerra mundial agregaba inestabilidad a la política regional.

La declaración de la Independencia en los primeros y conflictivos años del 1800 tenía una lógica visión americanista que no sabía de fronteras, sino de una historia y males comunes. Chile, Perú, Bolivia y hasta la gran Colombia formaban parte de la Patria Grande que soñaban San Martín y Bolívar.

Patria que el Papa Francisco en un descriptivo mensaje pide “no vender”. “Los argentinos usamos una expresión, atrevida y pintoresca a la vez, cuando nos referimos a personas inescrupulosas: «éste es capaz hasta de vender a la madre»; pero sabemos y sentimos hondamente en el corazón que a la Madre no se la vende, no se la puede vender… y tampoco a la Madre Patria”, reflexionó el Pontífice. 

Celebramos doscientos años de camino de una Patria que, en sus deseos y ansias de hermandad, se proyecta más allá de los límites del país: hacia la Patria Grande, la que soñaron San Martin y Bolívar. Esta realidad nos une en una familia de horizontes amplios y lealtad de hermanos. Por esa Patria Grande también rezamos hoy en nuestra celebración: que el Señor la cuide, la haga fuerte, más hermana y la defienda de todo tipo de colonizaciones”, rezó. 

El ideal revolucionario de la Patria Grande quedó trunco. El historiador misionero Pablo Camogli lo define como “independencia inconclusa”, una idea que Juan Domingo Perón instaló en 1947 cuando proclamó la independencia económica como una etapa que venía a completar la de 1816. “En realidad es algo que se plantea permanentemente cuando hay gobiernos concientes de los mecanismos de dominación que le impiden al país gozar de una independencia plena. En la actualidad, esos mecanismos de dominación son muy visibles: el gobierno de Macri sentó en lugares claves a los representantes locales de banqueros, CEOs de multinacionales, buitres y abogados de esas empresas”.

En cambio, el concepto de independencia plena avanzó en distintas etapas, especialmente cuando gobernó la UCR de Hipólito Yrigoyen y Raúl Alfonsín, el peronismo de Perón y finalmente el kirchnerismo, aunque las batallas nunca fueron ganadas del todo.

Durante muchos más años, la Argentina eligió el camino más cómodo de seguir la política de las “potencias”, a través de relaciones carnales o el sometimiento de la deuda eterna.

Se inicia un nuevo siglo de la historia nacional y el acuerdo firmado ayer en Tucumán por el Presidente y los gobernadores aboga por el “diálogo y la convivencia”.

“Nuestro primer siglo fue el de la emancipación y la organización nacional. El segundo fue el de la conquista de los derechos y la democracia. Hagamos juntos que el tercero sea el del diálogo y la convivencia, el del fin de las injusticias y el del cumplimiento estricto de nuestra Constitución Nacional. En paz, en unión y en libertad”, reza el texto de la nueva declaración.

La convivencia y el diálogo es la principal apuesta del Gobierno nacional, que mira de reojo a la política tradicional y a los partidos políticos. La forma de gestionar es distinta a todas, con un gabinete conformado casi exclusivamente por técnicos cuyo fin es cumplir una misión más allá de los costos. Y están cumpliendo con la premisa.

Macri abundó en esa idea al mencionar en su discurso del Bicentenario a la gira que emprendió por Europa junto al gobernador de Misiones, Hugo Passalacqua y el de Córdoba, Juan Schiaretti, ambos de la oposición. La gira sirvió para buscar nuevas inversiones que inyecten reactivación a una economía ahogada especialmente en el primer semestre del año.

Hubo algunas promesas, especialmente desde Alemania para la industria automotriz, pero fue Misiones la que cosechó una buena parte de la atención con la promesa de inversión de más de cien millones de euros para los próximos dos años en tres industrias que podrían instalarse en el Parque Industrial de Posadas. Se trata de de las empresas Bioelektra, especialista en plantas de reciclaje de residuos para clasificación de uso industrial; Lug SA, dedicada a las Luminarias Led, quienes están asociados desde marzo a Adler Argentina, y Airon Investment SA, fábrica de generadores eólicos aptos para zona de baja velocidad de viento. Passalacqua también participó de las reuniones con autoridades de la Unión Europea y cumbres con el presidente de Francia, Francois Hollande y con la canciller de Alemania, Ángela Merkel, a quien invitó a conocer las Cataratas del Iguazú.

“Tenemos grandes expectativas en los resultados de estos días. Será bueno para el país y bueno para Misiones”, definió Passalacqua a su regreso.

“Vamos sembrando. Con calma, seriedad, tiempo y persistencia veremos los frutos”, agregó.

La búsqueda individual parece ser la única opción viable ante un Estado que claramente dejó atrás el rol de rector en la economía y de protección social. Los tarifazos en la electricidad y el gas son una cabal muestra de cómo se han trastocado los intereses del Estado: que cierren los números, aún con la gente afuera.

El propio Gobierno anunció que insistirá para torcer el freno judicial a los tarifazos energéticos y, como alternativa, amenaza con subir impuestos o que se dispare la inflación. En cualquier caso, pierden los de menores ingresos.

Pero también se han modificado estructuras sensibles de la economía, con una apertura de importaciones que llena las góndolas de productos extranjeros a un menor precio y matan lentamente la industria nacional.

En cambio, celebran los grandes exportadores de granos con enormes ganancias por la devaluación y menores retenciones.  También se liberaron los límites para la compra del territorio nacional por parte de firmas extranjeras en un peligroso avance sobre los pequeños productores rurales.

Los indicadores económicos y sociales del primer semestre son lapidarios, lo que contradice las expectativas del propio Presidente, cuya promesa inicial fue que todo iba a mejorar en el mítico segundo semestre.

Ahora se admite que la recuperación tardará un poco más. El freno a la inflación es lo más cercano, pero como respuesta a la caída del consumo, que se ha sentido en todos los rubros.

El argumento de Macri para justificar los males de este tiempo es que recibió como herencia un Estado devastado y que las medidas son “dolorosas” pero necesarias para no caer al abismo. Y puede ser que algunos indicadores macro hayan estado mal, pero en el mismo transitar, la Nación se desendeudó y logró un ritmo de crecimiento y ventas que hoy extrañan hasta los comerciantes que criticaban la cadena nacional, que ahora asisten resignados a una diaria sangría de recursos que se filtran por las fronteras en la búsqueda de precios más bajos. El turismo, puntal de la economía misionera en los últimos años, tiene en esta temporada de julio una caída del 20 por ciento en las reservas, aunque los empresarios hoteleros esperan que repunte en los próximos días.

Los datos estadísticos confirman esta tendencia. Según el Instituto Provincial de Estadística y Censos, en 2003 el 3 por ciento de los ingresos se distribuía entre el 20 por ciento de la población más pobre. El 16 por ciento de los ingresos llegaba al 50 por ciento de los pobres y el 84 por ciento de los ingresos se distribuía entre la población restante.

A fines del año pasado el 5 por ciento de los ingresos se repartía entre el 20 por ciento más pobre, el 25 por ciento entre el 50 por ciento más pobre y 75 por ciento en la población restante. Es decir, la población de menores ingresos mejoró su posición en el reparto de los recursos. En comparación con otras ciudades del país, Posadas presentaba uno de los mejores indicadores. ¤ En 2004, en Argentina el 10% de la población con la mayor renta obtuvo 39,2 veces ingresos superiores al 10% de la población con menor renta. En ese mismo año, en el Aglomerado Posadas, el 10% de la población con la mayor renta obtuvo 38,1 veces ingresos superiores al 10% de la población con menor renta.

Para el primer trimestre del año 2015, en la Argentina el 10% de la población de mayores ingresos obtuvo retribuciones mensuales 17,6 veces superior al 10% inferior. En Posadas, en tanto, el 10% de la población con mayores ingresos obtuvo retribuciones mensuales 15,8 veces superior al 10% de la población con menores ingresos.

En Posadas, la reducción de la brecha de ingresos para el período 2003-2015 fue del 58%, y para el período 2010-2015 fue del 46%, incrementándose el salario real y generándose una movilidad social ascendente y una participación mayor y progresiva en los ingresos totales de los sectores con menores recursos.

En el mismo sentido, la pobreza descendió sensiblemente desde el pico de la crisis en 2002, después de la devaluación y las políticas de ajuste implementadas por la Alianza. Pero queda un núcleo estructural difícil de romper y que en los últimos meses ha visto empeorar su situación.

Con una inflación interanual del 42 por ciento e ingresos creciendo a un ritmo menor, automáticamente son más quienes caen en la pobreza.

El Presidente, bastante afecto a los objetivos demasiado elevados, aseguró que “si al terminar mi presidencia no bajé la pobreza, habré fracasado«. Sus políticas, hasta el momento, van en el sentido contrario, aunque la crisis no se hace tan visible porque se mantienen aceitados vínculos con las organizaciones sociales, especialmente del gran Buenos Aires. En cambio, en Misiones el director ejecutivo de la Entidad Binacional Yacyretá y presidente del PRO, Humberto Schiavoni cortó la asistencia a más de 30 comedores comunitarios bajo el argumento de que no había transparencia ni papeles que justifiquen semejante gasto social.

La reducción de la pobreza y la mejor distribución de ingresos obedecen a un modelo misionero que caminó en paralelo al nacional en la última década y que ahora respalda la gobernabilidad del presidente Mauricio Macri desde la oposición.

Sin embargo, el gesto no es correspondido con el mismo énfasis desde la Nación ni mucho menos de sus representantes locales que directamente juegan al rechazo y boicot de cada iniciativa del Gobierno local.

Lo mismo sucede con las respuestas que requiere Misiones para hacer frente a los problemas derivados de las políticas aplicadas por Nación. Las asimetrías se profundizaron con la devaluación y los tarifazos y los recursos son cada vez más escasos con una coparticipación que en junio apenas cubrió la mitad de la inflación.

Había mucha expectativa puesta en los avances de las negociaciones por el ITC diferenciado para los combustibles, una medida que serviría para frenar la sangría a Paraguay y Brasil de miles de misioneros que van en busca de nafta más barata y dejan sus pesos del otro lado de la frontera. Pero nuevamente, la decisión parece demorarse. Las gestiones encabezadas por el ministro del Interior, Rogelio Frigerio, primero encontraron trabas en Alfonso Prat Gay. Cuando se vencieron las resistencias de Hacienda, el freno llegó del ministerio de Energía, que conduce el polémico Juan José Aranguren, el ministro más cuestionado del gabinete nacional por el tarifazo indiscriminado en todo el país. Aparentemente Aranguren no quiere que el ejemplo misionero se extienda a otras zonas de frontera.

De todos modos, no será Misiones la que cambie su posición y seguirá insistiendo con la buena convivencia a través de todos los canales disponibles.

Es una forma de también de ejercer la independencia, con el legado de Andresito Guaçurary, el general guaraní que defendió estas tierras hace poco más de 200 años. El intendente Joaquín Losada expresó este pensamiento durante el acto central del Bicentenario. Llamó a “pensar el pasado para asumir el desafío del futuro” y rescató que “la patria es el otro cuando respetamos y valoramos al que está al lado nuestro, que más necesita”.
Losada sostuvo que hay que sostener los principios de independencia que alimentaron a los próceres de hace 200 años y advirtió que “los de afuera no son Paraguay y Brasil, sino quienes tienen el pensamiento colonizado”.

El gobernador Hugo Passalacqua profundizó ese concepto en el mismo acto. “Ahora estamos en el camino del progreso y podemos decidir nuestro destino. Pero en aquel momento todo era difícil”, relató.

El mandatario fue un poco más allá en el tiempo y sostuvo que el clima independentista nació durante las Invasiones inglesas. “Fue la primera gran decisión. Éramos esclavos de España y no queríamos ser esclavos de otro imperio. No olvidemos que la bandera inglesa ondeo 40 días en lo que hoy es la Casa de Gobierno. Sin embargo, los patriotas decidieron no cambiar un dictador por otro. Ahí nace el sentimiento de algo que todavía no se podía definir como “argentino”. Nace el nosotros como concepto, que fue rescatado por San Martín para iniciar la liberación de América”, sintetizó.
Passalacqua puso énfasis en el mensaje de Juan José Castelli, durante la revolución de Mayo, ante la incertidumbre que generaba la ruptura con el decadente imperio español, introdujo la idea de que “el poder está en la gente, en la plaza”. “Nacía el nosotros, pueblo”, aseguró Passalacqua, una idea que dio sustento a la Renovación como frente misionerista.

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