Un joven de nacionalidad paraguaya, que era buscado como acusado de liderar en su país una banda acusada de cometer asaltos, torturas y violaciones, fue detenido en la localidad bonaerense de Derqui, en el partido de Pilar.

El detenido, de 24 años y que era buscado por Interpol, fue arrestado por efectivos de la Policía Bonaerense, que lo sorprendieron mientras circulaba con una identidad falsa y una pistola de calibre 9 milímetros en su poder, informaron fuentes de la fuerza. La detención estuvo a cargo de Comando de Patrullas de Pilar, junto a la SUB DDI local y la DDI San Isidro, quienes con sorpresa comprobaron que el joven era buscado por la Justicia paraguaya e Interpol.

Cuando el Comando de Patrullas de Pilar rodeó ayer a Dionicio Sotelo Bustamante para detenerlo, lo encontraron con una actitud atípica para un prófugo internacional marcado por Interpol: fumando marihuana con una pistola .9 mm en el cinto. Por su parte, Sotelo, paraguayo, de 24 años, tenía algo que decir. Pidió en el acto hablar con un policía que sepa guaraní; encontró uno disponible en el operativo conformado para llevarlo preso. Ahí buscó sobornarlo con dinero y drogas. No le sirvió de nada; terminó en un calabozo de la comisaría de Derqui a la espera de su extradición.

Interpol lo había buscado desde comienzos de año con una circular roja; la orden de detenerlo fue ejecutada por el Juzgado Federal de Campana, con participación de la DDI  de Pilar y la Sub DDI de Derqui. Sotelo Bustamante fue hábil para camuflarse: vivió varios meses en el área de Derqui bajo el alias de «Isidro Rotela». Oriundo de San Pedro del Paraná, a 320 kilómetros de Asunción, tenía una larga lista de delitos a su nombre como atentado contra la propiedad y robo agravado.Apodado «Patrón», Sotelo Bustamante era básicamente un jefe. Junto a su hermano Teo, lideró la Unión Patriótica del Pueblo, una banda paramilitar que no le escapó a la lógica de otras bandas paramilitares latinoamericanas, con mayores o menores ambiciones. La UPP, a pesar de la grandilocuencia de su nombre, fue un grupo de bandidos que aterró durante meses a vecinos de las zonas rurales de San Pedro e Itapúa. Para ser rateros de campo, su modus operandi era al menos sanguinario.

Célebre por torturar a sus víctimas, la UPP no duró demasiado: la primera evidencia de su creación fue un manuscrito hallado por la Policía paraguaya en marzo de 2015 que reivindicaba al Che Guevara y anunciaba la creación del grupo. Con siete miembros al comenzar, su primera jugada fue invadir un inmueble propiedad de una empresa brasileña en el área de Encarnación. Un mes más tarde, en Caazapá, caía el primero de sus soldados, por así decirlo, un granjero de más de 42 años con pedido de captura por robo.

La violencia no se hizo esperar; su pico de actividad fue en diciembre de 2015. A Virgilio Cabrera, un hombre que se atrevió a denunciar a la UPP por robarle una motosierra, lo acribillaron y le incendiaron su rancho. Ya para ese entonces, el «Patrón» Sotelo era señalado como el cabecilla de la banda. Un cura local le decía a la Policía en Encarnación: «Volvieron, y se jactan de su poder de fuego, dicen tener la lista completa de quienes los han denunciado y amenazan con terminar con las vidas de cada uno de ellos«. Ya para ese entonces, a pesar de sucesivas detenciones, la UPP aumentaba sus números, con 9 integrantes según inteligencia policial paraguaya.

Su hecho más grave fue cometido precisamente en diciembre de 2015. La Fiscalía de San Pedro del Paraná investigó un hecho de robo y abuso sexual en Kuarahy Resé, a 40 kilómetros de San Pedro. Ocurrió en la finca de Albercio Samudio, suegro de un militar: su hija fue violada en pleno monte, con su yerno maniatado a un árbol. «Querían dinero; pedían que les entreguemos el dinero. Entre todos juntamos unos 600 mil guaraníes y cuatro celulares» denunció Samudio. Cuando la Policía le mostró a Samudio una foto del «Patrón», lo señaló inequívocamente.