La niña india violada por su padre y condenada a latigazos por un consejo de ancianos

La adolescente, vestida de rosa, se sienta en el piso antes de que lo hagan otros seis ancianos. En una escena captada en un teléfono celular, uno de los hombres, enojado, sacude su dedo hacia ella. Y ruge: «Esta niña debe ser castigada».
Un aldeano ata la cintura de la adolescente con una cuerda, mientras sostiene el otro extremo y levanta una rama de árbol al aire. Ella baja la cabeza. Llega el primero de los latigazos y luego otro y luego otro. Diez en total. Ella deja escapar un gemido.
La multitud comienza a murmurar: «suficiente, suficiente», aunque nadie se mueve para detener la golpiza. Finalmente, el hombre arroja su palo. Terminó.
Ella tiene 13 años. O quizás 15. Su familia no está segura. Nunca pisó una escuela y pasó gran parte de su vida haciendo las tareas del hogar, ocasionalmente rogando por comida y actuando en el espectáculo de acrobacias de su padre, por el cual le daban 20 rupias, algo así como 30 centavos de dólar.
¿Su crimen? Estar muy asustada para decirle a alguien que su padre la había violado.

Mujeres sin derechos

India es un país de 1.200 millones de personas, con una economía creciente, una población joven y un primer ministro enérgico y ansioso por «vender» su nación en el escenario mundial. Una generación de mujeres tiene cada vez lugares más fuertes en el mercado laboral, en universidades y online, donde no hay miedo a luchar contra la misoginia –ataques con ácido, violaciones y acosos sexuales–, y en películas y avisos publicitarios.
Sin embargo, los prejuicios patriarcales arraigados durante siglos han sido difíciles de desechar, a pesar de un creciente clamor por el cambio, y seguirá afectando la vida con bomba de agua del pueblo hasta el sistema judicial y más allá.
Los consejos vecinales dominados por hombres para resolver cuestiones entre vecinos y apoyar el sistema de castas han existido en la India durante siglos. A pesar de que el gobierno indio estableció cuerpos comunales en 1992, los clanes no elegidos continúan operando con impunidad a lo largo de la India rural, dictando sus propios edictos en nombre de preservar la arrmonía.
Cinco años después de que la Corte Suprema estableciera que esos consejos eran ilegales, el gobierno central y algunos estados están comenzando tímidamente a contemplar leyes para limitar su comportamiento. Esos consejos a menudo previenen rupturas de matrimonios y amoríos entre parejas de diferentes castas e investigan asesinatos por honor. Las mujeres son las que corrientemente reciben los castigos más duros.
También intervienen en casos de asalto sexual –median entre dos familias– e intentan suavizar las heridas devastadoras con unos pocos cientos de rupias e incluso en algunos casos obligar a la víctima a casarse con su violador. En medio de la indignación internacional por la violación fatal en grupo en 2012 de una estudiante de Delhi, se aprobaron leyes para que sea más fácil para las víctimas de violación presentar cargos. Pero el camino a la estación de policía es todavía largo.
«En casos de violación, su papel es ‘subterráneo’ y no oficial o públicamente reconocido», dijo Jagmati Sangwan, de la Asociación de Mujeres Democráticas para toda India. «Preguntarán a las familias de las víctimas para llegar a un compromiso, una mediación, y eso suprime el interés de la víctima».
Sube Singh Samain, líder de una asociación de consejos de clanes del estado norteño deHaryana, dijo que ellos sirven un papel fundamental en un país con un sistema judicial sobrecargado y donde los casos pueden demandar mucho dinero. Indicó que los ancianos del pueblo han prohibido la venta de carne, restringido el uso por parte de los jóvenes de teléfonos móviles e incluso la música a alto volumen en las bodas («La música es tan mala que las vacas y toros se alejan», dijo).
«Nosotros decimos: ‘No vayamos a las cortes, resolvámoslo'», señaló Samain. «Los movilizamos a que vayan de vuelta a la policía para que retiren la denuncia y digan: ‘No estaba en un buen estado mental, quiero retirar mi declaración'».
Algunos de los decretos más brutales han ganado titulares internacionales. En 2014, por ejemplo, un consejo de clanes en el estado oeste de Bengal ordenó la violación en grupo de una mujer como castigo por haber tenido una relación con un hombre fuera de su comunidad tribal. «Vayan, disfruten de la niña y pasenla bien», fue la indicación.
En Maharashtra, representantes de un grupo llamado Comité para la Erradicación de la Fetrabajó con cerca de 100 personas al año que fueron víctimas de consejos de castas, la mayoría de ellas mujeres.
Por ejemplo, ellas se ven obligadas a recuperar una moneda de una cuba de aceite hirviendo para probar su pureza. Una mujer fue forzada a caminar con escasa ropa por el bosque mientras los miembros del consejo de castas le arrojaban bolas de masa prendidas fuego contra su espalda.
«No se puede tener un sistema judicial paralelo que es completamente inexplicable y da castigos arbitrarios, muchos de ellos bárbaros», dijo Hamid Dabholkar, la cabeza del comité. «Eso es lo que pasó con esta niña cuando en realidad ella era una víctima».

La pesadilla

Antes de que muriera, la existencia de Anusuya Chavan fue tan precaria como la cuerda sobre la que caminaba en el espectáculo de acrobacia de su marido. La mayoría de las veces, protegía a sus hijas de la furia de su padre, pero eventualmente su inclinación por la bebida y su batalla contra la tuberculosis podían con ella. Murió el año pasado.
En ese entonces, su hija adolescente rogó ir a vivir con uno de sus hermanos mayores, pero el padre Shivram Yashwantrao Chavan, se negó. Necesitaba a alguien para cocinar, limpiar la casa y ganar dinero.
Hasta ahí, la vida de la pequeña no había sido fácil, pero tenía algunos conforts. No tenía amigos, pero le gustaba jugar con su hermana Laila de 7 años. O comprar un dulce o kulfi, un postre congelado.
Pero entonces, una noche de enero, su padre regresó a su casa después de trabajar como baterista en una boda, borracho. Ella estaba profundamente dormida en el suelo en su casa, su hermana se enroscó apretado junto a ella. Él se tendió en el suelo, también, y puso su mano sobre su boca.

«La culpa es de ella»

A principios de marzo, un granjero y activista sindical local llamado Sachin Tukaram Bhise se dirigió a un pueblo cercano para encontrar jornaleros para su trigo y el azúcar de caña cuando escuchó que el consejo del pueblo iba a ser llamado por los miembros de la comunidad localGopal, cerca de Mauje Jawalwadi. Los hijos de Shivram Chavan no conocían toda la historia, pero temían lo peor y habían condenado al ostracismo a su padre, que estaba dispuesto a confesar.
Los Gopal son un grupo iletrado, empobrecido que supieron ser nómades y ganaderos. Muchos de ellos tienen trabajos de poca importancia en la región agrícola fértil en la sombra de los riscos de basalto de la cordillera de Sahyadri.
Como observó Bhise, los lugareños se reunieron en la plaza principal de la villa. La adolescente y su padre fueron obligados a arrodillarse ante los miembros del consejo.
Chavan movió su cabeza y admitió lo que había hecho, recuerda Bhise, y dijo que él estaba preparado para el castigo que el consejo dispusiera. Luego, los ancianos se dirigieron hacia la pequeña y comenzaron a regañarla.
«Dijeron que había sido culpa de la niña. Que el padre estaba borracho y no estaba en sus cabales», indicó Bhise. «Me enfureció todo. ¿Cómo una niña podía ser parte de eso? El ‘panch’ dijo: ‘Eres inútil, tú eres la culpable’. Ella lloraba».
Una de las niñas violadas por orden del consejo de ancianos de un estado en el norte de la India.
Bhise tomó la cámara de su video y subrepticiamente comenzó a grabar mientras el consejo daba su veredicto: una multa de 67 dólares, 15 latigazos para el padre, cinco para la niña. Fueron azotados hasta que cada uno de las delgadas ramas se quebraron. Llevó su evidencia a la policía, que luego arrestaron a todos los siete miembros del consejo, acusándolos de conspiración, extorsión y asalto. El padre fue detenido por abuso de menores.
«No me dolió porque me golpearon muy despacio», dijo la niña hace un mes. Estaba acurrucada en una lona afuera de donde vive ahora, con su hermano y su familia, en un precario lugar con cañas de bamboo y rocas, con vista a la montaña.
Cuando habló, comenzó a llorar. Las lágrimas salían fácil de sus ojos. Tocó el pie del visitante, un gesto de respeto, y dijo que todo era culpa suya. «Les pedí que me golpearan porque estaba en falta», manifestó. «La falta que cometí es no decir nada de esto en casa. Les dije que mi padre sostuvo mi mano. Ese fue mi error». Su cuñada, Jaya, que estaba allí con ella coincidió en que estuvo mal.
«Si les hubiera dicho, sus hermanos hubieran golpeado a su padre. No hubiera habido un consejo y el asunto se hubiera resuelto en casa», agregó. «Si sus hermanos no lo hubieran golpeado, entonces lo hubiera hecho su cuñada».
Ahora, la pequeña sólo quiere cerrar el caso y dejarlo atrás. Desde el ataque, fue entrevistada por una oficial de policía mujer, le hicieron un examen médico y un monto de dinero por parte del estado para el fondo de víctimas.
El mes pasado, el estado provincial de Maharashtra aprobó una medida que prohíbe los consejos imponiéndoles un «boicot social», uno de los más comunes -y devastadores- castigos. Efectivamente destierra a una persona o a su familia, cortándoles el suministro de agua, las tiendas locales o el templo. Desde el gobierno central indio llamaron a otras provincias a seguir ese caso, aunque los estados locales prohíben los «boicot sociales» en algunos casos.
Davendra Fadnavis, jefe de ministro de Maharashtra indicó: «No podemos permitir atrocidades contra individuos o grupos. No permitiremos instituciones paralelas o justicia impartida por actores no estatales». En abril, la comunidad de Gopal decidió desarmar el sistema de comités comunitarios y dar cuenta a la Policía y el sistema penal directamente cuando se requiera.

El consejo

Por un tiempo pareció que los miembros del consejo, o al menos quien ordenó el castigo, no quieren ser encontrados. Un viaje a su villa no arrojó ningún resultado. «No lo conocemos», aclaró uno de los vecinos.
Pero luego de unos llamados telefónicos, Arun Jadhav acordó una cita. Apareció con Dilip Jadhav en un restaurant al costado del camino en la populosa área de la Autopista Nacional 4. Arun Jadhav, de 45 años, un iletrado trompetista, reservado y con una gorra Nike casi cubriendo sus ojos. Dilip Jadhav, misma edad, era el manager de una banda musical para bodas, llevaba un reloj dorado y una camisa a cuadros. Tenía el aire de un hombre que resuelve problemas.
Arun Jadhav y su esposa Leila. Él fue el encargado de azotar a la pequeña violada por su padre, quien ahora está detenido luego de la denuncia de un hombre que grabó todo con su teléfono celular.
Arun, quien no tiene ningún parentezco con Dilip, contó que ese día fue llamado para el poblado para atender un servicio funerario para la madre de una adolescente que estaba involucrada en una reunión de consejo. «Alguien me pidió que tomara la responsabilidad de golpear a estas personas y fue lo que hice. Tomé té y luego me fui».
Ambos hombres coincidieron en que la adolescente merecía el castigo porque ocultó la verdad sobre el asalto que sufrió.
Dilip dijo: «Si algo así le sucediera a mi hija, entonces la haríamos casar con su violador. No vamos a la estación de policía. Si llevan a los chicos a la estación de policía entonces todo el mundo sabrá y ella es la mayor responsable. Es mejor si se casa». Cree que ha encontrado una pareja para su adolescente hija, un joven viudo de 20 años -quizás 21-, también músico, cuya esposa murió recientemente. En seis meses, estará casada.

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