El regreso del viejo monetarismo

“A lo largo de la historia, el dinero ha oprimido a la gente en una de dos formas: o ha sido abundante y poco confiable, o confiable y muy escaso”, esta frase pertenece Jhon Kenneth Galbraith y busca ajustarse a lo que ha venido ocurriendo con el Peso Argentino en los últimos tiempos.

 

Durante la gestión de Alejandro Vanoli al frente del Banco Central vivimos un período de fuerte expansión del dinero, con un crecimiento anual de la base monetaria en el último mes antes de dejar el cargo – Diciembre 2015- de 41% anual, dinero abundante pero poco confiable por la elevada tasa de inflación registrada durante su gestión.

En cambio, la idea de Federico Sturzzeneger, actual titular de la entidad rectora monetaria es, exactamente lo contrario, escasez de dinero pero con confiabilidad, por la reducción en la tasa de inflación.

 

Sturzzeneger pertenece a la corriente de los “monetaristas”, aquellos economistas enrolados en la escuela de los mal llamados “Chicago Boys” del premio nobel de economía, Milton Friedman (1912-2006).

La escuela monetaria sostiene que el dinero no es neutral en la economía real (Producción y empleo) a corto plazo, pero sí es neutral a mediano plazo, o sea que lo único que puede modificar la oferta agregada de una economía a mediano plazo (lo que se conoce como  “ingreso potencial”) es la tecnología y la variación de los recursos (mayor capital, trabajo y recursos naturales). También sostiene que el incremento de la cantidad de dinero por encima del incremento en la producción se traslada a los precios, que la política fiscal es ineficaz para modificar el nivel de producción, y que los ciclos económicos tienen su origen en perturbaciones en la oferta de dinero.

Entonces, en otras palabras, según los monetaristas: 1) si la producción aumenta 2% anual y la cantidad de dinero aumentara 5% anual, a corto plazo, incentivará  la producción (por el mayor circulante) pero a largo plazo este exceso de liquidez producirá un aumento de precios (cercano al 3%) y la producción se reducirá. 2) una política fiscal expansiva solo producirá aumento de precios sin impacto en la producción. 3) el Banco Central debería modificar la oferta monetaria de manera automática al mismo ritmo que baila la producción del país, como si la autoridad monetaria estuviera dirigida por una computadora (teoría del “piloto automático” dirigiendo al Central como un avión con esa modalidad sin provocar perturbaciones en el “vuelo”).

La teoría monetaria no considera las perturbaciones de la oferta (aumento de costos por ejemplo por aumento de la tarifa eléctrica o del precio del petróleo), variaciones en la velocidad del dinero (o de la demanda de dinero, su inversa). Un aumento del precio del petróleo aumenta los costos de las empresas, y por ende los precios, generando inflación. Un aumento en la demanda de dinero (o sea, que se reduce la velocidad que el dinero circula) puede compensar un aumento de la oferta de dinero, pensemos si el BCRA pone $100 en la calle, y al mismo tiempo el público demanda $100 adicionales, esos $100 no circularán, no generarán transacciones, y no provocarán ni aumento de la producción ni de los precios.

Otros análisis:

Fuera de la teoría monetaria, debemos considerar dos relaciones muy importantes:

1)     La Curva de Phillips, llamada así en honor de William Phillips (1914-1975) que encontró una relación negativa entre la variación de los salarios (variación de precios) y la variación en la tasa de desempleo, cuya formulación actual es un aumento de la tasa de inflación  suele  ir acompañado de una reducción de la tasa de desempleo y viceversa.

2)     La Ley de Okun: formulada por Arthur Okun (1928-1980) establece un comportamiento negativo entre el aumento del PBI (producción final de una país) con su tasa de desempleo; con la lógica que si aumenta el PBI, las empresas producen más, demandas más trabajo por lo cual la tasa de desempleo se reduce.

 

La política monetaria de Sturzzeneger a la luz de estas normas:

Se observa falta de coordinación entre las políticas que llevan a cabo Alfonso Prat Gay en Hacienda, Juan José Aranguren en el ministerio de Energía y de Sturzzeneger en el BCRA.

Prat Gay anunció en Enero de este año una inflación objetivo de 25% anual que no generó confianza en los agentes económicos. Sturzzeneger orientó la política monetaria con un crecimiento de la base monetaria en torno al 25-28% anual con un incremento de tasas al 38% anual que contrae el crédito para el consumo y la inversión; y Aranguren eliminó los subsidios a la energía eléctrica, el gas, agua y transporte, que provocó un shock de oferta negativo, incrementando la tasa de inflación en torno al 35-37% anual de acuerdo a los índices de precios oficiales (Ciudad de Bs As y San Luis).

Muy criticada por propios y extraños es esta decisión del BCRA, de mantener tan elevadas las tasas en torno al 38% con la colocación de LEBACS, con un colocación rentable y además segura porque el deudor es el BCRA, quien puede recurrir a la “maquinita de emisión” si tuviera problemas a su vencimiento, a diferencia de una empresa privada.

Entonces, relacionando estas normas: La norma de Friedman, la Curva de Phillips y la Ley de Okun podemos entender que es lo que ocurre en este primer semestre en la economía argentina:

CUADRO-1-ARTICULO-ABRIL-2016

Partiendo de una inflación inicial de 33% anual con un shock de oferta negativo por el aumento de las tarifas y quita de subsidios que impactó en los precios en 7%, con un aumento en la cantidad de dinero de 28% anual, en el primer semestre el PBI caerá 5% (por la relación de Friedman) la tasa de desempleo subirá de 6,1% a 8,9% (por la ley de Okun), y al final del semestre la inflación terminará en 36,4% (Curva de Phillips más el shock de oferta).

Para el segundo semestre, Sturzzenger expresó que mantendrá una tasa de creación de dinero de 25% anual, el PBI se reducirá 11,4% (Friedman), la tasa de desempleo subirá de 8,9% a 14,3% (Okun), al no haber shock de ofertas negativos (suponiendo que no habrá aumentos de tarifas), concluiremos el segundo semestre con una inflación anual de 29,1%..

Si bien, este modelo econométrico no es para adoptarlo de manera lineal, pues el comportamiento de las variables no siempre es tan exacto o matemático, igualmente puede tomarse como base para comprender el comportamiento de las principales variables para este año.

Habría que incorporar los efectos de la política fiscal, cuya performance para los meses que vienen aún tiene un final abierto, pues si bien Prat Gay dispone hoy de un exceso de reservas superior a los U$D 5.500 millones con la colocación externa de Bonos de mediados de abril, y el presidente Mauricio Macri anunció sin detalles de un ambicioso plan de viviendas y obras, una política fiscal más relajada en los meses venideros podría mejorar los indicadores del PBI y desempleo para lo que resta del año.

En definitiva, lo que se cuestiona, es la innecesaria política ortodoxa de Sturzzeneger a cargo del Central, que no logró reducir la tasa de inflación (a pesar de lo que creen los monetaristas) pero que está impactando negativamente en la producción y el empleo, más aún con una política de colocación adictiva de LEBAC al 38 % anual.

Si la inflación no iba a bajar por los aumentos tarifarios, quita de subsidios, aumento del tipo de cambio y eliminación de retenciones, reducir el crecimiento de la cantidad de dinero a una inflación objetivo inalcanzable del 25% anual, es un trago amargo innecesario que castiga a la producción y a las fuentes de trabajo.

En Estados Unidos, la última vez que se aplicaron recetas ortodoxas típicas del monetarismo fue hace 30 años (sí, hace 30 años!). Esto prueba, que no son ampliamente aceptadas pues los resultados no fueron los deseados: En 1979, Paul Volcker era presidente de la Reserva Federal (FED), lo que es nuestro Banco Central, y redujo sensiblemente la cantidad de dólares para bajar la tasa de inflación que rondaba 13% anual; al año siguiente la inflación bajó a 4% anual, pero con recesión y alto desempleo. En 1980, Jimmy Carter perdía la reelección presidencial a manos de Ronald Reagan.

Volviendo a nuestro país, se critica la ortodoxia monetaria que podría haber evitado el impacto negativo en la producción y el desempleo, teorías que ni en su país de origen son adoptadas con tanta rigurosidad, pues en EUA han aprendido que lo que realmente importa es lo que ocurre en la economía real. Entonces, con una política monetaria más relajada y acorde con la tasa de inflación actual, y una política fiscal menos contractiva de lo que fue en este primer cuatrimestre, podría llevar a la economía argentina a entrar en una “meseta” sin reducir la producción y el empleo, variables que hoy no se deben descuidar.

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