Obamamanía

El presidente Mauricio Macri coronó sus primeros cien días de gestión con el lustre de la visita de Barack Obama, el presidente de Estados Unidos que rompió con el «aislamiento» de la última década, iniciado con el desplante sufrido por George Bush cuando Argentina, Brasil y Venezuela rechazaron el ingreso al Alca en una cumbre de Mar del Plata.
En su inexorable despedida del poder, Obama vino a certificar el reingreso al mundo que comenzó a gestarse tras el acuerdo de pago a los Fondos Buitre.
De la mano de Macri, Argentina cerró una etapa de distanciamiento de los poderes fácticos de Estados Unidos e inicia un realineamiento que puede tener múltiples consecuencias en la región. Obama visitó la Casa Rosada, se reunió con jóvenes emprendedores, brindó y bailó tango, antes de homenajear a las víctimas de la Dictadura y terminar el periplo con una visita fugaz a Bariloche, donde fue a descansar con su familia después de una intensa gira que se inició en Cuba.
En términos geopolíticos, la visita a La Habana puso fin a décadas del aislamiento de la isla y abrió esperanzas de ponerle fin al bloqueo. Pero el camino iniciado por Obama lejos está de ser definitivo. Estados Unidos elige a su sucesor en los próximos meses y aunque demócrata, Hillary Clinton no necesariamente es lo mismo. Mucho menos si el triunfador fuese el excéntrico Donald Trump, que quiere construir un muro con México.
“El está fijando un ejemplo para otros países en este hemisferio”, resaltó el visitante sobre su anfitrión argentino, con quien, según trascendió, comenzó a diseñar un tratado de libre comercio que podría replicarse después en los países vecinos.
Los socios más chicos del bloque del Mercosur son los más ansiosos por negociar directamente con Estados Unidos o la Unión Europea. Estuvieron contenidos por la fortaleza política de Argentina y Brasil como socios principales del bloque regional, pero con la derrota del kirchnerismo y la crisis permanente que vive Brasil, no hay razones para mantener la resistencia.
No es casual que Obama haya elogiado el nuevo liderazgo representado por Macri y lo expusiera como ejemplo de lo que Estados Unidos considera el deber ser en la región.
La consolidación de Macri como líder regional implicaría un retroceso de Brasil, donde Dilma Rousseff enfrenta una crisis acorde al tamaño del país, de la que no puede salir ni siquiera con el acompañamiento explícito de Lula Da Silva.
El poder político del hermano mayor del sur del continente está siendo acosado por el establishment económico y judicial que no parece tener intenciones de detenerse hasta lograr el objetivo del impeachment y la renuncia de la Presidenta. Parece innecesario en estos tiempos, pero el Ejército brasileño tuvo que salir a aclarar que actuará como dicta la Constitución para mantener la estabilidad. El mensaje del comandante Eduardo Vilas Boas, sin embargo,  no deja de ser inquietante: “Vamos a contribuir en el mantenimiento de la estabilidad, para que las instituciones busquen una salida a esta crisis económica, política y ética y moral”.
Una caída de Dilma implicaría el principio del fin de los gobiernos “populistas” que desafiaron el liderazgo de Estados Unidos en el continente. Sin los respaldos de Argentina y Brasil, difícilmente se sostengan los procesos populares en los demás países.
El presidente paraguayo, Horacio Cartes, ya adelantó que no firmará ningún tipo de respaldo del Mercosur o la Unasur a Dilma en respeto de las «instituciones» brasileñas. Argentina todavía no se pronunció, ensimismada en los primeros cien días de gestión dominados por el esfuerzo puesto en volver a los mercados de capitales y en realizar los ajustes a la economía con el objetivo de volver a los tiempos del crecimiento económico.
Los cien días se esfumaron en esa ardua tarea y en apuntar a la “pesada herencia”. El combo incluyó devaluación, fin de las retenciones a algunos productos, despidos en el Estado y aumentos de tarifas que todavía no terminan. Otras promesas de campaña han quedado relegadas, como la Pobreza Cero, un objetivo de largo plazo, según admitió la ministra de Desarrollo Social, Carolina Stanley. “Hasta ahora estuvimos acomodando la basura”, confirmó el ministro de Hacienda, Alfonso Prat Gay, célebre por ser el promotor de extirpar la grasa militante del Estado.

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Macri espera que ahora si, con el respaldo de Obama, llegue la lluvia de inversiones prometidas y necesarias para equilibrar la economía y generar empleo. El acuerdo con los Buitres debería allanar el camino, aunque eso no necesariamente garantiza que el flujo de inversiones sea productivo. En cambio, con el aval estatal, más empresas podrían poner la mirada sobre la Argentina. El potencial se mantiene.
Solo el ministro de Agricultura, Ricardo Buryaile dio alguna definición como conclusión de la visita de Obama. Dijo que «hacia fin de año» la Argentina tendría establecido un «mercado abierto de carne con Estados Unidos», uno de los productos que el país tuvo problemas para exportar hacia ese país en los últimos años. «El año que viene vamos a recuperar una parte importante de los mercados internacionales, incluso Estados Unidos, con quien vamos a estar quizás hacia fin de año con un mercado abierto de carne», afirmó Buryaile.
El ministro hizo hincapié en la estrategia gubernamental de «recuperar mercados», después de que se confirmara la caída de las exportaciones cárnicas «que pasaron de 750 mil toneladas en el año 2006 a menos de 250.000 en esta época».
Si en el mediano plazo Argentina se inserta en el mercado de Estados Unidos alcanzando una participación similar a la que tiene Uruguay, representaría un comercio por U$S250 millones al año. La inminente apertura de la cuota de 20.000 toneladas de carnes de alta calidad generaría un ingreso de U$S 100 millones durante el corriente año.
El intercambio de opiniones entre ambos presidentes sobrevoló tres temas en particular: el combate a la pobreza y el narcotráfico y los esfuerzos contra el cambio climático.
Los dos primeros temas son prioridades para el Presidente argentino. Pero es poco probable que se pueda poner a Estados Unidos como un ejemplo.
El propio Obama tuvo serias dificultades para imponer una reforma sanitaria que facilitara el acceso a la salud a millones de norteamericanos fuera del sistema.
Hasta 2014, 47 millones de personas vivían en la zona pobreza en Estados Unidos. La tasa de pobreza aumentó hasta alcanzar un 15 por ciento de la población en ese año. Lo que es peor: el 7% de la población, o casi 21 millones de personas, vive en situación de extrema pobreza. Según los últimos datos estadísticos, un 21 por ciento de todos los niños vivían en la pobreza, es decir 1 en cada 5 niños, mientras que 1,6 millones de niños vivían en la calle.
En los Estados Unidos, un tercio de la población o 105,0 millones de personas, vive al borde de la pobreza, con ingresos dos veces inferiores a los umbrales de pobreza, mientras que los gastos sociales se achican cada vez más.
Estados Unidos es también el principal consumidor y productor de algunas drogas. Según la última encuesta oficial de ese país, el consumo de drogas ilícitas ha venido incrementándose.
Se calcula que en el 2011, unos 22.5 millones de personas en los Estados Unidos de 12 años de edad o mayores usaron alguna droga ilícita o abusaron de medicamentos psicoterapéuticos (como analgésicos, estimulantes o tranquilizantes) en el mes anterior a la encuesta. Esto equivale al 8.7 por ciento de la población, mientras que en el 2002, el porcentaje fue del 8.3 por ciento. El incremento refleja principalmente un aumento reciente en el consumo de la marihuana, la droga ilícita que se consume con más frecuencia.
En la actualidad, Estados Unidos es el segundo productor de marihuana a nivel mundial, superado por Marruecos. En cuanto a la heroína, Afganistán (invadida por Estados Unidos desde 2001) se constituye como el primer productor mundial de esta droga; y la cocaína sigue siendo Colombia (donde Estados Unidos opera desde el año 2000 con el «Plan Colombia») el primer país productor de este cultivo ilícito en el mundo, superando su producción este último año.
Resulta sorprendente conocer el caso de Afganistán, país que antes de la intervención estadounidense tenía prácticamente erradicada la producción de heroína y de acuerdo a la ONU a partir del 2002 su producción aumentó considerablemente, considerando que solo en el año 2014 se produjo un estimado de 6.500 toneladas de opio.
La lucha contra el narcotráfico ha insumido miles de millones de dólares en Estados Unidos en una militarización de las fuerzas de seguridad que cuentan con la mejor tecnología, inteligencia y armas, pero cuyos resultados, a la vista está, han sido muy pobres.
Que Argentina adopte esa estrategia implicará la militarización de las fuerzas y los controles fronterizos y nada garantiza que los resultados sean diferentes. Le abrirá, eso sí, las puertas internas a organismos como la DEA que cada vez tienen mayor injerencia en las políticas de seguridad de los países al sur del río Bravo. Los resultados, son casi los mismos.
Sobre el cambio climático, el International Centre for Trade and Sustainable Development, sostiene que «el liderazgo de Estados Unidos en el debate internacional sobre cambio climático no es del todo claro». Después de haberse firmado el Protocolo de Kioto durante la Administración de Bill Clinton, aunque como indica la historia dicho acuerdo jamás fue ratificado por el Congreso estadounidense, vino un período renuente en la diplomacia ambiental en la era de George W. Bush. Más tarde, a partir del inicio del mandato del actual presidente Barack Obama, otras serían las reglas del juego de los Estados Unidos: participar pero primero definir la agenda nacional y sus límites. Hasta ahora, no hubo grandes avances.
Está claro, de todos modos, que retomar una relación de mayor confianza con la principal potencia del mundo abre un enorme campo que se puede explorar. Es clave, sin embargo, cómo se da ese vínculo. La Argentina tuvo históricamente una posición de sumisión a las políticas emanadas de Washington sin tener a cambio grandes beneficios, o, en última instancia, apenas para unos pocos. Nunca hubo una relación de pares y siempre se buscó la aprobación hasta llegar al clímax de las relaciones carnales durante los 90 o los ruegos de Fernando De la Rúa para conseguir nuevos préstamos que extiendan la agonía de la Convertibilidad. Después ocurrió el desplante de Mar del Plata a George Bush con el protagonismo de Néstor Kirchner y Hugo Chávez y desde entonces, los vínculos se apagaron casi en su totalidad. Por contrapartida, en estos días reverdecieron innecesariamente muestras de exceso de servilismo por parte de dirigentes políticos, parte del periodismo y algunos más macristas que Macri.
El objetivo del Presidente como anfitrión es seducir a Estados Unidos para que sea la llave que abra las puertas de los mercados y atraiga inversiones que generen empleo en la Argentina. Abrir mercados es necesario, aunque no es suficiente. Los mercados se abren siempre y cuando las ofertas sean competitivas y para ello, hay que ajustar los costos locales. La historia reciente demuestra que siempre se achican en el lado del trabajador.
Uno de los primeros ajustes se da en el salario, objetivo que se alcanza a través de la devaluación. En dólares, los salarios argentinos perdieron una buena parte de su valor, lo que, en efecto, vuelve atractiva una inversión. Los especialistas indican que será necesario seguir trabajando en la búsqueda de mayor competitividad, particularmente en aquellos productos que son mano de obra intensivos y que enfrentan precios internacionales débiles. En el caso de la pera, por ejemplo, se tiene que el precio de exportación es actualmente 30 por ciento superior en dólares al de diez años atrás, pero en ese período los salarios en dólares han subido un 100 por ciento. La mejor posición de los exportadores no se traduce automáticamente en beneficios para los productores. El tabaco misionero es el mejor ejemplo. Los compradores ofrecieron un precio apenas por encima de lo que los productores consideran que cubre sus costos. En principio, la devaluación reduce ese costo laboral expresado en dólares, pero habrá que ver si los precios de exportación se mantienen para poder hacer frente a dicho costo.
Estados Unidos es el segundo destino de las exportaciones misioneras, pero las cantidades son mínimas, con una enorme caída en maderas. ¿Podrá la foto de Obama tomando mate alentar una mayor importación de yerba mate?
Es una oportunidad que hay que saber aprovechar y para eso será necesaria una tarea en conjunto del Gobierno provincial y de las empresas exportadoras. La Sociedad Rural pone al té como un potencial producto a explotar mejor. El comercio de té negro podría aumentar un 20 por ciento en cuatro años y superar los U$S 100 millones de dólares exportados anualmente.
El gobernador Hugo Passalacqua fue uno de los participantes de la cena en honor a Obama y sostuvo que «fue un encuentro bilateral de trascendencia continental, desde lo institucional debíamos estar presentes».
Pero pasada la Obamamanía, debe advertirse que cada vez que Argentina estuvo alineada o recibía los elogios de Estados Unidos, los resultados no fueron buenos. Las relaciones carnales con Bush padre primero y con Bill Clinton después, se dieron durante el apogeo del neoliberalismo en los 90, que culminó con la explosión de desigualdad, pobreza y desempleo. Un poco más atrás en el tiempo, años de los que Obama parece arrepentirse, aunque sin una autocrítica severa, la Casa Blanca respaldó al terrorismo de Estado como aliado para combatir el avance del «comunismo» en Latinoamérica.
Durante esos años, a la par de la violación de los derechos humanos por parte de las dictaduras latinoaméricanas, creció la deuda externa, con Estados Unidos como principal acreedor y a la vez, proveedor de armas y metodologías de lucha contra la subversión.
Esa herencia fue expuesta por Raúl Alfonsín en un histórico discurso en los jardines de la Casa Blanca ante el duro presidente del far west, Ronald Reagan: «Al lado de la esperanza está el temor de América Latina. El temor que nace de comprender que hay expectativas insatisfechas en los pueblos. Las democracias han heredado cargas muy pesadas en el orden económico. Una deuda que en mi país llega a los 50.000 millones de dólares y en América latina en su conjunto está en alrededor de 400.000 millones de dólares», dijo el presidente argentino ante el asombro del auditorio.


La deuda, como se ve, ha recorrido el vínculo durante los últimos cuarenta años con mayor o menor presión en todos los países del continente. Apenas se esbozó un atisbo de independencia con el pago al Fondo Monetario Internacional realizado por el presidente Néstor Kirchner y el litigio con los Fondos Buitre, respaldado por toda la región, que ahora terminó en derrota y cuyo acuerdo se celebra ahora como el reingreso de la Argentina a un mundo en el que Estados Unidos ejerce un liderazgo indiscutible.
En la Argentina, después de una década la deuda externa es manejable. Tanto que se puede iniciar el camino inverso al desendeudamiento con la emisión inmediata de deuda por 15 mil millones de dólares para pagarles a los Buitres y, se estima, un monto similar antes de fin de año para fortalecer reservas e iniciar planes de infraestructura.
Obama trajo buenas intenciones a la Argentina. Elogios, promesas de respaldos y hasta un reconocimiento explícito de que su propio país avaló los crímenes de la última dictadura en lo que el nuevo gobierno denomina la guerra sucia.
La promesa de desclasificación de los archivos de la última dictadura y la sentida foto de Macri y Obama en el monumento a la Memoria no alcanzaron para la construcción de un sentido distinto.
El acceso a los archivos es un viejo reclamo de militantes por los derechos humanos para conocer el intercambio de información entre Estados Unidos y la Argentina y más datos sobre el destino de los desaparecidos. Pero a pesar del discurso de Obama reconociendo los “años malos”, se esperaba más de él.
Ningún organismo de Derechos Humanos acompañó a los presidentes al simbólico acto en el memorial, mientras que miles de personas, en cambio, coparon la Plaza de Mayo y otros espacios en varios puntos del país en lo que se consideró una de las manifestaciones más grandes de los últimos 40 años. La memoria se mantiene viva por fuera de los canales institucionales que prefirieron esta vez la solemnidad de un acto privado antes que el calor de una plaza.

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