Cumbre del clima: llegó el delegado de Macri y buscará revertir la imagen de la Argentina

 

La transición política que, en estos momentos, vive la Argentina llegó a París. En medio de las dudas que la delegación nacional parece haber inspirado en estas tierras, ayer por la tarde arribó a la COP21 Juan Carlos Villalonga, en representación del gobierno entrante de Mauricio Macri.

 

Con la cautela que la situación amerita, el recientemente electo Diputado Nacional -con vasta experiencia en las negociaciones climáticas internacionales tras sus casi 20 años en Greenpeace- confirmó a El Cronista que su llegada tiene como objetivo iniciar el proceso de transición en este frente, del mismo modo en que se está haciendo en otras áreas de gobierno.

 

‘No co-dirijo [la delegación]. El gobierno me envió para comenzar el proceso de transición‘, reiteró, aunque añadiendo que, a partir del 10 de diciembre (día en que Macri asume la presidencia), ‘se supone‘ que sí quedará a cargo de ella.

 

Consultado por la imagen poco favorable que la Argentina parece haber cosechado durante esta Convención, Villalonga se limitó a decir: “Hay que revertirla. Creo que la perspectiva tiene que ver con el potencial que tiene el país y con verlo desaprovechado”.

 

En este sentido, una de las cosas que pueden esperarse hacia adelante es que se retome el contacto con otros países de la región, incluyendo al grupo de negociación AILAC (compuesto por Chile, Colombia, Costa Rica, Guatemala, Honduras, Panamá, Paraguay y Perú).

 

“Conversar más”, definió, aclarando que esto no implica necesariamente que se salga del grupo Like Minded Developing Countries (LMDC) en que se encuentra actualmente (con Venezuela, Bolivia, China, India, Cuba, Ecuador, Irán y Arabia Saudita, entre otros).

 

“A partir de ahora, la Argentina va a estar discutiendo la política climática con un espectro más amplio de países”, profundizó. En cuanto a la temperatura promedio global a la que se debería intentar limitar el cambio climático, un tema ampliamente discutido a tres días de que se presente el nuevo acuerdo, apuntó: “Está más que claro que los 2°C no es un límite seguro. Sería deseable que el acuerdo mantenga que la meta es 1,5°C”. Esto, por otra parte, implica necesariamente “llegar a la neutralidad de carbono antes de fin de siglo”

 

Recta final

Este viernes, si los plazos pautados se respetan, un nuevo acuerdo climático global debería ver la luz, abriendo el camino hacia una mitigación y adaptación más efectiva al cambio climático.

 

Y, si bien la concreción de dicho acuerdo no está puesta en duda, no puede decirse de lo mismo la calidad que este posea. Numerosos son los interrogantes que, por estas horas, circulan en torno al borrador que tienen en sus manos los ministros y jefes de delegación de los 195 países que aquí se reúnen, a cuyo encargo se encuentra la definición última del mismo. Es por ello no extraña que “ambición” haya sido la palabra que más resonó durante el lunes –estando en boca de casi todos, desde secretario General de la ONU, Ban Ki-moon, hacia abajo–, con el mensaje de que esta debe ser apuntalada para llegar al mejor resultado posible.

 

Uno de los elementos que se encuentran en el eje del debate (y dónde se espera una mayor ambición por parte de los países) es la temperatura promedio global a la que se buscará limitar el cambio climático. Dos son las opciones que presenta el borrador: “debajo de 1,5°C” o “muy por debajo de 2°C”. Si bien la diferencia no parece significativa, sí lo es en términos del impacto que implicará en determinados territorios y poblaciones.

 

Un ejemplo de ello es Tuvalu, isla del Pacífico en donde los efectos no son un potencial futuro sino una realidad presente. Según describe un estudio realizado por la Universidad de las Naciones Unidas que fue presentado días atrás en la COP21, como consecuencia de ello, el 15% de su población (que se eleva a 10.857 habitantes) debió trasladarse internacionalmente, mientras que 12% lo hizo internamente y 8% quiso migrar pero no pudo.

 

Una situación similar es la que vive Granada, tal como relató Dessima Williams a este medio. “Vamos a perder nuestra capacidad para sobrevivir. 65% de nuestra población vive en la costa”, apuntó. “Nosotros estamos en la primera línea de impactos, pero nadie está seguro. Los países necesitan más ambición”, añadió, aunque confesando que, a esta altura, no cree que el acuerdo que resulte de esta cumbre sea ambicioso.

 

En este sentido, tal como Matthew McKinnon, especialista del Climate Vulnerable Forum Support del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, contó a El Cronista, “para los países vulnerables, la ambición comienza en 1,5°C, ya que esta es la meta más ambiciosa que aún puede alcanzarse”.

 

En vías de alcanzar este objetivo, 185 de los países presentaron, previo al inicio de la COP21, planes nacionales de acción climática (INDCs, por sus siglas en inglés). Sendos análisis demuestran que estos –correctamente financiados y completamente implementados– tienen el potencial de encaminar el mundo hacia un aumento de la temperatura no menor a 2,7°C.

 

Por este motivo, más allá de que no se pretende una revisión de los INDCs durante la COP21, sí se lo plantea a futuro, con un mecanismo que permita hacerlo cada cinco años.

 

Hasta el momento, 112 países estarían apoyando la meta de 1,5°C, pero otros –entre ellos, los del Golfo– está mostrando una fuerte resistencia. En cuanto al mecanismo de revisión, tal como señala Mohamed Adow, de la ONG Christian Aid, “todos los países lo quieren, pero se muestran vacilantes en el lenguaje que utilizan para comprometerse a mayor ambición”. En esta línea, acotó: “Aquellos países que están discutiendo nos están poniendo en riesgo de llegar a un mundo de 3°C. Necesitamos un proceso de revisión y nuevas INDCs. La revisión es el camino hacia una mayor ambición”.

 

 

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