La profesionalización de la administración de la educación

 

 

 

“Cada época, cada cultura, cada costumbre

 y tradición tiene su estilo, sus ternuras y durezas peculiares

 pero hay momentos en los que toda una generación

 se encuentra extraviada entre dos épocas,

 entre dos estilos de vida; de tal suerte que

 tiene que perder toda naturalidad,

 toda seguridad e inocencia”.

Hermann Hesse

 

 

Esta tesis busca fundamentalmente demostrar que uno de los caminos para solucionar los problemas nacionales y provinciales es dejar de suponer que los mismos se resumen en inconvenientes financieros o, en el mejor de los casos, económicos. Es decir, a partir del estudio de las escuelas como fundamento social para la transformación cultural y profundización del conocimiento como base para encontrar las soluciones derivadas del choque de dos épocas, se intenta proporcionar los elementos necesarios para cambiar la mentalidad, acordando en este aspecto que el único peligro, como indicara Sábato, “es paradójicamente una esperanza”, ya que es eso exactamente lo que se busca, mostrar que el cambio resultante a partir de esta propuesta es esperanzador.

Pero esa esperanza se hará realidad en la medida que logremos aplicar los principios de la buena administración, que significan que cada unidad escolar debe manejarse de manera independiente, atendiendo a sus realidades y cumpliendo con los objetivos establecidos. Es decir, no podemos seguir entendiendo a la escuela como un centro de recepción de órdenes masificadas sino una unidad con criterio propio, que responda cabalmente por las tareas realizadas y las metas fijadas. En este punto es pertinente recordar que “cuando se relativizan los valores, y la globalización aplasta con su poder y les impone una uniformidad arrogante, el ser humano, en su desconcierto, pierde el sentido de los valores y de sí mismo y ya no sabe en quien o en que creer” (Sábato).

 

Los nuevos paradigmas

 

Vivimos un período de profunda transición, “entre dos épocas”, que en ocasiones desorienta e incluso nos lleva a confundir diagnósticos. Los cambios son más radicales que nunca. Y los desafíos son mayores que los que plantearon la Revolución Industrial y las noticias por la Gran Depresión.

Estos cambios nos exigen examinar los nuevos paradigmas de la realidad, porque los vigentes hasta el siglo XX están siendo superados. En este nuevo siglo, tendremos que preocuparnos por lo que afecta al desenvolvimiento de las instituciones, no exclusivamente desde el punto de vista financiero o económico, sino especialmente desde el punto de vista cultural y administrativo, remarcando con Wieland que “la moral ocupa un lugar preponderante en la organización” ya que “los individuos pueden fallar moralmente pero las organizaciones no” y dentro de ese contexto es moralmente inaceptable seguir sosteniendo un modelo obsoleto de administración educativa que no considere las singularidades de cada zona o sector social donde se desenvuelve la escuela.

Sin embargo, es dable tener presente que los viejos cánones siguen en pie pero están dejando de tener validez. Por lo tanto deberemos repensarlos y formular nuevos que estén en sintonía con las realidades del siglo XXI y, justamente, este es uno de los objetivos de esta propuesta, la formulación de nuevos cánones para el funcionamiento y la administración de las escuelas en su nuevo rol y en un todo de acuerdo con las pautas fijadas por el recientemente sancionado Código Civil y Comercial de la Argentina.

En primer lugar, en general y en el caso específico de la transformación de las escuelas, las habilidades de organización deberán ser aplicadas a actividades que no eran consideradas empresas en el sentido amplio, como gobierno, salud, las profesiones y la educación y, obviamente, no podrá considerarse siquiera la idea que sólo hay una forma correcta de organización o que las jerarquías han desaparecido.

Los equipos a veces no tienen la capacidad de tomar decisiones y los líderes con gran personalidad necesitan sucesores. Cada organización debe, por lo tanto, encontrar su propia forma en lugar de tomarla de una estantería siguiendo las indicaciones de un ente centralizado que intenta establecer modelos mediante circulares. Esto implica cambios culturales profundos donde los directores o rectores dejan de ser tales para pasar a liderar, inspirando a la organización. En consecuencia, los docentes necesitan ser tratados no como si son meros empleados, ya que en su esencia quieren más que un pago a fin de mes; buscan y concretan un trabajo interesante y fundamental, que les debe dar satisfacción vinculadas al crecimiento del conocimiento de manera permanente.

Otro de los nuevos paradigmas que se analizan en esta nota es que las innovaciones de las organizaciones educativas provienen tanto del interior como del exterior de la actividad. En consecuencia las mismas cada vez más, deberán observar a un grupo más grande y basar sus políticas en lo que ese grupo elige hacer en el marco de una creciente interacción con independencia y atendiendo a las particularidades sectoriales. Es decir, se deberá tener presente que el conducción tiene un alcance que supera los límites de la organización y está sometido pero no definido por barreras políticas nacionales e internacionales.

 

Viejos y nuevos

 

En este extravío entre dos épocas, al decir de Hesse, demostramos que la transformación de las escuelas en empresas educativas, debe tener presente que actualmente los principios de la buena administración son aplicables a todas las organizaciones. Además se consideraba anteriormente la necesidad de una adecuada estructura organizacional determinada por “las autoridades” cuando actualmente se impone le búsqueda del tipo de organización que se adecue a la tarea y la realidad particular de cada organización educativa, donde a la gente no se la maneja sino que el rector la lidera y donde el alcance de ese gerenciamiento deja de estar definido legalmente para serlo operacionalmente.

 

Estructura del sistema educativo.

 

Si se asume la educación en su dimensión social y permanente, el sistema educativo del país debe comprender los servicios y las ofertas formales y no formales. Debe estar referido a todos y a cada uno de los miembros de la comunidad, cualquiera sea su edad, su condición social, su nivel de aptitud y la capacitación alcanzada. Además, debe incluir las actividades sistemáticas y parasistemáticas, las de formación general y las de formación profesional y subprofesional, las de grado y las de post-grado, las de reciclaje y las recurrentes, las convencionales y las que no lo son; en suma, el conjunto de la actividad educativa, con todos los agentes y con todos los protagonistas.

El perfeccionamiento docente, la incorporación de nuevas técnicas laborales y la actualización cultural han de integrar los modos de funcionamiento habituales de los sistemas educativos y de los servicios no formales. La educación permanente debe comenzar por ser realidad en los educadores.

 

La integración de las antinomias.

 

La escuela no puede ni debe eludir la necesidad de superar las contradicciones. Pero no es la única responsable, ni su acción aislada es suficiente. Sus preocupaciones centrales son problemas que debe afrontar la comunidad entera, en particular a través de sus dirigentes. Ha ocurrido con demasiada frecuencia que la incapacidad o el desinterés por resolverlos en el ámbito social, económico y político, han derivado en la asignación a la escuela y al maestro de funciones y deberes que están más allá de su real aptitud de respuesta.

La mayoría de las conducciones políticas, por ejemplo, atribuyeron a la escuela, y solamente a ella, la realización de la “igualdad de oportunidades”; mientras mantenían intactas las estructuras económicas y sociales donde anidan las causas de la “desigualdad de posibilidades”.

 

Educación y desarrollo

 

En consecuencia, como resultado de esta propuesta y siguiendo lineamientos generales que van más allá de la propuesta específica de este documento, deberán transformarse radicalmente todos los currículos vigentes, de los diversos niveles y modalidades, para que en sus objetivos y contenidos se incorporen los temas fundamentales y actuales de la realidad nacional y los del avance científico, tecnológico y cultural, para lograr de este manera una estructuración con la transformación de escuela en empresa educativa.

Se trata, también, de no aspirar  a productos terminados en precisas  o sucesivas etapas de la vida. Esto significa que la persona educada da paso ahora a la persona  constantemente educable.

Deberá aplicarse con eficacia la fórmula de “aprender a aprender” y de ganar instrumentos idóneos para el inexorable tiempo de la educación permanente.

Habrá que posibilitar la progresiva incorporación de nueva tecnología educativa a través de mecanismos de participación y financiamiento comunitario (empresarial, sindical, de  los nucleamientos intermedios, entre otros elementos) y con ella, la capacitación y la concientización del nuevo rol de esa tecnología en el proceso educativo.

Esto significa estimular un proceso que vaya diferenciando las tareas de administración escolar de las específicamente educativas, aunque siempre complementarias, para que convoquen a los que protagonizan, de un modo u otro, el proceso, para que sirvan mutuamente, se actualicen en el plano profesional y cultural y asuman los desafíos de la innovación permanente.

 

La educación y la escuela

 

Actualmente se hace evidente que la educación no se agota en la escuela, ni está limitada a períodos formales y a determinadas etapas en la vida del educando. La educación se liberó de los segmentos de niveles y modalidades del calendario y se desplegó en la vida completa del ser humano y, desde el pequeño escenario del aula, se abrió a la geografía mayor de la vida social y la realidad que, de aquí en más, serán decisivas en las motivaciones, en la formación, en el estímulo y el enriquecimiento de las aptitudes y los conocimientos del hombre contemporáneo.

Por consiguiente,  aparecen como nuevos protagonistas los que están fuera de la escuela, los que viven el proceso económico y social, los que trabajan, los que deciden,  los que esperan. El protagonismo pasa de la docencia a la comunidad y a los sectores sociales, y el fenómeno educativo se despliega como tarea, como responsabilidad, como expectativa, como producto, como desafío histórico, a la sociedad entera.

Consecuentemente es inadmisible seguir manteniendo estructuras escolares superadas por la realidad por cuya causa las mismas se deben transformar en unidades escolares siguiendo los parámetros de organizaciones educativas.

Es decir, junto a los docentes, estarán toda la trama interdisciplinaria y todos los sectores sociales, tanto en el nivel de decisión como en la tarea educadora,  con calendario escolar y sin él, con semanas de siete días y años de 365. Esto implica una sustancial modificación de la administración escolar basada en 9 meses de actividad en las aulas exclusivamente, con 3 meses de vacaciones, cuando en realidad la vida de una Nación no se detiene porque así lo indique un vetusto calendario escolar.

 

La economía y la ciencia.

 

El fabuloso progreso de la ciencia contemporánea ha provocado una verdadera explosión de conocimientos que obliga a replantear los conceptos básicos de la función educativa y de la tarea docente.

El conocimiento se acumula con tal velocidad y volumen que no puede ser impartido por los recintos pedagógicos, a través de los medios tradicionales.

Esta vigencia exige reformular el verdadero propósito de la educación.

La función de la estructura educativa y del docente no puede seguir siendo sólo la de transmitir conocimientos, sino fundamentalmente la de guiar  y ayudar al individuo a que descubra lo esencial de las diversas  disciplinas y aprehenda los principios y los métodos que lo habiliten para ampliar por su cuenta los conocimientos al ritmo de los nuevos aportes científicos.

La educación se convierte así en el proceso de aprender a aprender. El cambio consiste en que además de producir una persona educada,  y por encima de esto, se forme una persona educable, para que pueda adaptarse, permanentemente y a lo largo de toda su vida a la transformación incesante y actuar en ella como elemento –motor social– , dinámico y creativo.

Pero estos perfiles no completan el panorama.

Por un lado, recae sobre ella la tarea de preservar la herencia cultural, las normas existentes  y las tradiciones.

Por el otro, se la designa agente de innovación, estimuladora de la imaginación creadora de los individuos y vehículo de las motivaciones y los conocimientos necesarios para continuar la producción del cambio.

 

El valor económico de la educación.

 

Cuando se habla del valor económico de la educación, se corre el riesgo de que alguien interprete que se trata de valorar la educación exclusivamente en función del rendimiento y el grado de provecho en el área de las fuerzas productivas.

Vincular la educación con los requerimientos del sistema productivo y el desarrollo económico tiene por objeto verter claridad sobre las prioridades educativas y por añadidura, otorgar certeza en la distribución de las partidas presupuestarias. No es un criterio absoluto. Es una orientación que no pretende ser excluyente. Los gobiernos imbuidos de la más firme determinación de poner en marcha una política de desarrollo nacional no descuidan –ni deben hacerlo– los aspectos de la educación y la cultura que constituyen la formación básica.

En un país subdesarrollado, como lo es la Argentina, existe una primera prioridad, que es la de romper los nexos de dominación que atan al factor externo y consolidar un mecanismo nacional de decisiones.

El desarrollo económico redundará en condiciones materiales que estimularán la creación intelectual y la extensión y elevación de la enseñanza, lo cual, a su vez, dinamizará el proceso de construcción de la base material de la nacionalidad y afianzará la condición de nación.

Ambos procesos –desarrollo económico y desarrollo cultural–  son complementarios, simultáneos y se influyen recíprocamente.

No existe posibilidad alguna de democratizar el acceso a la cultura, sino sobre la base de la multiplicación de las fuerzas productivas sociales.

 

Expansión económica y presupuesto educativo.

 

El problema de fondo del financiamiento de la educación tiene que resolverse en la dimensión amplia y dinámica de la economía nacional, y no sólo a nivel de recursos fiscales y presupuestarios estatales. Porque la fuente es la vida económica del país, la eficacia y el vigor del sistema productivo, la capacidad de la comunidad activa para generar medios, bienes y riqueza. Esto significa que transformar siguiendo las pautas indicadas implica necesariamente la asignación presupuestaria a las unidades educativas de acuerdo con las necesidades que el medio en que se desenvuelven indica para su desarrollo integral.

 

La coparticipación en la enseñanza.

 

La educación es tan relevante en el mundo actual, que la solución de sus problemas fundamentales no puede ser responsabilidad excluyente de los pedagogos y los docentes. En realidad, y aunque siempre haya sido así, nunca como ahora apareció tan evidente que en el fenómeno educativo deben participar todos los sectores que integran la comunidad.

Hoy en día no puede soslayarse la presencia decisiva del fenómeno empresario. La elevación de la productividad tiene lugar mediante un velocísimo proceso de incorporación tecnológica. Este avance lleva a que los trabajadores deban mantenerse a tono con el ingreso constante de adelantos en el área productiva; impone altas exigencias de educación y capacitación.

La revolución actual impacta al mundo educativo exigiéndole que quiebre sus límites clásicos para atender a los requerimientos tecnológico-laborales y de innovación de la actividad económica contemporánea. Pero los sistemas educativos no siempre han sido sensibles a ese requerimiento. Hemos presenciado frecuentemente el divorcio entre las necesidades del aparato productivo y la respuesta de la escuela.

Aislada, la educación tiende a marchitarse mediante la consolidación de sus viejas estructuras. Sólo abriéndose al influjo de la comunidad activa podrá escapar de ese círculo y por esa causa se estima necesario transformar la escuela en una organización educativa, con un imprescindible el contacto de la escuela con la creatividad, la innovación y la producción.

 

Conclusiones

 

Somos afortunados de vivir en esta época de grandes cambios y transformaciones. Esto a la vez, nos implica la gran responsabilidad de abrir nuestra mente a nuevas opciones y desaprender mucho de lo que hemos aprendido. Sin desconocer la importancia de la historia, las soluciones no están en la tradición, es necesario inventarlas.

En los actuales momentos, debemos comprender que los ajustes que se realizan son una oportunidad para aligerarse de viejas estructuras que nos quitan agilidad para responder a los desafíos de tiempos nuevos. Pero esto no debe significar, en el caso específico de la educación y la cultura, un desentendimiento de las funciones esenciales por parte del Estado. Y, en este punto, es esencial que el sistema educativo no reproduzca ni acreciente la exclusión social, sino que se convierta en un factor de integración e inclusión que solamente puede darse a partir de la participación directa de la sociedad involucrada en cada unidad educativa.

Sin embargo, la política es el arte de administrar bien los escasos recursos con que se cuenta y, por lo tanto, hay que hacer opciones para situar esos recursos donde mayores sean las necesidades.

El enfocar este esfuerzo partiendo de los alumnos, será el camino adecuado a las organizaciones escolares para responder a los desafíos del futuro y lograr la innovación y la creatividad que demandan los cambios cada vez más acelerados. Con esto se espera lograr el objetivo fundamental, tanto para la organización en general como para la educativa en particular, como para las personas y la sociedad en general.

En el caso particular de las organizaciones, dadas las nuevas reglas de juego a nivel mundial, los modelos tradicionales de administración de las entidades escolares no son una respuesta para producir el cambio. Es necesario contar con organizaciones escolares eficientes, productivas, flexibles y autónomas, conscientes de que lo que realmente existen son las personas.

Es necesario abandonar los procesos de planeación centralizada y los esquemas paternalistas que generan dependencia y erosionan el ambiente interno de la organización, menoscabando las posibilidades de desarrollo humano, su nivel de compromiso y su interés por participar realmente en la vida de la organización. No podemos seguir separando la organización educativa entre los que piensan y los que hacen.

En un esquema organizacional fragmentado, montado sobre la base del temor y la desconfianza, soportado por los mecanismos de control e inspirado en la burocracia y las jerarquías, la ausencia de oportunidades y retos es la norma. Limitarse a «comprar» capacidad de obediencia y acomodación no es suficiente para abordar los nuevos retos que impone una sociedad rápidamente cambiante.

Cada ser humano es un asociado, un colaborador creativo y responsable que se auto renueva y aprende continuamente, pero que se ve limitado por una serie de interferencias creadas en las organizaciones, que por falta de imaginación y exceso de intolerancia y desconfianza, han limitado la vida a normas, objetivos y evaluaciones, aspecto que se presentan con demasiada asiduidad en las escuelas tradicionales.

El verdadero viaje del descubrimiento no consiste en buscar nuevas tierras, sino en buscar con nuevos ojos. De lo que estamos hablando es buscar nuevas realidades para viejos problemas, en especial en la actual era de la creatividad y la innovación, donde la nueva esclavitud es aquella referida a la carencia de conocimientos actualizados de manera continua.

Las organizaciones escolares se ven cada vez más expuestas a afrontar nuevos retos y desafíos, para lo cual deben inventar su propio proceso y seguir un camino natural y auténtico alejado de las «modas gerenciales» que tanta confusión ha creado, por cuya causa coincido que la autogestión es la base del desarrollo de un programa educativo.

Esa es la base de esta tesis, donde se propone la transformación de las actuales escuelas en organizaciones educativas, con sus propios requerimientos, con sus propios presupuestos, en el marco de una política educativa provincial que atiende las particularidades en un contexto general.

 

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