Cambio de clima: inundaciones y sequías

Mi adversario es el Cambio Climático. Agosto 2015, Daniel Scioli1 Pero el iba tan puesto en que eran gigantes, que ni oía las voces de su escudero Sancho ni echaba a ver, aunque estaba ya bien cerca, lo que eran, antes, iba diciendo en voces altas: -No fuyades, cobardes y viles criaturas, que un solo caballero es el que os acomete. Enero 1605, Miguel Cervantes Savedra

 

¿Calentamiento global? En julio de 1833 Darwin desciende del Beagle, en Patagones, y viaja a caballo hasta Buenos Aires. Allí llama especialmente su atención el matadero de la ciudad, circunstancia que registra, con detalle, en su cuaderno de viajes. “Uno de los espectáculos más curiosos de Buenos Aires es el gran corral donde se guardan, antes de darles muerte, los animales que han de servir para el aprovisionamiento de la ciudad…” Sin embargo, para la presente historia, resultan más interesantes sus anotaciones sobre el clima del lugar. “Durante mi viaje me refirieron en términos exagerados cuáles habían sido los efectos de la última gran sequía. Estos relatos pueden dar alguna luz acerca de los casos en que gran número de animales de todas clases han sido hallados juntos debajo de la tierra. Llámase la gran seca el período comprendido entre los años 1827 y 1832. Durante ese tiempo cayó tan poca lluvia, que desapareció la vegetación y los mismos cardos dejaron de brotar. Secáronse los arroyos y el país entero tomo el aspecto de un camino polvoriento. Esa sequía se hizo sentir sobre todo en la parte septentrional de la provincia de Buenos Aires y en la parte meridional de la provincia de Santa Fe.3 ” En los días que corren políticos y funcionarios acusan, en forma recurrente, al Cambio Climático de ser culpable por la supuesta excepcionalidad de las lluvias recientes. En realidad buscan atenuar su responsabilidad frente a las consecuencias de las inundaciones que aquellas producen en zonas urbanas y/o rurales de Buenos Aires. No creo que alguno de ellos sepa muy bien de que se trata el tan mentado cambio de clima y, a pesar de estudios y planes existentes, cuales son las obras que deberían llevarse a cabo para amortiguar los efectos producidos por eventuales excesos de lluvias. Veamos si es posible sintetizar en unas pocas páginas que es lo que yace detrás del aludido “Cambio Climático”.

 

Hace algo más de 20 años una organización creada por la ONU4 , el IPCC5 , produjo su primer informe en el cual se afirmaba que la “temperatura global” estaba aumentando debido al crecimiento de la concentración del dióxido de carbono (CO2) en la atmósfera, provocado por el uso humano de combustibles fòsiles (carbón, petróleo, gas, etc)

 

Este gas produciría el denominado “efecto invernadero”, causando el CALENTAMIENTO GLOBAL (GLOBAL WARMING) cuyos efectos serían catastróficos para el planeta. El análisis del supuesto mecanismo de ese efecto lo dejamos para un futuro Episodio. En este punto no es necesario hacerlo y será suficiente con mostrar un par de datos que hablan con elocuencia de que la teoría de marras es apenas una hipótesis no probada. El gráfico precedente (fig.1) muestra como ha crecido la concentración de CO2 atmosférico, según las mediciones realizadas por la NOAA6 en el volcán Mauna Loa (Hawai). En el período representado, la concentración de dióxido de carbono pasa de 300 a 400 partes por millón. Simultáneamente, se determinó la “temperatura global” la cual, durante algunos años, parecía crecer siguiendo el incremento de CO2. Sin embargo, hubo un momento en que aquella dejó de aumentar a pesar de que el CO2 siguiera creciendo. En el gráfico que sigue7 (fig.2), construido con datos satelitales, puede observarse la variación de temperatura. En realidad, en él se representa, como es usual, el apartamiento de la “temperatura global” de un elegido valor promedio.

 

Lo que aquí se observa es que la temperatura, a partir del año 1998, se mantiene prácticamente constante8 , mostrando las oscilaciones típicas de fenómenos climáticos. Es decir, que hace casi 18 años que la “temperatura global” no aumenta. En consecuencia, ya no se podía hablar de CALENTAMIENTO GLOBAL y el IPCC cambió su lenguaje comunicacional refiriéndose, desde entonces, a un indefinido CAMBIO CLIMÀTICO. Aunque resulta sin sentido hablar de clima o temperatura global, es obvio que cualquier variación climática observada en los últimas décadas no puede ser atribuída al “efecto invernadero”9 (y su consecuente aumento de temperatura) producido por el CO2.

 

En la actualidad, algunos “científicos” se abocan a la búsqueda de una explicación para el misterio del calor perdido que supone la constancia de la temperatura. Tal vez, lo correcto sería revisar la hipótesis del “efecto invernadero” causado por el dióxido de carbono. Desde luego que citar ese “Cambio Climático” para justificar el exceso o deficiencia de lluvias en la región pampeana es, también, un sin sentido. La Pequeña Edad de Hielo En el Episodio II contamos como el clima depende de los parámetros orbitales (relación tierra/sol)10 , tanto que la temperatura puede cambiar decenas de grados entre verano e invierno. Allí, también aludimos al hecho de que estos parámetros explican la aparición de los períodos glaciales (cuatro en los últimos 500.000 años). A esos efectos orbitales hay que agregar la actividad solar, es decir, las “explosiones solares” que aparecen como manchas oscuras sobre la superficie del sol11. Durante tales episodios se proyecta hacia el espacio materia (plasma) en forma de viento solar que interfiere con el campo magnético terrestre y al mismo tiempo lo hace con los rayos cósmicos, desviándolos hacia los polos. Los rayos cósmicos producen en las capas bajas de la troposfera partículas cargadas que funcionan como núcleos que inducen la formación de gotas de agua aumentando la nubosidad que, a su vez, disminuye la cantidad de radiación solar que alcanza la superficie terrestre y la temperatura desciende. Si los rayos cósmicos son desviados hacia los polos la nubosidad es menor y la temperatura superficial aumenta12. Es decir una gran actividad solar implica un aumento de la temperatura y una baja actividad solar conduce a un enfriamiento. La variación de las explosiones solares es cíclica alcanzando máximos y mínimos periódicamente13 . El último mínimo en la actividad solar se produjo aproximadamente entre el 1350 y el 1850 y que dio lugar a la Pequeña Edad de Hielo (PEH). Vale aclarar que en la fig.3 se observa que el número de manchas solares oscila con ciclos de 11 años y que, además, hay otro cambio, centenario, donde el máximo de los ciclos cortos se hace cada vez menor. Esta disminución conduciría a una nueva Pequeña Edad de Hielo. Como se ve estaríamos entrando en otra era fría. Si, además, recordamos que, al mismo tiempo, estamos llegando al fin del presente período interglacial, 14 y asumiendo que la historia se repite, deberíamos esperar que nuestro futuro no sea el de un planeta ardiente, como se anuncia, sino todo lo contrario.

 

Pero, en realidad, hoy mi interés pasa por ver cómo, aquella Pequeña Edad de Hielo, pudo influir en el clima de las pampas bonaerenses y como podría, el nuevo enfriamiento, afectarlo en los años por venir. Para no perder el rumbo es necesario recordar el Episodio II, allí vimos que es la diferencia de temperaturas (presiònes) entre los polos y el ecuador la que hace que masas de aire polar frio (MPH)15, de alta presión, migren hacia latitudes menores, donde predominan las bajas presiones, dando origen a la circulación atmosférica. La rotación terrestre causa que los vientos (desplazamiento de aire) no se produzcan en línea recta. Además las masas de aire frio, por su mayor densidad, viajan sobre la superficie, a baja altura (no más de 2000 m), y en consecuencia la orografía (por ejemplo: la cordillera de los Andes) es también un factor determinante en el clima. Estos MPH son los causantes de los centros de alta presión (anticlones) que originan los vientos predominantes en cada región16. El clima de nuestro país está dominado por el Anticiclón de Isla de Pascua, en el Pacìfico, y el de Santa Helena, en el Atlántico17 . Los vientos se dirigen desde estos centros de alta presión hacia zonas de baja presión (centros ciclónicos). Como los centros ciclónicos y anticiclónicos varían su ubicación podemos tener vientos provenientes de diferentes direcciones en la pampa bonaerense (ver fig.4). Además, debido a la barrera que imponen los Andes a los vientos originados en el Pacífico Sur, es el anticiclón del Atlántico Sur, con sus vientos del este, el que aporta la mayor parte de las precipitaciones en la zona pampeana. Estas precipitaciones disminuyen gradualmente desde el noreste hacia el sudoeste18 . En el hemisferio sur las masas de aire frío provienen de la Antártida. Efectivamente, cada hemisferio tiene su propio sistema. No obstante, ello no es óbice para que, en ocasiones, uno influya sobre el otro como veremos más adelante.

 

Casi al mismo tiempo en que Darwin se sorprendía con el matadero de Buenos Aires y recordaba la gran seca, Echeverría, en su obra El Matadero, recuerda las grandes lluvias que pusieron fin a aquella memorable sequía. “Diré solamente que los sucesos de mi narración pasaban por los años de Cristo de 183… 7 Sucedió, pues, en aquel tiempo, una lluvia muy copiosa. Los caminos se anegaron; los pantanos se pusieron a nado y las calles de entrada y salida a la ciudad rebosaban en acuoso barro. Una tremenda avenida se precipitó de repente por el Riachuelo de Barracas, y extendió majestuosamente sus turbias aguas hasta el pie de las barrancas del Alto. El Plata, creciendo embravecido, empujó esa aguas que venían buscando su cauce y las hizo correr hinchadas por sobre campos, terraplenes, arboledas, caseríos, y extenderse como un lago inmenso por todas las bajas tierras. La ciudad, circunvalada del norte al este por todas las bajas tierras. La ciudad, circunvalada del norte al este por una cintura de agua y barro, y al sur por un piélago blanquecino en cuya superficie flotaban a la ventura algunos barquichuelos y negreaban las chimeneas y las copas de los árboles, echaba desde sus torres y barrancas atónitas miradas al horizonte como implorando misericordia al Altísimo. Parecía el amago de un nuevo diluvio.” En el hemisferio norte la existencia de la PEH ha sido verificada a través de estudios geológicos sobre el avance y retroceso de los glaciares en Europa y el norte de América19 . Tales evidencias han sido ampliamente completadas por estudios que muestran como el clima afectó la historia de Europa entre 1300 y 1850.20 En América del Sur, aunque los datos son relativamente escasos21 , existen diversos estudios sobre algunos glaciares desde el sur de la Patagonia hasta los Andes Bolivianos, que muestran su fluctuación (avances y retrocesos) durante la PEH22 . Por otra parte, sobre como afectó la PEH el clima de la región pampeana tenemos una investigaciòn23 de los sedimentos de lagunas de la provincia de Buenos Aires cuyos resultados indican que la PEH habrìa sido un período relativamente seco tanto en la pampa húmeda (Chascomús) como en la pampa seca (Laguna del Monte-Guaminí). Esta percepción es ratificada por investigaciones que usan restos fósiles de mamíferos como indicadores de cambio ambiental. Tales registros son comparados con otras fuentes de información paleo-ambiental resultando que, la mayoría de los indicadores climáticos, muestran que el clima en la región pampeana fue mayormente árido desde finales del Pleistoceno hasta tiempos recientes24 . No obstante, es la información histórica la que nos brinda mayores precisiones sobre la evolución del clima pampeano durante la Pequeña Edad de Hielo. Efectivamente, el análisis de los datos provistos por fuentes històricas25 permite precisar que durante 268 años, que terminan en 1842, hubo 98 años de sequías (36%) y 15 años de inundaciones(5%), sobre el total de años “normales”, es decir aquellos sobre los que no hay referencias especiales respecto a ambos eventos. En tanto que, a partir de 1842 y durante los siguientes 155 años, hubo apenas 16 años de sequías (10%) y 39 años de inundaciones (25%), sobre el total de años “normales”. Se corrobora entonces, que a lo largo de la PEH predominó el clima seco en toda la región pampeana donde campeaban las dunas de arena y los campos de loes. Por lo tanto, las alusiones a la Conquista del Desierto durante el siglo XIX, no son para nada infundadas.

 

Los climatologistas describen más de media docena de fenómenos climáticos oscilatorios en varias regiones del globo. Entre los más conocidos por nosotros, por su influencia en las condiciones climáticas locales, se encuentra la Oscilaciòn del Pacifico Sur (SO), asociada al fenómeno del Niño por lo cual se la denomina ENSO (El Niño-Southpacific Oscilaciòn). A pesar de ello comentaremos primero sobre la Oscilación del Pacìfico Norte (NPO) vinculada con la Oscilación Decádica del Pacìfico-norte (PDO). Generalmente se habla de ellas como el fenómeno NPO/PDO. Usaremos, por simplicidad, sólo los datos referidos a la PDO. Existe una gran similitud entre los comportamientos del océano de la región norte y sur del Pacífico. Es decir la PDO también cambia entre dos modos, uno cálido y otro frío (como el Niño y la Niña). En la figura 630 se representa el índice PDO. Éste se calcula comparando las temperaturas de la región del Pacífico Norte involucrada, cuando el índice es positivo (rojo) implica que hay un aumento de la temperatura y cuando es negativo (azul) una disminución.

 

Algunos estudios regionales sobre precipitaciones en la región central de Argentina muestran una variación periódica de las lluvias. En la figura 9 puede verse que alrededor de 1975, después de un período de déficit de lluvias, se inicia una etapa húmeda que se hallaría próxima a su fin. Los próximos años, en consecuencia, las precipitaciones se reducirían, instalándose un período seco. Es conveniente tener en cuenta que un aumento de temperatura por si sólo no es causa del incremento de lluvias. La pluviogénesis requiere de varias condiciones y no existe una relación directa que implique que a mayor temperatura habrá más lluvias.

 

Ese comportamiento de las lluvias en el Sudoeste Bonaerense no parece ser una particularidad de la región. En la figura 10 el Servicio Meteorológico Nacional presenta la deficiencia o exceso de agua en la Argentina durante los últimos 53 años. Allí puede observarse que entre los años 1974 y 2003 las lluvias estuvieron por encima de un valor de referencia. Antes y después de ese intervalo, las lluvias fueron menores. Tenemos que concluir que esa variación en las lluvias nada tiene que ver con la variación de la concentración de CO2 atmosférico. Por lo tanto, las alusiones, por parte de nuestros políticos y/o científicos, al Cambio Climàtico (en realidad al Calentamiento Global) para justificar y/o explicar las inundaciones en la región central argentina carecen de fundamentos.

 

El Niño ha nacido Dentro del relato sobre el tema aparece El Niño-Oscilaciòn del Pacifico Sur (ENSO es su acrónimo en inglés) como un protagonista del clima global. Así que, cada vez con mayor frecuencia, la prensa nos advierte sobre los efectos del fenómeno ENSO, de sus alcances y consecuencias. Sin embargo, para nosotros, simples ciudadanos el asunto está rodeado de misterio. Este Niño ha adquirido fama notable por estas pampas y su popularidad se debe a la importancia que parece tener para la producción agropecuaria por su aparente vinculación con algunos excesos de lluvias e inundaciones. En el ámbito académico el fenómeno ha despertado gran interés y es objeto de numerosos estudios, a pesar de lo cual algunos aspectos de sus causas permanecen sin aclarar. Ha sido en el este del Pacífico donde ese fenómeno marino fuera observado por primera vez. El término El Niño se refería, originalmente, a una débil y cálida corriente oceánica dirigida hacia el sur y que se desarrollaba anualmente a lo largo de la costa del sur de Ecuador y el norte de Perú, durante la época de Navidad. La corriente fría de Humbolt (o del Perú) se desplaza en dirección norte, primero siguiendo la costa de Chile y luego las costas de Perú y Ecuador. Esta corriente produce un ascenso de aguas 15 frías hasta la superficie. Cada año, una débil corriente costera fluye hacia el sur aprovechando la debilidad de la corriente de Humbold durante el verano. El agua cálida proveniente del norte, se extiende a partir de la Contra Corriente Ecuatorial  y temporariamente reemplazan el agua fría ascendida por la corriente fría.

 

Cada tanto, la corriente del Niño avanza más hacia el sur y, cuando ello ocurre produce escases de plancton, los peces disminuyen, detrás de ellos también decrecen las aves que se alimentan de estos y los pescadores ven menguada su producción. No obstante, los agricultores se ven beneficiados por las lluvias que acompañan estos cambios. Normalmente, los vientos alisios (trade winds) soplan fuertes hacia el oeste acompañando las corrientes ecuatoriales del norte y del sur. Mientras tanto, la contra corriente ecuatorial es débil. Este comportamiento contribuye a mantener fría las aguas superficiales de la costa este del Pacìfico y a acumular aguas càlidas al norte de Australia. En la figura 12 se puede ver, además, que sobre el oeste hay una regiòn de baja presión y hacia el este de presión más alta. Esta diferencia de presión favorece los vientos alisios.

 

Cuando se instala el verano en el hemisferio sur, al predominio de la corriente de El Niño, se agrega un aumento en la presión atmosférica en la zona oeste del Pacìfico (Darwin-Australia) y una disminución en el este (Tahiti). Este nuevo gradiente de presión debilita los vientos alisios y fortalece la Contra Corriente Ecuatorial aumentando la temperatura del agua superficial en el lado este y ampliando la zona de aguas càlidas (warm water).

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