Luis Longhi: gardeliano fundamentalista, tanguero y peronista

“Todos los pájaros que me saludan tienen la sonrisa de Gardel”, el unipersonal presentado anoche en el Teatro de Prosa del Parque del Conocimiento, despertó pasiones e hizo brotar lágrimas con sus postales de la historia argentinas relatadas con pasión tanguera por un Luis Longhi, que derrama talento como actor, músico y escritor.

“En la rayuela de la vida, para llegar al cielo sólo se necesita un pedazo de tiza, un zapato y una piedrita”, dice el protagonista al final de la obra, y si a ese juego le sumamos a Cortázar, Discépolo y, especialmente a Gardel, definitivamente, podemos tocar el cielo con las manos.

Antonio, un anciano de cumpleaños decide regalarse un banquete de recuerdos, y al ir soltando los moños y rompiendo los envoltorios, las puertas de la historia y la cultura argentina se van abriendo de par en par matizada por la música, a la que hay que “sentir en colores”, según él. “Louis Armstrong es azul, en cambio a Astor Pantaleón Piazzolla lo veo en rojo furioso. La Inconclusa, de Schubert, indudablemente remite a los naranjas y amarillos…Ocre”, dice Antonio.

Si la realidad depende del cristal con que se la mire, la obra escrita por Sebastián Irigo y Luis Longhi nos propone “mirarla sin ningún cristal. Mirémosla con las manos”, se plantea Antonio, y así la política, la literatura y ese amor que nunca llegó, son los paisajes por donde surcan sus recuerdos. El bombardeo de Plaza de Mayo, la muerte de Evita, ese Estudiantes campeón, son sólo algunas de las postales de nuestra historia que transcurren por los pensamientos de esos múltiples personajes encarnados por Longui y que cobran vida en un Antonio que al comienzo de la obra es un anciano, luego un niño y así va creciendo y madurando hasta la ancianidad en una muestra más de lo circular de la vida.

“Es difícil llegar con la piedra al cielo, y muchas veces al arrojarla se sale de la cancha. Pero, cuando finalmente aprendemos a jugar y así salir de la tierra para llegar al cielo, se nos acaba la infancia”, culmina mencionando a Cortázar un Antonio Anciano mientras su bandoneón expele un viejo tango.

“En la rayuela de la vida, para llegar al cielo sólo se necesita un pedazo de tiza, un zapato, una piedrita”… y ganas de jugar.

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