Se levantó el telón: Oberá es fiesta de las colectividades

Explosión de color, sonrisas, camaradería, diversidad…en todos los tonos y todos los matices le pusieron brillo a una tarde que se empecinaba en mantenerse grisácea, mientras Oberá abría su XXXVI Fiesta Nacional del Inmigrante.
La algarabía que se desató alrededor de las 15, como cada año, comenzó a gestarse en realidad hace muchos días en cada hogar de estos animados festejantes, cuando hombres, mujeres y niños se ocupaban de los aprestos necesarios: bordados, moños, banderas, arreglos florales, mucho paño de colores estridentes, tocados y coordinación.
Una verdadera fiesta multicolor en la apertura, que se transformó ya dentro del predio en una profusión de sabores que crean y recrean recetas milenarias de culturas llegadas de más allá del mar o desde acá cerquita nomás, en un total de 14 colectividades participantes.
Durante diez días, desde el jueves 3 hasta el domingo 13 de septiembre, la ciudad repetirá el encuentro de culturas que celebra la llegada de los inmigrantes a un país que los convocó para contribuir con su crecimiento. Arte, música, comida, danzas y costumbres en cada una de las casas que representan a cada colectivo de nacionalidades.
La fiesta extendida se hace en homenaje a quienes llegaron desde otras tierras a poblar este país y se festeja cada año, el 4 de septiembre. La fecha fue impuesta por el decreto 21.430, firmado por Juan Domingo Perón en 1949.

El desfile inaugural
Gentío, muchedumbre por donde se mire, mezcla de tonadas, dialectos, idiomas…a lo largo de un extenso trayecto que unió en poco más de tres horas el Centro Cívico de la ciudad con el Parque de las Naciones. La tradición viva en cada traje típico, en el color de las cabelleras, en el preciosismo de algunos bordados, distinguen e igualan. Distinguen los orígenes, pero igualan en el fin que mantiene unidas a tantas colectividades.
Mientras los protagonistas del desfile ultimaban sus preparativos, los obereños y los visitantes que llegaron desde distintos lugares de la provincia y del país comenzaban a ubicar sillas, sillones y banquetas para aplaudir y vitorear a los integrantes de sus propias colectividades. A pocos metros del final del recorrido, un nutrido grupo constituido por brasileños, ucranianos, alemanes y argentinos compartían el infaltable mate amargo acompañado con “pororó” dulce y salado, facturas y bocaditos dieron su testimonio de hermandad, en una tierra que “acoge a todos los que quieran habitar este suelo”. Como cada año, repiten el ritual de la espera, los aplausos y la algarabía.
A la alegría brasileña que repartió caipiriña a quien se animara, a lo largo del recorrido, los ucranianos le sumaron la ya tradicional presencia de “Rulo” Grabovieski que llenó la tarde de colomeicas, saltos y más alegría. Ojos celestes como el cielo que límpido que faltó a la cita, cabelleras rubias y morenas, contrastaban con un pequeño grupo que representaba a la comunidad mbya guaraní. Con una guitarra y un violín como únicos acompañantes, los representantes de la colectividad primigenia también se sintieron parte de la fiesta. No acompañaban a la bandera argentina, pero eso fue solo un detalle.
Al finalizar el desfile de colores y colectividades, ya en el interior del predio del Parque de las Naciones tuvo lugar la apertura oficial, con la invocación releigiosa, el corte de cinta acostumbrado y el acto protocolar que se desarrolló en el escenario principal. Himno de rigor, canción de Misiones y palabras alusivas. La fiesta comenzó.

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