Respuestas coherentes

Las elecciones Primarias dejaron un resultado transparente. La sociedad argentina apuesta a una continuidad ordenada. Una profundización con matices. Correcciones sin volantazos. Daniel Scioli quedó a poca distancia de ganar en primera vuelta en octubre y obtuvo tres millones de votos más que Mauricio Macri, su inmediato perseguidor. O cinco millones más que Sergio Massa, el tercero en disputa.
En Misiones, con el gobernador Maurice Closs convertido en «puntero» de Scioli, se dio una de las diferencias más altas sobre el segundo, con 45 puntos entre candidatos. La Renovación también fue ratificada con una distancia sideral sobre las otras propuestas, que, ni sumadas, alcanzan los 303 mil votos que obtuvo Closs como candidato a diputado nacional.
El modelo, o proyecto, como prefieren algunos, ya coherencia en el mensaje, fueron reconocidos por los argentinos en un cierre de mandato que lejos está de ser turbulento y que no se asemeja demasiado a un «fin de ciclo».
La influencia de la alta imagen positiva de la presidenta Cristina Fernández también se hizo notar, aunque no pueda cuantificarse en votos, ya que tácticamente se corrió de la campaña para dejarle vía libre al gobernador bonaerense. Dirigentes que responden a la demonizada agrupación «La Cámpora» desplazaron a históricos del PJ en algunas intendencias y Máximo Kirchner fue el dirigente más votado individualmente en Santa Cruz.
En la recta final hacia octubre serán muchos los movimientos para intentar torcer el rumbo. Pero en agosto, casi el 40 por ciento de los argentinos prefirió mantener firme el timón. Seguramente serán múltiples las presiones y las negociaciones para que Macri y Massa formen una alianza -legalmente imposible- para poder revertir la tendencia, pero la política no es una ciencia exacta y hay sumas que no dan resultados. Si eventualmente se lograra que Massa se baje de su candidatura, nadie garantiza que sus votos fluyan directamente hacia Macri. O los del peronista José Manuel De la Sota.
Por el contrario, Scioli, captando un puñado de votos del cordobés o de Adolfo Rodríguez Saá e incluso de los partidos menores que quedaron fuera de carrera, sumaría lo suficiente para ganar en primera vuelta. Quizás Scioli hasta pueda sumar votos radicales, enfurecidos con Ernesto Sanz por la entrega de la UCR al PRO.
La estrategia del mendocino fracasó rotundamente y por primera vez en más de cien años de historia, el radicalismo no llevará candidato a presidente ni en la fórmula. La crisis que comenzó a avizorarse cuando se hizo el pacto de Gualeguaychú se mostró en toda su dimensión el domingo. El radicalismo hizo su segunda peor elección de la historia, apenas por encima de 2003, después del desastre de De la Rúa. La salida en helicóptero del ex presidente y el estado en que dejó al país, justificaban el magro 2,34 por ciento obtenido. Ahora Sanz -y llamativamente algunos dirigentes radicales- sostienen que el 3,44 por ciento obtenido “no es una tragedia”. Pero el radicalismo quedó por debajo del voto en blanco que eligieron 989.823 argentinos y sacó menos votos que Margarita Stolbizer, quien cosechó 769.316, seguramente con muchos radicales desencantados con la alianza con el PRO.
En 2003, pese a la enorme crisis pos De la Rúa, nadie pensaba que el radicalismo no iba a recuperarse en algún momento. Todavía quedaban muchos intendentes y algunos gobernadores. Hoy el panorama es mucho más oscuro. Pero Sanz durmió “feliz” porque el radicalismo “aportó a la alternancia”.
El otro elemento no considerado por los que pretenden una alianza a cualquier costo, es que si bien Macri salió segundo, Massa sacó nada despreciables 20 puntos, con muchos dirigentes, candidatos a diputados e intendentes, que dependen de su continuidad. Si Massa se baja, serían muchos más los perjudicados puertas adentro. El tigrense, de todos modos, aseguró que “de ninguna manera” va a sellar un pacto electoral con Macri, al remarcar que representan “cosas distintas”. Sindicalistas e intendentes peronistas que lo acompañaron, también advirtieron que “el límite” es Macri.
Algo similar sucede en Misiones donde se presiona al radicalismo para cerrar sus puertas e ir todos detrás de la alianza PRO, con muchas más pérdidas que ganancias garantizadas.
Analistas en los medios y gurúes políticos se preguntan cómo un gobierno después de doce años logra semejante respaldo y culpan esencialmente a la oposición por «no unirse» ante el espanto de la continuidad. Dejan de lado, obvian en el análisis, por desprecio o manipulación, las virtudes del propio modelo para seguir sosteniendo la confianza de los argentinos.
En estos doce años, el Gobierno logró un inconmensurable desarrollo interno, fortaleció el Estado y recuperó sus principales activos, recreó industrias, defendió -sin claudicar- la soberanía argentina ante los poderes financieros y, sobre todo, brindó una inédita cobertura social a millones de argentinos que estaban invisibilizados, excluidos del sistema. Y lo hizo sin clientelismo, sino generando derechos. La Asignación Universal por Hijo no es la caja Pan entregada por un puntero, sino una rutina que se cobra a través de un cajero automático. La jubilación a quienes durante años trabajaron explotados en negro o quedaron fuera del circuito laboral en los 90 es un premio al esfuerzo y a la trayectoria de vida de millones de trabajadores «fantasmas» que llegados al epílogo de su vida, estaban desprotegidos.
No es casual que en el norte del país Scioli haya cosechado mayores respaldos. Los picos se registraron en Santiago del Estero (66 por ciento), Formosa (60,1), Misiones (57,6), Tucumán (57,1), Chaco (54,6), San Juan (54,5), Catamarca (51,6) y Corrientes (50,2). En cambio, los más bajos ocurrieron en la ciudad de Buenos Aires (23,2 por ciento), San Luis (19,6) y, principalmente, Córdoba (14,6). En estos dos últimos distritos sufrió la pérdida del voto peronista a manos de Adolfo Rodríguez Saá y De la Sota, respectivamente. En todas las demás provincias el candidato del Frente para la Victoria sacó por encima del 30 por ciento.
Pero no es, como menosprecia Macri, que el norte respaldó a Scioli por el «abuso del Estado» que «somete a quien pasa una necesidad». Es exactamente al revés. El norte argentino fue siempre el olvidado. Atrasado. Con menos recursos y obras de infraestructura. Y aquí, en estos años ha recuperado presencia el Estado que no somete, sino que contiene.
La “pobreza” que ve Mauricio desde sus oficinas de Buenos Aires, ya no es la que era cuando venía a votar a Garupá en los 90, cuando era natural que los chicos anden descalzos «porque hacía calor» y un tercio de la población misionera tenía sus necesidades básicas insatisfechas.
¿Por qué negar que la Asignación Universal beneficia a más de 140 mil misioneros? ¿O a sesenta mil jóvenes el Progresar? Son chicos que antes no existían para el Estado. Que se debían arreglar como pudieran y cuyo futuro estaba destinado a ser mano de obra barata y poco calificada. Eran números en la estadística «natural» de la pobreza. Hoy no solo son beneficiados directamente, sino que los recursos volcados a través de esos programas, se derraman directamente en la economía, en comercios, en ropa y alimentos, lo que produce un efectivo círculo virtuoso que favorece al empleo.
El “viven del Estado” o el más vulgar, “planeros”, con el que intentan justificar el rechazo hacia las propuestas más “sobrias” y conservadoras del PRO, oculta un inconfensable desprecio por la soberanía popular. En última instancia, es un voto en defensa propia. ¿Por qué votarían por candidatos que pretenden un Estado mínimo que nuevamente los dejará a su suerte?
Los analistas y pensadores de la oposición no entienden cómo no penetran sus ideas de «normalidad». Pero ocultan por conveniencia o desconocimiento, que sus propios candidatos no ofrecen nada mejor, sino, por el contrario, retrocesos, como Macri y su mirada económica o promesas efectistas, pero difícilmente efectivas, como Massa.
El resultado del domingo advierte que una lectura tan sesgada vinculada a la pobreza o la presión del Estado es demasiado básica. El Frente para la Victoria se impuso en 20 provincias y en dos perdió por el voto directo a sus gobernadores, como en Córdoba y San Luis. Macri ganó en la ciudad de Buenos Aires con comodidad, pero sacó menos votos que hace un mes, en la segunda vuelta porteña que coronó a Horacio Rodríguez Larreta como nuevo intendente. Larreta acaparó 860.802 votos (51.64%) y obtuvo 109.245 sufragios más que los que acuñó Macri en estas PASO nacionales. La fuga es más dramática si se compara con la interna del PRO en abril, cuando las fórmulas de Larreta y Michetti sumaron 882.421 votos, casi 130 mil más que los que juntó el saliente jefe de Gobierno porteño. Allí, mal que le pese a Mauricio, hay un voto castigo a su giro ideológico. Está claro que la etapa Nac&Pop que asumió en las últimas semanas alejó a sus propios votantes. Pero del otro lado, nadie le cree ese vuelco y él mismo se encarga de desmentirlo. Apenas pasadas las primarias, le dijo a La Nación -diario que ya no esconde sus deslices- que “el mercado” determinará si hay que devaluar. La sociedad exige y premia coherencia.
Antes de las PASO, Macri se conformaba con perder por menos de diez puntos, pero con los votos en las urnas, intentó minimizar el impacto de los tres millones de votos menos. “Yo gané la elección. Competía en las PASO y gané. El kirchnerismo hizo una mala elección”, aseguró. Nadie esperaba que no se impusiera en las primarias. Ni Sanz en su sueño más romántico.
Aún con los números puestos, muchos dirigentes de la oposición todavía creen que alcanza con sumarse para tener un mejor octubre. Según esa ecuación, el 60 por ciento de los argentinos está en contra de la continuidad del modelo, porque Scioli sacó “solo” el 40 por ciento. Rara lectura democrática, porque con el exacto mismo criterio, el 70 por ciento de los argentinos no votó a Macri y el 80 por ciento no prefirió a Massa. En el sistema democrático argentino, gobierna el que más votos obtenga.
En Misiones los resultados de las Primarias también marcaron el pulso de lo que se puede esperar en octubre. El gobernador Maurice Closs, como candidato a diputado nacional y “puntero” de Scioli, se hizo cargo de la campaña que unió al Frente Renovador con el Frente para la Victoria, como en el lejano 2003. El resultado fue contundente.
La lista encabezada por Closs obtuvo 303.767 votos -52 por ciento-. Ese número es inalcanzable aún si se sumara toda la oposición.
La clave de la distancia entre Closs y los demás tiene múltiples lecturas. Pero las principales son la valorización de la gestión y la idea de continuidad que se sostiene con Scioli en la Presidencia. Misiones logró concretar muchas transformaciones en los últimos años con la ayuda esencial de la Nación por una idea política compartida: la de tener a un Estado rector. Scioli, vicepresidente de Néstor Kirchner y ocho años gobernador de Buenos Aires durante los dos mandatos de Cristina, es una garantía de mantener esa sintonía fina e incluso mejorarla en algunos aspectos, como la recuperación de competitividad de las economías regionales, un reclamo prioritario de Closs y otros gobernadores, que no fue atendido en esta última etapa, ocupada la política económica en otros frentes ante el ataque permanente de los Fondos Buitre y los especuladores del dólar ilegal, que presionan por una devaluación inmediata.

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La foto de Closs, el presidente de la Legislatura, Carlos Rovira y Hugo Passalacqua hace casi un año en el Centro del Conocimiento, cobra mayor dimensión con los resultados puestos. Fue una clara apuesta por el bonaerense, que desde entonces, puso a sus equipos técnicos en permanente vinculación con los misioneros. Ya hay una agenda de trabajo en marcha y Scioli es quien mejor conoce las necesidades de la Provincia en materia de inversiones y desarrollo. No hay improvisación ni visitas de ocasión, sino un extenso trabajo mancomunado.
Otra clave del triunfo de Closs puede buscarse en su forma de hacer política. No se detiene nunca. Visitó cada uno de los municipios misioneros con la gestión como bandera, inaugurando obras cuando se podía o visitándolas cuando la ley puso restricciones. Escuchando, dialogando con intendentes y vecinos. Estuvo una, dos o tres veces en algunas ciudades y basó su estrategia en renovar el vínculo de confianza para “ayudar a Hugo y Oscar en la continuidad” de las transformaciones desde el Congreso nacional. Puede gustar o no, dice, pero es “mi forma de hacer política”.
Esa forma de hacer política está lejos de otras visitas fugaces y giras mediáticas que encararon algunos otros candidatos. El mejor ejemplo es el de Humberto Schiavoni, quien desde hace años no vive en Misiones y en esta campaña apenas recorrió los medios de las principales ciudades. La respuesta de los misioneros fue en igual medida: apenas sacó 72.425 votos y el PRO solo ganó en algunas mesas del centro de Posadas, mientras que fue derrotado por paliza en casi toda la provincia. El ex ministro de Ramón Puerta es hoy el presidente del PRO, pero sacó menos que su actual jefe político, que alcanzó los 85.340.
La pobre perfomance le habría valido duras recriminaciones al ex ministro de Economía misionero. Macri se quejó por los magros resultados en el NOA y el NEA, dos regiones que estuvieron a cargo de Humberto Schiavoni, Emilio Monzó y Pablo Walter y en donde si bien el intendente porteño no esperaba derrotar a Scioli, no imaginaba que la diferencia fuera tan importante como para acercar al ex motonauta a un escenario de un triunfo en primera vuelta. Sumando los votos de Tucumán, Santiago del Estero, Salta, Formosa, Chaco, Jujuy, Misiones y Corrientes, Scioli le sacó al frente Cambiemos una diferencia de 1.395.152 sufragios, alrededor del 75 por ciento de la distancia a nivel país: 1.828.835 votos. Macri admitió ¿ingenuamente? que «hubo problemas de fiscalización».
De todos modos, el resultado del PRO en Misiones es una luz de alarma -de emergencia- para el resto de los partidos de la oposición. Con apenas una o dos apariciones, el macrismo cosechó bastante más que el resto. De hecho, la tercera fuerza más votada en la categoría Diputados nacionales en Misiones, fue el voto en blanco, por encima del partido Proyecto Popular -que fue una colectora de Scioli-. Es decir, si se suman los votos de Closs y Bárbaro, la distancia con el resto es abismal. A Bárbaro le fue muy bien en términos totales, pero el chacarero admite que perdió fuerza donde tenía su mejor caudal, la zona productiva del Alto Uruguay y reconoce que la Renovación logró imponerse donde él construyó su figura. En cambio, sacó buenos resultados en Posadas, Bernardo de Irigoyen, Andresito, Eldorado o Iguazú, donde la influencia de Vanguardia, el grupo de radicales que lo acompañó, se hizo notar. En Posadas, donde el grupo de María Losada y Hugo Escalada es más fuerte, es donde más se fortaleció Bárbaro.
El radicalismo apenas cosechó en conjunto 56.147 votos, con cuatro listas en competencia. Hernán Damiani, presidente de licencia, fue el «ganador» con apenas 24.002 votos. Fue tan dramática la elección de la UCR que ni siquiera los candidatos aparecieron por la casa radical que fue, con Damiani en soledad, más que nunca, la sede de la derrota.
Finalmente, en sexto lugar aparece Ramón Puerta con su núcleo duro de seguidores y 53.529 votos, bastante por debajo de sus años de gloria. Sin embargo, nadie puede negarle al ex gobernador la constancia y su innegable capacidad de seguir vigente aún desde la periferia. Sus apoderados intentaron una jugada audaz para «adueñarse» de 40 mil votos fantasmas, en una estrategia similar a cuando el apostoleño contó para si los votos en blanco. Campeones morales de la derrota, en el Frente Unidos están convencidos de que son la segunda fuerza política misionera, ya que el massismo alcanzó los 90.911 votos, un poco más que Macri en soledad. No dicen, claro, que suman votos de un frente contra los de un candidato.
Ahora es tiempo de barajar y dar de nuevo. El escenario es otro y aunque nadie espera que los resultados muten, cada cual redefine estrategias para mejorar aunque sea un poco.
En la Renovación, Closs entiende que los resultados pueden ser incluso mejores que en agosto, ya que se sumarán a la carrera los intendentes que buscarán revalidar sus cargos, los aspirantes a reemplazarlos, los candidatos a diputados y el gobernador y vice. Es decir, la maquinaria política del oficialismo se activará a su máxima potencia, lo que generará una mayor efervescencia. Solo los sublemas ya garantizan una movilización mucho mayor.
El PRO también encara una profunda revisión de su campaña y seguramente se verá mayor presencia dirigencial en Misiones con la incorporación del converso Alex Ziegler como figura estelar y candidato a gobernador. Sin embargo, la suma del diputado nacional no parece haber modificado las expectativas. En el departamento Eldorado el PRO apenas cosechó 6.630 votos, contra 25.933 de Scioli.
Puerta también intentará revitalizar su campaña con Massa para seducir a los misioneros, mientas que Bárbaro ya anunció que se bajará de su candidatura y será candidato a gobernador, lo que generará un reacomodamiento de fuerzas.
La gran incógnita es saber qué pasará con el radicalismo. La cúpula quiere forzar una alianza con el PRO -ilegal-, lo que condenaría al partido a no contar con candidato a presidente ni a gobernador en Misiones. La firmeza de Gustavo González es lo único que lo sostiene en pie. Si era por algunos dirigentes, ya hace tiempo hubieran entregado las llaves del partido. Pero González siente que aún perdiendo, lo que gane será del radicalismo, mientras que en una sociedad con el PRO, deberán mendigar cargos y sus candidatos a intendente tendrán que competir con los de amarillo. Esto, claro está, en caso de que las sumas sean lineales y sin contar que, ni unidos, los opositores alcanzan los votos alcanzados por la Renovación.

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