Finanzas y bloques de poder

En los siglos XVIII, XIX y comienzos del siglo XX, el esquema del patrón oro regía las transacciones económicas y el sistema monetario mundial, con epicentro en Londres; si bien algunos países tenían la plata como metal de atesoramiento, eso no alteraba el contexto general del poder financiero, entendido el mismo como parte principalísima del poder real.
La hegemonía británica duró hasta la primera guerra mundial, terminada la cual, la supremacía financiera –y económica- pasó a estar disputada con EEUU, con el fiel de la balanza inclinándose a favor de Washington.
En la segunda gran guerra con la victoria como una cuestión de tiempo, en 1944, anglos y yanquis rubricaron los Acuerdos de Bretton Woods, con los que se definieron las pautas de la arquitectura financiera mundial, que tendría al dólar como moneda de cambio internacional, inicialmente convertible en oro; además de lo cual se acordó crear el Banco Mundial, el FMI y otras medidas que pasarían a ser rectoras de la finanzas mundiales.
En esas reuniones, entre otros destacados economistas anglosajones, participó John Maynard Keynes, quien sugirió la creación de una moneda internacional, el Bancor, para servir de divisa internacional. La propuesta de Keynes, mucho más neutra que la impuesta por EEUU, no prosperó, con lo cual se acordó que el dólar estadounidense pasara a ser la divisa rectora de las transacciones internacionales, opacando a la libra esterlina, que ya había perdido la supremacía a consecuencia del debilitamiento británico causado por la primera guerra mundial. Sin duda el entonces Secretario del Tesoro de EEUU, Henry Morgenthau, fue uno de los más influyentes en la conformación de la arquitectura del Poder Financiero Global, definida en Bretton Woods. Para entender con meridiana claridad las deshumanizadas pautas de ese Poder Financiero, cabe recordar que el Plan Morgenthau diseñó el genocidio económico que iba a ser aplicado vengativamente a la Alemania de Posguerra, provocando hambrunas; miseria estructural atada a una economía primarizada, sin industrias ni tecnología propias; desarticulación socio – económica y éxodo poblacional masivo. El surgimiento de la Guerra Fría y las tremendas tensiones del bloqueo de Berlín Oeste, hicieron cambiar aquel siniestro plan, por el Plan Marshall, que dio oxígeno financiero y todo tipo de facilidades, no solo a la Alemania Occidental, sino a todo el bloque europeo occidental. Los temores a la expansión comunista fueron superiores a los deseos de venganza y exterminio planificados para los “problemáticos” germanos, sindicados como causantes de los dos horrorosos conflictos mundiales, que en verdad fueron guerras entre imperios para la repartija del mundo.
Cabe aquí recordar, que en 2001/2002, y a consecuencia de un cuarto de siglo de muy pernicioso neoliberalismo, estuvo vigente para Argentina una reedición del Plan Morgenthau, que fue diseñado por Rudiger Dornbusch y Ricardo Caballero, economistas del MIT, del riñón del establishment financiero transnacional, para cuya aplicación efectiva contaron con las habituales complicidades de economistas, políticos y comunicadores ultra liberales de nuestro país…¡los mismos que quieren reinstaurar el modelo neoliberal en 2015!
Desde 1945, con esas medidas, EEUU no solo era la gran potencia hegemónica, sino que además (y por cierto no es un tema secundario) pasó a ser el banquero del mundo, con capacidad para imprimir moneda necesaria para todas las transacciones internacionales. Ni la otra gran potencia de la era bipolar, la URSS, pudo evitar hacer las transacciones “con el resto del mundo” (occidente) utilizando la moneda norteamericana, que de hecho pasó a ser la divisa mundial.
A comienzos de los años ’70, hubo cambios significativos en el mundo, que no todos ellos fueron a ese momento evaluados en sus notables complejidades y consecuencias.
El consumismo exacerbado de EEUU y el uso irracional de los automotores en detrimento de medios de transporte más económicos y energéticamente mucho más eficientes, como ferrocarriles y similares, ocasionaron que pese a su enorme producción, ese país se transformó en importador crónico de petróleo, con saldos deficitarios crecientes año a año, y con las debilidades geopolíticas consecuentes. A la vez, los saldos anuales de la balanza comercial norteamericana pasaron también a ser crónica y crecientemente deficitarios. Los gigantescos presupuestos de Defensa, con Vietnam y luego otros operativos bélicos como epicentros, generaron también crecientes déficits fiscales, que hoy alcanza volúmenes patológicos exorbitantes.
Todo el contexto, sumado a las posiciones firmes de algunos países, como la Francia de De Gaulle, que exigieron cambiar sus reservas en dólares por oro, hicieron caer peligrosamente las reservas en metálico del Tesoro de EEUU; ante cuyo panorama Nixon decretó la inconvertibilidad del dólar en 1971. Si bien inicialmente tuvo pocas repercusiones concretas, eso de hecho significó que la poderosa divisa norteamericana pase a ser simple papel pintado.
Las sucesivas crisis petroleras cambiaron el mundo, transformando parcialmente las ecuaciones del poder. Fueron la excusa perfecta para imponer las ideas político-económicas neoliberales, que no solo significaron una tremenda forma de neocolonialismo financiero que arrasó casi todo el mundo desde el último cuarto del siglo XX. También afectaron las ecuaciones del poder económico real en los “países centrales” (los del hoy alicaído “club” de G 7), pues al quitar controles y regulaciones a las finanzas, hizo crecer desmesuradamente las especulaciones instrumentadas por el poder concentrado de los grandes Bancos, que se lanzaron a sucesivas y cada vez más arriesgadas operaciones de “arquitectura financiera”, de una forma tal que la riqueza nominal de los activos financieros dejó de tener su correlato en la economía real, formando gigantescas estructuras financieras sin bases concretas, que terminaron desmoronándose como castillos de naipes en la gigantesca crisis de las hipotecas basuras y derivados financieros, que estalló en 2008, y que aun no encuentra efectiva solución total. Para actuar sin controles, el Poder Financiero logró en EEUU evitar la aplicación de la Ley Glass-Steagall, que establecía diversas salvaguardias.
Mientras tanto, la realidad geopolítica mundial cambió rápida y acentuadamente. Los “desobedientes” del mundo, que no se ciñeron al libreto neoliberal, o que lograron salirse de él, lograron crecer y desarrollarse acentuadamente; pasando a ser los países emergentes, una nueva categoría, que no encuadra ni en el subdesarrollo ni en las potencias tradicionales del G 7 y sus socios privilegiados; son los BRICS. Los cuatro principales de ellos tienen estatura de potencias económicas mundiales. Además, no debe soslayarse que dentro del menos promocionado Grupo de los Doce Emergentes, está Argentina, como parte del hoy influyente G 20.
El BRICS formó su propio Banco de Desarrollo, con una estructura que no solo evitará a sus miembros depender del FMI, sino que podrá proyectarse al resto del mundo, compitiendo con los ya desgastados organismos creados por Bretton Woods; además de lo cual al prever usar otras monedas para las transacciones internacionales, debilitarán más al dólar y al problematizado euro. La divisa europea, originalmente concebida como alternativa fuerte al dólar, está amenazada por las evidentes fracturas que aquejan a la poderosa pero conflictuada y semi estancada Unión Europea. Una “unión” que no demuestra ni un ápice de solidaridad.
Por otra parte, la Organización de Cooperación de Shangai (OCS), terminó de incorporar a India, teniendo a los tres pesos pesados del BRICS (China, Rusia, India), además de numerosos países asiáticos –varios en franco desarrollo- y otras naciones más. Con una arquitectura que se presenta como más flexible, participativa, e igualitaria que otros entes multinacionales “occidentales” (como la Alianza del Pacífico, el Pacto del Atlántico (EEUU-UE y socios menores), y otros acuerdos con improntas neoliberales; la OCS es otro factor de poder, previsiblemente creciente, que junto con el bloque BRICS respalda de hecho a China y Rusia, en las peligrosas pulseadas que se pueden observar desarrollándose en diversos escenarios de conflictos en el mundo.
Las peligrosas escaladas de conflictos, en las que la OTAN parece responder básicamente a los designios de las que recientemente califiqué como las Potencias Neocolonialistas del Siglo XXI (EEUU, Gran Bretaña, Francia), con peligrosas sobreactuaciones de potencias militares de tercer orden, como España, Polonia y otros; muestra escenarios sumamente conflictivos y potencialmente catastróficos, como Ucrania, Siria, las amenazas a Irán, los menos difundidos conflictos en África, las tensiones en el Mar de China, las concentraciones de fuerzas antagónicas en el Báltico, el Negro y el Mediterráneo; formando un cóctel explosivo, que algunos actores parecerían tentados a tensar en escalas irracionales.
Varios renombrados intelectuales –como Noan Chomsky, Lyndon LaRouche, Naomí Klein y Alexander Dugin-, expresaron sus preocupaciones ante el descontrol del Poder Financiero “Occidental” y los afanes belicosos de grupos del poder político y militar vinculado a aquel.
No pueden sorprender las resistencias y pretendidas operaciones de descrédito que diversos sectores oligárquicos ultra conservadores de Argentina, realizan en contra de los acuerdos estratégicos rubricados con China, con Rusia, y el que está en marcha con India. Esos sectores han sido siempre proclives a la subordinación total y explícita a los designios de las potencias anglosajonas, a las cuales continúan reportando y obedeciendo en los hechos.
Las finanzas con sus condicionamientos implícitos, son otro escenario más de las luchas que día a día se libran, por el dominio del Poder Mundial, en un panorama muy complejo marcado por la multipolaridad actual.
Esa multipolaridad geopolítica, en lo financiero está marcando una vuelta a la bipolaridad; con la Banca fuertemente especulativa y cargada de ideología neoliberal, en el bloque de las potencias tradicionales (la hoy poco citada Comisión Trilateral, formada por América del Norte, Europa y Japón; o más precisamente, el devaluado G 7); y por la otra parte el dinámico y creciente bloque BRICS, el cual hasta donde pudo constatarse, posee otros paradigmas muy diferentes en el accionar financiero, libre de las presiones asfixiantes neoliberales; y con mucho sentido geopolítico, mostrando una filosofía “win-win” (ganar-ganar), aplicable tanto a otorgantes como a receptores de las operaciones crediticias, volcadas básicamente a acciones de desarrollo socio económico.
Por supuesto, es esperable que ocurran profundos cambios, lo que asombra es la celeridad con la que se producen.

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