«Somos una fundación autodestructible»

Pascual Pérez tiene 32 años, aunque la barba tupida hace indescifrable su edad. Es correntino y viste como tal: bombachas, pañuelo y sombrero de cuero. Egresado de la Escuela de Guardaparques de San Pedro, Misiones, es el coordinador de guardaparques de las reservas de Conservation Land Trust (CLT), el emprendimiento que el millonario Douglas Tompkins desarrolla en Corrientes. Su manejo de las tareas de campo y el idioma guaraní, le permiten un buen acercamiento con la gente local.
Es el encargado del manejo de toda la reserva, compuesta de 130 mil hectáreas en siete parques.
Tiene claro el concepto de lo que se pretende y dice que la reserva puede ser el factor que saque de la pobreza a los pueblos y habitantes de toda la zona. «Los pueblos de la cuenca son pobres y están en el edén», dice. La idea de CLT va más allá de la reintroducción de especies y recuperación de la naturaleza. El objetivo es que genere recursos para que todo el entorno mejore su calidad de vida. «Por eso hay que evitar los monopolios turísticos y apoyamos a las cooperativas de vecinos que trabajan y pueden vivir del turismo», señala.

Karina Spørring y Pascual Pérez, dos de los responsables de la reserva San Alonso.
Karina Spørring y Pascual Pérez, dos de los responsables de la reserva San Alonso.

«Somos una fundación autodestructible, ya que si todo funciona como queremos, la idea es que CLT se haga a un lado», señala, haciendo propio el concepto.
Pascual está desde 2007 junto a Tompkins, a quien primero miraba con desconfianza, como la mayoría de los correntinos y argentinos. Pero la creación del Parque Nacional Mbrucuyá, otra pequeña reserva que tiene Corrientes, le abrió los ojos. Había sido un danés, como Spørring, el que donó las tierras para la creación del parque. «Ahí me interesó la propuesta de Tompkins y justo había una búsqueda orientada a alguien que supiera guaraní y andar a caballo. Justo para mi. Pasé el primer año recorriendo las estancias a caballo para hacer un relevamiento de todos los lugares que se iban a proteger», cuenta.
Fue ganando la confianza y espacios de responsabilidad. «Por suerte no tenemos que usar uniforme», ríe. También dice que cambió desconfianza por un disfrute de su trabajo. «No intentamos convencer a nadie, sino que necesitamos objetivos», señala.
Su trabajo lo elevó en el mando del grupo. Ya conoció Chile, la Patagonia, el Parque Nacional Fidelidad y lo consultan permanentemente. Aunque podría trabajar en otra reserva en cualquier parte del mundo, su lugar es Corrientes.

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