Cumbres borrascosas

La histórica foto entre Raúl Castro y Barack Obama en la Cumbre de las Américas en Panamá, no sólo es el reflejo del giro diplomático de Estados Unidos hacia Cuba, sino que sintetiza el cambio de época que tiene a los países del cono sur como protagonistas en una relación que ya no es de sometimiento.
Cuando nació este diario, hace quince años, la política argentina y en general, la latinoamericana, vivían un tiempo de crisis que se limitaba a buscar la aprobación de Estados Unidos y los organismos financieros internacionales, que tenían de rodillas al mundo con sus recetas de préstamos, endeudamiento y ajuste. El estallido de la Argentina que provocó la huida por la azotea de De la Rúa fue la semilla que permitió germinar la transformación.
A poco de asumir, el presidente Néstor Kirchner tomó la decisión de renegociar la deuda externa con una quita sustancial que no ahogue al país y pagarle al FMI para obtener independencia económica. Después vino una recordada cumbre de las América en Mar del Plata, donde, junto a Hugo Chávez y Lula Da Silva se pergeñó el rechazó al ALCA ante la impávida mirada de George Bush hijo, que tuvo que irse con las manos vacías y la certeza de que Latinoamérica estaba decidida a dejar de ser el patio trasero de los “consensos” planificados en Washington.
Obama nunca tuvo una relación especial con Latinoamérica. Fue más bien distante, con algunos picos de buena sintonía y otros que fueron desastrosos, como el espionaje a Dilma Rousseff o la declaración en contra de la “amenaza” de Venezuela a la seguridad de Estados Unidos. Pero en el camino también decidió acercarse a Cuba y poner fin al bloqueo en contra de la isla. Nada hace avizorar que la relación sea más fluida a partir de la cumbre de Panamá, pero sí queda claro que las relaciones con la mayoría de los gobiernos regionales ya no se da desde un vínculo asimétrico, sino de necesario respeto por las autonomías. Ya nadie calla ante la injerencia de Estados Unidos y sus habituales “deslices” en la región. Obama no hizo demasiados esfuerzos para que haya una conexión más cercana y muchos de sus funcionarios siguieron la tradición de actuar como un indeseado hermano mayor, sin reconocer los nuevos vientos del sur.
El secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), José Miguel Insulza, dijo que la VII Cumbre de las Américas, con la participación de Cuba por primera vez, demuestra que la «inclusión» es «lo fundamental» para avanzar y que las exclusiones no dan los resultados deseados. Para el secretario saliente de la OEA en el cónclave de Panamá se «rompe con un pasado» y se inicia un presente que espera que sea «perdurable», porque si se desea realmente «una América basada en principios de inclusión, soberanía y democracia es fundamental que estemos todos».
Es la primera vez que se suma Cuba al cónclave de presidentes que sesiona desde 1994. La cuna de la revolución del Che Guevara vuelve por exigencia de los países latinoamericanos y después de que Obama decidiera acercar posiciones. Fue en la misma Panamá en 1956, la última vez que un presidente de Cuba, el dictador Fulgencio Batista, y de Estados Unidos, Dwight Eisenhower, se reunieron antes de la ruptura, en 1961, de relaciones diplomáticas.
Esa cumbre también fue histórica, aunque el contexto político era bien distinto. América estaba gobernada por numerosas dictaduras con la aprobación de Estados Unidos y las corporaciones dominantes. Además de Batista, asistieron Anastasio Somoza, de Nicaragua; Alfredo Stroessner, de Paraguay; Marcos Pérez Jiménez, de Venezuela; José María Velasco Ibarra, de Ecuador; Pedro Aramburu, de Argentina, y el golpista Carlos Castillo Armas, de Guatemala.
Brasil fue representado por el desarrollista Juscelino Kubitschek; Bolivia, por Hernán Siles Suazo; Costa Rica, por José Figueres Ferrer; El Salvador, por José M. Lemus; Haití, por Paul Magloire; Alberto Zubiria representó a Uruguay; Manuel Prado, al Perú; Adolfo Ruiz Cortines, a México, y por República Dominicana asistió Héctor Trujillo, hermano del dictador Rafael Leonidas Trujillo. Gustavo Rojas Pinilla, el dictador que gobernaba Colombia, se ausentó por enfermedad.
Un dato anecdótico pinta el cuadro de situación. Juan Domingo Perón, quien había sido derrocado meses antes por Aramburu, estaba exiliado en Panamá. Durante la cumbre, Perón decidió pasarse unos días en Nicaragua.
En ese entonces se celebraba el aniversario del Congreso Anfictiónico que 130 años atrás había convocado Simón Bolívar para consolidar la unidad de las nuevas repúblicas y facilitar acuerdos de defensa común en un continente recién liberado. Pero las decisiones tomadas en 1956 no resultaron un homenaje.
La cita americana culminó con la Declaración en la que los mandatarios prometían hacer de América “el baluarte de la libertad del hombre y de la independencia de las naciones” contra la “amenaza de fuerzas totalitarias, ajenas a la tradición de nuestros pueblos y sus instituciones”.
Se referían al fantasma que recorría ya no sólo Europa, sino que encendía el corazón de miles de jóvenes alrededor del mundo. Apenas tres años después triunfaba la revolución en Cuba y la misma Organización de los Estados Americanos adoptó en represalia, por sugerencia de John F Kennedy, «La Alianza para el Progreso» y en 1962 se expulsó por 14 votos a favor y seis abstenciones (Brasil, Argentina, Chile, Bolivia, Ecuador y México), a Cuba de la asistencia a las cumbres, por considerarlo contrario a los intereses americanos.
La Alianza para el Progreso fue la pantalla para el cambio de paradigma en las estrategias de seguridad. Ya no había un temor externo, sino que el enemigo estaba dentro de la propia América. La nueva “Doctrina de la Seguridad Nacional” postulaba que las fuerzas armadas de los países americanos se constituyeran en aliadas del gobierno norteamericano en la lucha contra la subversión.
La defensa de la “democracia” y de las libertades no significaba lo que significa hoy. Con el argumento de frenar el avance del comunismo se justificaron sangrientas dictaduras y la sumisión económica a los intereses de Estados Unidos, con consecuencias que se padecen hasta hoy, además de miles de víctimas en todo el continente. Estados Unidos llegó a actuar directamente a través de la CIA, financiando golpes de Estado o directamente con invasiones, como la fallida de Bahía de los Cochinos o en la propia Panamá.
La presidenta Cristina Fernández, en su breve discurso, fue clara. Para resolver las preocupaciones sociales que fueron el lema de la Cumbre, los problemas deben ser “abordados con sinceridad porque sin sinceridad, podemos abordar los problemas, podemos describirlos pero difícilmente podamos llegar a la raíz de por qué surgen esos problemas”.
Pese a la expectativa puesta en el acercamiento de Estados Unidos a Latinoamérica, Obama, no se salió demasiado del libreto y dio un discurso aséptico. “No queremos estar atrapados en la ideología; me interesa el progreso, los resultados, no las argumentaciones teóricas”, dijo el estadounidense, quien pidió no usar a su país como “excusa” de los problemas continentales.
Cristina no dudó en responder la declaración de Obama, quien no se quedó a escuchar los discursos de sus colegas. “No nos confundamos, yo sé que al presidente Barack Obama -lo acaba de decir- no le gusta mucho la historia o le parece que no es importante. A mí me ayuda a comprender lo que pasa, lo que pasó, por qué pasó y fundamentalmente, a prevenir lo que puede llegar a pasar. No para recordarla y autoflagelarnos o como un ejercicio de masoquismo, sino para comprender por qué pasaron las cosas”, sentenció la argentina.
Pese a las buenas “intenciones”, la Cumbre de Panamá acabó sin una declaración consensuada por presión de los Estados Unidos y Canadá que se opusieron a que se declare la ampliación de la obligación del Estado respecto a los derechos sociales.
Para Insulza, el secretario saliente de la OEA, en el cónclave actual de Panamá se “rompe con un pasado” y se inicia un presente que espera que sea “perdurable” porque si se desea realmente “una América basada en principios de inclusión, soberanía y democracia es fundamental que estemos todos”.
Esa es una de las claves del encuentro en Panamá. Se reunieron 35 mandatarios que gobiernan a 968 millones de ciudadanos y en la mayoría de los países, la inclusión a la que hace referencia Insulza implicó desobedecer las tradicionales políticas de ajuste dictadas por Estados Unidos y sus satélites financieros. En la mayoría de los países que eligieron presidentes en los últimos años, la discusión se basó en modelos de inclusión o el retorno de políticas neoliberales representadas por Aecio Neves en Brasil, o Henrique Capriles en Venezuela. Dilma y Maduro fueron ratificados y en Chile volvió Michelle Bachellet después de un fugaz y del conservador Sebastián Piñera.
Es el mismo debate que se plantea en la Argentina de cara a octubre. Los candidatos que aspiran a suceder a Cristina Fernández en el oficialismo, proponen la profundización del modelo, con el Estado como actor central de la economía y de las políticas sociales.
Lejos de presentarse como un fin de ciclo, el Gobierno está decidido a institucionalizar algunas transformaciones de los últimos años.
Esas transformaciones son la piedra basal del modelo y difícilmente puedan ser borradas de un plumazo sin un elevado costo político. No es casual que los candidatos de la oposición prometan sostener la Asignación Universal, aunque no digan cómo harán para tener recursos cuando en paralelo anticipan eliminar retenciones o el impuesto a las Ganancias. Por eso no sorprendió que el PRO haya votado a favor de la reestatización de los trenes. “El PRO es el único partido de izquierda que hay en el país”, según el cómico asesor Jaime Durán Barba. En este caso, acertó. La izquierda dio una nueva muestra de su confusión ideológica y votó en contra de que la Argentina recupere el control sobre los trenes.
La interna del oficialismo transcurre entre la necesidad de garantizar la continuidad y los matices que cada candidato puede aportar. Daniel Scioli es quien se muestra más abierto a establecer puentes con los sectores enfrentados al Gobierno, mientras que Florencio Randazzo promete no ceder ante las presiones del establishment. Sergio Urribarri, el gobernador de Entre Ríos y otro de los aspirantes, se ofrece como un gestionador que conoce las necesidades del interior ante la puja del centralismo porteño. El entrerriano también vino a Misiones a presentar sus propuestas de campaña con la prioridad de contrarrestar el atraso de toda la región NEA como estandarte. La llegada del gasoducto –Entre Ríos también carece de redes en vastas zonas de la provincia- y la recuperación del tren mesopotámico son objetivos compartidos con el gobernador Maurice Closs, a quien destacó como otro referente del interior que muestra que “la transformación se puede alcanzar con buena gestión” y el respaldo del Gobierno nacional. Uribarri tiene, como Scioli, para mostrar, los resultados de su propia gestión como gobernador. Entre Ríos fue la provincia que más creció en el centro del país, por encima de potencias como Córdoba o Santa Fe.
El propio Closs hizo referencia al momento político que vive el país. El viernes, durante la presentación de una nueva etapa del ProAlimentos con créditos para las chacras misioneras, advirtió que “el futuro y ese futuro se define viendo las cosas que se consiguieron”.
“No tengo duda que el agro misionero es un agro distinto, que no es el agro que existía a principios de siglo. Hay que acordarse las épocas del éxodo, de los abandonos, cuando te decían “andate como fuera”, analizó. Para el mandatario misionero, “el modelo de la oposición es esta vez fácil de contrarrestar y de comparar porque va a ser un modelo liberal”.
“Ser liberal es muy fácil, es lo más fácil que hay. Porque ser liberal es, en la vida, prácticamente como la ley de la mandarina es “a pelarse”, si te va bien, te va bien, pero si te va mal arréglate solo”, sentenció.
“En esta definición de modelos planteamos un Estado presente. Seguramente hay mucho que corregir, seguramente nos cuesta negociar y pelear con economías regionales como lo hacemos, pero dentro de este modelo. Este modelo puede tener cambios, pero no dar pasos para atrás. Hay pasos siguientes, hay posibilidad de cambiar dentro de un esquema del modelo”, expresó.
En una entrevista exclusiva concedida a Misiones On Line, Closs consideró que “la oposición se ha equivocado en denigrar constantemente las políticas nacionales y no reconocer nada bueno” y afirmó que “en esta sociedad dividida, que se da por acciones de varios actores, llegamos con un Gobierno nacional que tiene el acompañamiento de la mitad de la población y eso no es menor después de doce años. Es una buena plataforma para que luego de las PASO, se pueda aspirar a ganar en primera vuelta”.
Closs evitó dar precisiones sobre la fecha de las elecciones, que coincidiría con las nacionales, y aseguró que “la discusión debe pasar por las propuestas políticas que tenemos”.
La Renovación entra al período electoral con la fortaleza de la gestión como principal bandera política. En cualquier encuesta, la propuesta del Gobierno crece sostenidamente. En los últimos días funcionarios de primera línea encararon un minucioso trabajo de base en el interior, enfocado en los dirigentes que acompañaron al modelo en las últimas elecciones pero no llegaron a las intendencias o concejalías. También los intendentes reciben la constante atención del vicegobernador Hugo Passalacqua y varios ministros en un trabajo político que luego se trasladará a la propuesta electoral.
De esos encuentros se recogen inquietudes que se transforman en toma de decisiones. Closs anunció la incorporación de mil policías para reforzar la seguridad ciudadana, pero con un escuadrón destinado exclusivamente a custodiar plazas durante las noches para recuperar los espacios comunitarios tomados por la inseguridad y en algunos casos, por la droga, amparados en la oscuridad de la noche. La primera etapa se hará en Posadas y después se replicará en el interior.
La seguridad está al tope de la preocupación ciudadana. Pero no todo depende del accionar de la Policía. En Posadas se estima que hay unos 200 delincuentes consuetudinarios. Los uniformados los conocen hasta por el apodo de tantas veces que los encerraron. Pero pocos jueces confirman una condena efectiva que permita después considerarlos reincidentes y dejarlos un tiempo tras las rejas. Esa es la verdadera puerta giratoria. La traba principal para lograr una condena efectiva se encuentra en la Cámara Penal de Apelaciones, que devuelve cada caso de los tribunales inferiores.
No es la única barrera. En la Legislatura duerme un proyecto de ley para que la Policía provincial pueda actuar para combatir el narcomenudeo y desbaratar así las microorganizaciones criminales que más preocupan al vecino del barrio y que tienen como clientes principalmente a los jóvenes. La droga se traduce en hechos de inseguridad, pequeños robos que afectan al vecino del barrio. Pero el principal lobby en contra del proyecto surgió de los jueces provinciales que se sublevaron ante la posibilidad de tener que manejar cientos de nuevas causas. Esto pese a que el Poder Judicial fue uno de los que más respaldo recibió de parte del Estado, con la creación de decenas de juzgados y cargos para hacer más eficiente el trabajo.
Mientras el Gobierno sigue adelante con la gestión como bandera política, en la oposición el escenario aparece fragmentado y con severos problemas de identidad a escasos meses para las elecciones.
El peronismo de a poco va recuperando presencia, con la presidencia de Juan Manuel Irrazábal y la candidatura itinerante de Julia Perié. Pero el ostracismo de los últimos años es difícil de revertir en pocos meses. El trabajo político más importante será sumar votos que garanticen la continuidad del modelo nacional. El viernes el PJ recibió a Urribarri como el primer candidato a presidente que vuelve a la sede después de la normalización y hubo un acto que trajo la nostalgia de tiempos mejores.
El radicalismo misionero fue noticia, pero no por sus propuestas, sino por la trascendencia nacional que tuvo la expulsión de los diputados Hugo Escalada y María Losada, férreos opositores a la alianza sellada con el PRO. Los dos legisladores tuvieron un raid mediático que incluyó el simbólico programa 6,7,8 y notas en varios diarios porteños que dieron cuenta de la división de opiniones en el seno de la UCR misionera, que tuvo que salir a explicar que la expulsión no se debía al pacto con el macrismo, sino a la conformación de un bloque propio en diciembre pasado. Lo que no dice la UCR es que ya entonces se marcaban las diferencias con el método de conducción partidario.
Escalada, en 6,7,8 dijo una frase que sintetiza la confusión identitaria del radicalismo: “En ninguna de las convenciones se discutieron ideas ni nos dijeron por qué teníamos que ir con Macri. No hubo un solo debate político. No hay nadie que exprese una virtud de por qué ir con Macri. Es un acuerdo vergonzante”.
Ajeno a las críticas, el diputado nacional y por ahora candidato a vicegobernador, Luis Pastori, desestimó el reclamo. En diálogo con este diario, Pastori aseguró que se trata de “un sector que se manifestó al igual que en la Convención de Gualeguaychú. Pero como se hace en toda organización, se debate y se termina con la votación. Y fue muy amplio el respaldo a lo que se aprobó. Son las reglas de la democracia”.
Pese a que hasta ahora la intención de la UCR era liderar la alianza opositora e imponer a Gustavo González como candidato a gobernador, Pastori introdujo una novedad y no descartó, en una nueva cumbre, aceptar la interna abierta que reclama el PRO.
“No digo que no vamos a acceder. No nos parecía pertinente. No sabemos la fecha de votar y puede colisionar con las elecciones, pero no está descartado. Lo vamos a analizar y si dan los tiempos y si todos están de acuerdo, se hará. Si hay partido que no rehúye de las internas es el radicalismo. Ni está aceptado ni está descartado”, reconoció.

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