Casi dos años después, la impunidad sigue siendo protagonista del caso Lucía

Casi dos años después, la causa está en el lugar donde empezó. Tiene una víctima de femicidio, un sospechoso en la mira y muchas preguntas sin respuestas. Nada más que eso.
El de Lucía Maidana (23), la estudiante de Comunicación Social a la que mataron a golpes y luego prendieron fuego en un inquilinato del barrio El Palomar el sábado 6 de abril de 2013, es un caso impune.
La familia de la chica y sus conocidos de la Facultad de Humanidades recolectaron información vía Internet, en una suerte de investigación paralela. Lo que juntaron terminó en el juzgado de Instrucción Uno, Marcelo Cardozo.
El último movimiento que tuvo el expediente fue la declaración de tres testigos aportados por la querella: un primo de Lucía, un conocido del sospechoso Nicolás Sotelo y una empleada de la Facultad. El primero admitió que la víctima no le dijo lo que un conocido rumor difundía: que la chica le reconoció que vivía amenazada por Sotelo. El segundo, por su parte, negó que el acusado haya admitido haber matado a la joven. Y la tercera detalló cómo fue la “investigación paralela”. En síntesis, no aportaron elementos de peso para que Sotelo vuelva a prisión ni tampoco para apuntar hacia otro sospechoso.
De la misma manera quedó en la nada la línea investigativa impulsada por la defensa del único imputado, que ponía en escena a un nuevo sospechoso. Se trata de uno que habría sido nombrado por una mujer, que luego se desdijo ante el juez.
Esta línea surgió cuando un taxista posadeño denunció en la Línea 137, a fines del año pasado, que una pasajera le había revelado que su pareja había sido el asesino de Lucía. Esa mujer contó la historia luego de haber confesado que era víctima de violencia doméstica.
Tanto pasajera como taxista tuvieron que declarar ante Cardozo. Ella negó haber incriminado a su pareja. El chofer, en tanto, se mantuvo en sus dichos. Hasta hubo un careo entre ambos y ninguno se apartó de su postura.
La línea del supuesto nuevo sospechoso y los testimonios arrimados por la querella habían generado expectativas. Pero no tantas como la del hallazgo de las llaves del departamento de Lucía, que habían estado perdidas desde el momento del crimen. El manojo fue hallado en el techo de una guardería ubicada frente a Humanidades, sobre la calle Tucumán casi San Lorenzo. Los investigadores llegaron hasta él tras la declaración de un ex amigo de Sotelo.
El testigo, un estudiante de la misma casa de estudios, dijo que Sotelo se deshizo de las llaves poco antes de que terminara preso por el femicidio.
El muchacho juró que Sotelo no le mencionó ningún dato vinculado al homicidio de la estudiante.
El universitario, que era amigo del sospechoso, del que luego se distanció, repitió que Sotelo tiró las llaves sobre el techo de la guardería entre el 6 y el 10 de abril de 2013. Añadió que en ese momento estaban otros jóvenes, a los que Nicolás (quien cursaba entonces la carrera de Antropología) les habría exhibido las llaves.
Esas llaves aparecieron el sábado 29 de noviembre de 2014, en el lugar que indicó el testigo. Se hicieron las pericias correspondientes y se confirmó que una abría el departamento que alquilaba la joven y la otra el portón del inquilinato.
Sotelo estuvo preso un mes. Lo liberaron cuando se determinó que el ADN que se obtuvo del semen hallado en el cadáver de Lucía no era de él.
Para la familia de la chica, ella fue violada. Los investigadores no son concluyentes, porque el fuego que provocó el asesino hizo que los forenses no pudieran confirmar que haya habido abuso sexual.

LUCIA MOVILIZACIÒN

El lunes próximo, a las 10, se inaugurará una sala de lectura en Humanidades, que llevará el nombre de Lucía Isabel Maidana. Además, se realizará una conferencia de prensa en la biblioteca de la Facultad (Tucumán 1946– planta baja) y posteriormente habrá una marcha hasta el Juzgado de Instrucción Penal Nº 1.
La conferencia, a las 11, contará con la presencia de familiares de Lucía y la abogada querellante Roxana Rivas.

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