Un viaje a las entrañas de Vaca Muerta, el futuro energético del país

Vaca Muerta es un inmenso páramo. Un desierto inabarcable a la vista, cubierto piedras y arbustos de menos de un metro de altura que esconden la sombra bajo un sol abrasador y no brindan ninguna protección de los intensos vientos permanentes. Apenas unos álamos forman pequeños oasis en los que guarecerse. Es un territorio hostil que protege la energía suficiente para el autoabastecimiento de la Argentina y la exportación de petróleo y gas al mundo. Es difícil imaginar la dimensión geográfica, pero un dato basta: Vaca Muerta tiene 30 mil kilómetros cuadrados. Misiones, “apenas” 29.801 kilómetros cuadrados.

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Vaca Muerta es el mayor reservorio de petróleo y gas de la Argentina, con una característica distintiva. El combustible es no convencional, lo que convierte su explotación en un desafío mayor. Argentina es el segundo lugar del mundo en que se realiza una explotación de este tipo, después de Eagle Ford, un yacimiento en Texas, Estados Unidos.
El yacimiento argentino es comparable en extensión y en potencial de extracción, con la diferencia de que en el país del norte ya hay cerca de cinco mil pozos operativos y en el sur apenas están funcionando 300 desde la recuperación de YPF por parte del Estado argentino.
El petróleo no convencional no sólo es un desafío para la exploración y explotación, sino que es el futuro de la energía extraída de combustibles fósiles.
El mundo alcanzó hace pocos años su máxima capacidad de producción de petróleo convencional (alrededor de los 75 millones de barriles diarios -mbd-). Pero se estima que a escala global el consumo actual es de 90 millones de barriles diarios, y se prevé que para 2030 alcanzará los 105 millones de barriles diarios.
Hoy, los recursos no convencionales contribuyen de manera significativa a satisfacer la demanda de hidrocarburos en Estados Unidos donde el desarrollo del shale gas y su proyección han permitido disminuir significativamente las importaciones de gas y petróleo (el gas no convencional alcanza un 40 por ciento de la producción total y el petróleo alrededor de un 20 por ciento) y tener un horizonte de autoabastecimiento.
De la mano de YPF, Argentina está comenzando a transitar este camino que le permitirá resolver sus necesidades energéticas y alcanzar el autoabastecimiento.
Florencia Etcheverry tiene uñas pintadas de color bordó que no parecen encajar con el ambiente agresivo. Ese detalle y su pelo largo atado en una cola de caballo resaltan. Es la única mujer en varios kilómetros a la redonda. Con 27 años, recién recibida de ingeniera química en la Universidad de Buenos Aires, de donde es oriunda, comanda un equipo de exploración compuesto por 25 hombres. Es una de las jefas de perforación en los pozos de Vaca Muerta. Cuenta que cada día es una experiencia nueva, porque “esto no está en los libros”.

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Orgullosa de su trabajo, asegura que YPF cuenta con tecnología de punta que se suma al ingenio de los operarios para mejorar las prestaciones en terreno. “YPF tiene el conocimiento y la experiencia para la exploración no convencional”, asegura, desmitificando eso de que lo mejor viene de afuera. Lo más difícil, cuenta, fue acostumbrarse al terreno y a tener que convivir con todos los trabajadores, alejados y durmiendo en funcionales containers que hacen de habitaciones.
El yacimiento de Vaca Muerta es el segundo en el mundo en explotar el petróleo y gas no convencional.
A diferencia de lo que puede pensarse, el petróleo o gas no convencional no es distinto al convencional, sino que es diferente la forma de extraerlo. Cambia el tipo de roca en el que se encuentran las cuencas y se requiere una tecnología más compleja. El terreno es compacto y la roca es impermeable, por lo que se decidió utilizar un fluido a gran presión. Se aplicó un proceso de inyección de agua para abrir pequeñas fisuras y arena como soporte para evitar que volvieran a cerrarse.

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En la explotación convencional, basta hacer un pozo para acceder al combustible que está en pozos de fácil acceso vertical. El no convencional se encuentra en cuencas horizontales, por lo que no basta hacer un pozo vertical, sino que es necesario inyectar agua a la roca para generar la movilidad del combustible.
La característica definitoria del shale es que no tiene la suficiente permeabilidad para que el petróleo y el gas puedan ser extraídos con los métodos convencionales, lo cual hace necesario la aplicación de nuevas tecnologías. Las mismas consisten en inyectar agua a alta presión conjuntamente con la aplicación de agentes de sostén (arenas especiales), lo que permite que los hidrocarburos atrapados en la formación fluyan hacia la superficie. Para contactar con un mayor volumen de roca, a nivel mundial se realizan perforaciones de pozos horizontales.
El mecanismo se denomina fracking y consiste en inyectar pequeñas cantidades de agua para provocar pequeñas fracturas en la roca que permitan el acceso al petróleo que de otro modo sería inalcanzable.
En Vaca Muerta, los pozos se hacen de manera vertical por unos 200 metros y luego se maneja en forma horizontal. Solo en 2014 se hicieron 280 pozos.
Carlos Ignacio Capadona también tiene 27 años, pero a diferencia de Florencia, su capital es la experiencia. Es otro de los que está al frente de un equipo de perforación no convencional y habla con la seguridad de un experto. “El trabajo es de mucha importancia. Hay que pensar en la seguridad del medioambiente. Trabajar en YPF es fuerte porque aprendés todos los días. Es un desafío permanente”, cuenta el joven mendocino especialista en perforación de pozos con altas presiones y otros métodos. Nada como el no convencional, aclara.
El trabajo de ambos es garantizar que el pozo, una vez terminado a unos dos mil metros de profundidad, quede en condiciones para que otro equipo se ocupe de la extracción.
El sentido de pertenencia es algo que se percibe en Vaca Muerta. Quienes trabajan allí sienten que están haciendo patria. “La producción la sentís acá”, dice un gerente de comunicaciones de YPF, también joven, aunque con un breve paso por la empresa en manos de Repsol. Se señala el corazón mientras habla a borbotones.
El intenso desarrollo generado por YPF en toda la región también tiene su contracara. Además de la necesidad de aumentar servicios e infraestructura, motivo por el cuál fue a explorar oportunidades un grupo de inversores misioneros, el crecimiento rápido tiene su costado negativo. “Los jóvenes ganan mucha plata y no saben que hacer. Se compran un auto caro y gastan el dinero innecesariamente. Por eso YPF está analizando la realización de cursos de educación financiera”, cuenta un vocero de la empresa.
Otra de las preocupaciones de la empresa y del Gobierno neuquino es que los trabajadores de YPF –y las otras petroleras- se integren a la sociedad y no haya divisiones que generan tensiones sociales. El impacto económico es tan grande que nadie quiere trabajar en otra cosa que no sea el petróleo. Entonces, faltan profesionales en otras áreas, lo que tampoco favorece el arraigo de los especialistas que llegan contratados de otras provincias. Nadie quiere repetir la historia de Cutral Co, la localidad que se hizo conocida como cuna de los piquetes a fines de los 90 cuando se privatizó YPF y la zona dejó de ser rentable. Miles de trabajadores quedaron en la calle, a menos de cien kilómetros de donde está el corazón de Vaca Muerta. El gobernador Jorge Sapag advierte que “la renta petrolera se vuelque hacia una democracia de progreso, de capacitación, de preparación profesional y universitaria, de darle trabajo a una cadena y red de proveedores y contratistas. Al mismo tiempo, necesitamos hacer obras de infraestructura, porque se radica cada vez más población -ingresan a la provincia seis familias diarias en promedio- y necesitamos viviendas, caminos, hospitales, escuelas. Queremos un desarrollo armónico porque ya hemos tenido experiencias de haber focalizado en una sola ciudad y cuando se agotan los yacimientos viene el colapso social”, agrega.
Las paritarias petroleras tienen un fuerte impacto en toda la región. Con sueldos altos, cualquier movilidad dispara los costos de alquileres, comida y ropa. El problema es que el resto de los trabajadores de la provincia no tienen salarias semejantes, lo que provoca un doble riesgo: la tensión entre trabajadores y la presión sobre el Gobierno para negociar salarios que dejen conformes a todos. La ventaja de Neuquén, al igual que otras provincias petroleras, es que recibe regalías de la explotación, pero hasta hace apenas unos años, la producción había caído al mínimo, por lo que los recursos dejaron de fluir. Recién ahora, con la producción de YPF, se recuperaron, pero todavía no son una inyección relevante en las finanzas estatales.
Vaca Muerta es una oportunidad para Neuquén, pero también para inversores de todo el país que apuesten al desarrollo. Hacia allí fueron un grupo de empresarios misioneros dispuestos a asumir el desafío.

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