Una mujer no bajó de un árbol por dos años para evitar que fuera talado

Dicen que la voluntad del ser humano puede mover montañas y mucho más, cuando se trata de proteger algo en lo que crees fervientemente. Julia Butterfly nunca se rindió y, por eso, consiguió salvar a Luna, una secuoya milenaria de 60 metros de altura, de las manos de la deforestación producida por el hombre. Toda una lección de lucha y superación que ha servido y servirá de ejemplo, para muchos jóvenes activistas como ella.
Julia Butterfly Hill nació el 18 de febrero de 1974, en el seno de una familia humilde de Arkansas. Estudió en casa hasta los 12 años y fue educada bajo los valores de la escasez y el pragmatismo, gracias a su padre, un predicador itinerante que llevaba, junto a sus tres hijas, una vida nómada y ambulante en una caravana.

En su biografía, Julia cuenta que cuando era una adolescente, en una de tantas caminatas por la naturaleza con su familia, una mariposa se le posó en el hombro y permaneció con ella durante todo el trayecto. Este hecho la marcaría para siempre pues, incluso en su nombre, la mariposa sigue acompañándola (Butterfly)
No fue hasta los 22 años, cuando sufrió una experiencia traumática que la cambiaría de por vida. Un accidente de coche le dejó graves secuelas cerebrales que tardaron mucho en curarse con terapia intensiva. Mientras pasaba largas horas en rehabilitación, Julia contemplaba desde la ventana los grandiosos bosques californianos. Fue durante este tiempo, en el que nuestra protagonista dejó de ser una crisálida, para convertirse en mariposa.
“Me adentré en el bosque y, por primera vez, experimenté lo que significa de verdad estar vivo. Entendí que yo formaba parte de aquello. Poco después, me enteré de que la Pacific Lumber Maxxam Corporation estaba talando esos bosques y mi confusión fue total. Contacté con la asociación Earth First, que hacía sentadas en los árboles para impedir su tala. Así fue como conocí a Luna […]”
Para evitar la destrucción del bosque milenario, con árboles de más de 100 metros de altura y 2.000 años de antigüedad, Julia pasó 738 días viviendo en un antiguo árbol de secuoya llamado Luna. En un principio, tan solo iba a estar durante 15 días, momento en el que sería relevada por un compañero activista. El relevo nunca llegó.
Su pequeño hogar, a 50 metros de altura, consistía en dos plataformas, de 1,5 metros cuadrados cada una, cubiertas por una lona impermeable, un pequeño hornillo, un cubo con una bolsa hermética para hacer sus deposiciones y una esponja con la que recogía el agua de lluvia o nieve para lavarse. Se comunicaba con los medios y su equipo de apoyo a través de un teléfono móvil, que cargaba con unas pequeñas placas solares.
Una noche, durante una tormenta caótica, Julia estuvo a punto de caer del árbol. Cuando le faltaba poco para rendirse, y caer desde más de 55 metros de altura, escuchó lo que posteriormente llamaría ‘la voz de Luna’, diciéndole que “solo las ramas rígidas se rompen, las flexibles sobreviven”. Así, Julia se agarró con todas sus fuerzas a las ramas más jóvenes y consiguió sobrevivir a la tormenta.
Además de tener que enfrentarse a los peligros de la naturaleza, Julia Butterfly tuvo que hacer frente a los miembros de la maderera Pacific Lumber, que intentaban disuadirla de su misión con sucias tácticas, incluyendo vuelos rasantes con helicópteros sobre Luna, que le podrían haber ocasionado la muerte. Cuanto más intentaban fastidiarla, más fuerte se volvía y más convencimiento ganaba.
Finalmente, el 18 de diciembre de 1999 Julia descendió de Luna con las manos verdes por el musgo y los pies encallecidos, habiendo culminado con éxito las negociaciones con la maderera, quién se comprometió no sólo a respetar a Luna y a todos los árboles cercanos en un radio de 60 metros, sino a incluir una política medioambiental en todos sus futuros trabajos.

 

 

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