Los Buitres del libre comercio

Andres-OrtizEscribe Carlos Andrés Ortiz, analista de Temas Económicos y Geopolíticos

 

El liberalismo económico, presentado como inocente o muy aséptica doctrina económica, de supuesto sólido basamento catedrático, en realidad operó siempre como engañosa y poderosa arma de colonización económica. Añadiendo mayores oropeles, fue rebautizado con el pomposo nombre de Doctrina Clásica de la Economía. Esa denominación no es casual ni tampoco “inocente”, pues lo “clásico” implica un calificativo con fuerte carga positiva…carga que no se condice con la realidad, en lo referente a esa doctrina económica.

Por algo, en base a muy bien fundamentados razonamientos, Friedrich List, afirmó que Adam Smith fue un colonizador más temible que Napoleón. List fue un notable pensador que asesoró al industrialista presidente norteamericano Hamilton, y cuyos pensamientos anticiparon en tres décadas el firme accionar de Bismarck, en la unificación y poderosa industrialización de Alemania, desde 1870.

Desde la Inglaterra previctoriana de fines del siglo XVIII, en adelante, todos los países que alcanzaron el estatus de potencias industriales, han tenido el constante doble mensaje. Predican e imponen por la fuerza –de las presiones, del engaño, de la compra de voluntades, o de la fuerza militar bruta- el “libre cambio” para sus exportaciones, pero son proteccionistas para sus propias importaciones.

Es bien conocido pero cuidadosamente ocultado por los voceros al servicio de las potencias hegemónicas, que un proceso de “libre cambio” entre una potencia industrial y una nación subdesarrollada o en proceso inconcluso de desarrollo, solo tendrá un resultado: beneficios enormes para la potencia desarrollada y subdesarrollo crónico para el más débil. Abundan ejemplos en la historia mundial, y por lógica, no puede omitirse la dependencia extrema de Argentina respecto a Gran Bretaña, casi sin solución de continuidad, desde la firma del primer acuerdo, perpetrado por el agente británico Bernardino Rivadavia, en 1825, en los albores de nuestra vida nacional. Entre otras consecuencias, se desaprovechó absurdamente la extraordinaria bonanza agro exportadora de más de tres décadas, aproximadamente entre 1880 y 1914, cuando la cerrazón mental de la oligarquía vacuna gobernante, se negó tozudamente a implementar nuestra industrialización y nuestro consecuente desarrollo tecnológico propio. ¡Y aún hoy, muchos desinformados respecto a la Historia Argentina, cantan loas a la supuesta

“grandeza” del Centenario Argentino (1910)!, pese a que la realidad era otra: economía primaria con pocos empleos mal pagos y sin coberturas sociales; escasa integración territorial; pésima distribución de la riqueza; y grandes mayorías de criollos y nuevos inmigrantes, excluidos y marginados social y económicamente.

Con mucho esfuerzo y sacrificios, Argentina logró un respetable grado de desarrollo industrial y tecnológico, además de cierta integración territorial con costosas inversiones en infraestructura, sobre todo a partir de mediados de los años ’40 del pasado siglo, en adelante; y por tres veces estuvo cerca de vencer las tenazas del subdesarrollo. Hasta ahora, siempre los sectores más recalcitrantemente conservadores en lo político, y dogmáticamente liberales en lo económico, lograron frenar esos avances cualitativos, e imponer esquemas retrógrados de primarización de la economía. ¡Incluso casi nos destrozaron en media docena de republiquetas bananeras, al fin del cuarto de siglo neoliberal 1976-2001, que era el proyecto de los poderes financieros transnacionales!

Todavía es históricamente reciente la IV Cumbre de las Américas, realizada en Mar del Plata, en 2004. En ella, Bush con algunos dóciles obedientes de Centro América y algún otro, pretendió imponernos el ALCA, nefasto proyecto de “libre comercio” que nos hubiera subordinado al poder industrial y tecnológico de Estados Unidos, y que habría operado como correa de transmisión, para “exportarnos” la descomunal crisis financiera que estalló en 2008, producto de corruptísimas maniobras financieras en gran escala, perpetradas en EEUU, en el marco de la extrema “permisividad” del neoliberalismo sin frenos ni controles del Estado, también impuesto allá.

Es de recordar, que Chávez, Kirchner y Lula fueron los principales opositores al ALCA, que naufragó con la evidente contrariedad mostrada por George Bush (h).

Pero desde hace un tiempo, como “nuevo proyecto”, la Unión Europea presiona sistemáticamente, para imponer al como sea un émulo del ALCA, en su versión UE, en la cual pretende embretarnos a los países del Mercosur y/o de toda la Unasur.

Si con toda lógica, nuestros países rechazaron firmemente el ALCA con EEUU, lo mismo debe hacerse con similar proyecto que quieren forzar las potencias neocolonialistas de la vieja Europa Occidental, hoy adueñadas de hecho del comando de la muy problematizada Unión Europea.

Conocemos sobremanera el doble rasero de los europeos, viejos colonialistas que se repartieron África en el siglo XIX, como si fuese un bien mostrenco, vacío y abandonado; esa sufrida tierra donde antes practicaron el vil comercio de la esclavitud. Son los mismos que nos predican el libre comercio, mientras siguen cerrando sus fronteras a nuestros productos agropecuarios, con los que por precio y calidad ellos no pueden competir, y por eso se encierran en el proteccionismo y el mantenimiento de onerosas subvenciones a sus agricultores.

Es más que evidente, que como hicieron muchas veces en años anteriores, quieren exportarnos sus crisis, sus altos niveles de desocupación, sus gravísimos problemas sociales, sus insondables fracturas inter bloque (que parece cuestión de tiempo para que se resquebraje seriamente, ante las gigantescas disparidades internas entre economías grandes dueñas del poder “comunitario” y otras débiles y groseramente empujadas a interminables e insondables ajustes).

También resulta claro que quieren destrozar nuestra trabajosamente lograda unidad continental y nuestros tres organismos regionales –Mercosur, Unasur, Celac-; los que si terminan de consolidarse, nos posicionarán sólidamente en el tablero geopolítico mundial.

Es evidente que si se rubricara ese tratado de “libre comercio”, nos inundarán con bienes y servicios de mediana y alta tecnología, y volverán a comprarnos por migajas nuestras materias primas, con todas las consecuencias muy negativas que serían de prever.

 

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