Fundamentalismos

El fundamentalismo, el fanatismo religioso, regaron con sangre al mundo. Desde la época de las cruzadas, desde la colonización de América, las luchas fraticidas entre países, las guerras mundiales, las dictaduras o las invasiones y bombardeos en nombre de la “democracia” a Irák, Afganistán, Siria y tantos otros países. Ahora el mundo está espantado por el fundamentalismo islámico que mató a doce personas en la redacción de una revista francesa. Cada muerte duele. Pero no debe doler ni más ni menos que la de un niño palestino, un adolescente mexicano, un sirio, un afgano o un paquistaní.

El tiroteo en la revista Charlie Hebdo escandalizó al mundo como un ataque al sistema democrático y a la libertad de expresión. Pero en nombre de la democracia se justifican bombardeos y asesinatos por el mundo, invasiones decididas en una oficina de Estados Unidos con el aval de países como Francia, Inglaterra, Alemania o España. En nombre de la libertad de expresión se justifica también la burla artera de creencias religiosas que no son las propias.

La indignación por las muertes no debe esconder un contexto en el que todos los días se mata personas ante un ignominioso silencio de los principales medios de comunicación que justifican matanzas para terminar con “dictaduras” o formas de pensamiento que no coinciden con el ideario occidental y cristiano. La última dictadura argentina justificó sus acciones justamente para eliminar “la invasión” de ideas en contra de esos “valores”. Los que hoy se sienten asustados por el fanatismo religioso de los grupos musulmanes, parecen olvidar que hace no demasiado tiempo, los fundamentalistas católicos atacaron la muestra del artista Leon Ferrari, que tuvo que cerrarla. Hasta hubo misas para repudiarlo y lo censuraron. Eso pasó en Argentina, no en Arabia Saudita.

La libertad de expresión es fundamental para la vida en democracia, pero en su nombre no se puede justificar cualquier acusación o burla hacia el otro. Mucho menos si se ejercen en forma sistemática. Solo basta imaginar lo que sucedería con una publicación similar si en cada portada pusiera al desnudo al Papa Francisco o se burlara de la Biblia. O, lo mismo, con un dirigente político o presidente de cualquier país.

“Los musulmanes siempre han estado en contra del uso de imágenes en general porque sienten que esto puede conducir a la idolatría. Hay instrucciones claras de no usarlas. Pero las imágenes que ofenden son las que ridiculizan. Los musulmanes no ven por qué la necesidad de divertir a algunas personas a la expensa de otros. Para los musulmanes la religión es algo muy profundo, muy cercano a su corazón”, explicó a la BBC Omer El Hamdoon, presidente de la Asociación Musulmana del Reino Unido.

El fundamentalismo islámico que hoy se repudia no es más que el reflejo de la recreación de Estados Unidos a grupos como los talibanes, que fueron financiados para luchar contra los rusos –el propio Bin Laden fue financiado por la CIA- y años de invasiones a países como Irak o Afganistán, donde se impusieron con bombas y muertes gobiernos afines.

Es Francia la que alberga a muchos musulmanes en su país. Pero no son extranjeros, sino nacidos en esa tierra. Relegados a ser mano de obra barata, excluidos del sistema, sin posibilidades de ascenso social. Los supuestos terroristas que atacaron la revista son nacidos en Francia, no son venidos de otras tierras.

Hay un total de 1.132 franceses implicados de algún modo en el yihadismo en Siria e Irak, y de ellos, 376 se encuentran en estos países, incluidas 88 mujeres y diez menores, según informa el fiscal de París, François Molins.

¿Es un problema único de religión? ¿De forma de pensar? O es el sistema el que lleva a miles de excluidos a refugiarse en ideas radicales para decir acá estoy.

Ahora bien, ¿a quien convienen más esas ideas radicales? ¿A quienes las sostienen? ¿O a gobiernos como los de Estados Unidos, la propia Francia y media Europa, que justifican así sus acciones en lejanos países? Es en nombre de instaurar la democracia que se invadió Irak, Afganistán o se promovieron “primaveras” en los estados árabes. También sirve como argumento para la reedición de la guerra fría con Rusia. ¿El ataque terrorista no sirve más acaso a la derecha europea que quiere expulsar a los extranjeros? Marine Le Pen, líder de la extrema derecha francesa, propuso convocar a un referéndum para reinstaurar la aplicación de la pena de muerte en el país.

Como puede apreciarse, el contexto es mucho más complejo que apenas una lucha entre tiranías musulmanas en contra de los ideales de la civilización occidental. Los intereses en juego son mucho más extensos y las simplificaciones son peligrosas.

El debate está abierto y cada uno podrá expresar sus opiniones, tan válidas una como la otra, que de eso se trata en definitiva, la libertad de expresión. Pero lo que no debe hacerse es, pretender que el olvido es la única manera de solucionar conflictos latentes. Esa es la idea de “pacificación” que propone el PRO que conduce Mauricio Macri. En medio de la congoja mundial por las doce muertes, el macrismo, en “solidaridad”, señaló en un comunicado con la firma del misionero Humberto Schiavoni, que “los argentinos tenemos que recordar que supimos vivir enfrentamientos fratricidas que han quedado sepultados en el pasado y que allí deberán quedar por siempre”.

Nada sutil manera de reforzar la idea que lanzó Macri de terminar con “el curro” de los derechos humanos como forma de diferenciarse del kirchnerismo. Pero sepultar la historia no es más que esconder bajo la alfombra delitos de lesa humanidad y violaciones a los derechos humanos que lejos están de ser reparados. No se construye un mejor país con el olvido como premisa. Pero es, básicamente la idea que sostienen Macri o Sergio Massa. Ambos comparten la idea de un Estado sin ideología, pragmático y atractivo para generar el “clima de negocios” que traiga inversiones.

Es un concepto no demasiado distinto al que en su momento puso en práctica Carlos Menem, para llevar adelante el desguace de las empresas del Estado y la apertura indiscriminada de la economía. Las consecuencias sociales, económicas y políticas todavía persisten: mientras el país se acercaba al “primer mundo”, millones de argentinos se quedaban en el camino, dejados de lado, descartados y sin ninguna contención, con pérdida de empleo y la pobreza como azote. El estallido de 2001, durante el efímero gobierno de la Alianza, fue la respuesta a esa concepción que ahora vuelve maquillada. Esa alianza con pies de barro cayó por su propio peso porque estaba fundada en el objetivo de derrotar al menemismo, pero no supo cómo construir algo diferente. La impostura de un “país normal” sirvió para los spots de campaña, pero las respuestas fueron iguales a las del menemismo: ajuste, represión y sumisión a los poderes económicos.

Cuando Massa propone “un país distinto” está diciendo lo mismo que De la Rúa –no es apenas casual que tenga el mismo publicista-. Lo “normal” en este caso, es amigarse con los buitres, retroceder la fortaleza del Estado y ser amigo de los siempre poderes económicos, que en esta década no perdieron plata, sino privilegios.

En el menú electoral de la Argentina las opciones que se ofrecen son profundizar o cambiar el modelo. Los candidatos del kirchnerismo, sostienen la idea de profundizarlo o, por lo menos, sostenerlo, como es la alternativa de Daniel Scioli, quien aparece como más contemporizador en medio de la disputa de fondo.

Los demás aspirantes del oficialismo se muestran más intransigentes en la ratificación del rumbo, pero Scioli prefiere hacer un delicado equilibrio entre las distintas posturas. Por eso mismo, se granjea las críticas dentro del oficialismo, aunque marche primero en las encuestas.

“La política es compleja, nadie te regala su espacio y cada uno expresa sus cosas”, aseveró el gobernador Maurice Closs, quien resaltó que “no debe asombrar que existan rispideces en la política”.

En ese sentido dijo que algunas discusiones tienen que ver con que “es un año electoral pero que con responsabilidad y coherencia hay que asumir esos debates”.

Closs estuvo el jueves con Scioli en Mar del Plata, donde Misiones inauguró un parador turístico en una playa que tiene récord de visitantes. La temporada turística es un éxito y se espera la llegada de cuatro millones de personas a las playas argentinas. En la oposición atribuyen el éxito a las restricciones para viajar al exterior, pero lo cierto es que los argentinos también copan Miami: Pese a los impuestos que tienen que pagar de la AFIP, los argentinos ocupan el tercer lugar en un ranking de turistas que arriban a esas playas, reveló la revista Fortuna. En 2014, llegaron a esas playas unos 500.000 argentinos que gastaron US$ 1.000 millones. Para este año entrante, se espera que los argentinos conserven su lugar preponderante en el ranking. El análisis por la Oficina de Análisis Económico del Departamento de Comercio de Estados Unidos estima que los argentinos gastan en promedio US$ 5.000 por persona en gastos de viaje a los Estados Unidos (incluyendo pasaje aéreos).

Queda claro entonces que la situación económica no es tan mala como la pintan desde la oposición ni que las restricciones cambiarias tuvieran un impacto demasiado elevado en la posibilidad de viajar de los argentinos. El problema en este caso es que deben blanquear de dónde sale el dinero con el que solventan sus gastos.

En Misiones también se vive una temporada turística a pleno y el 2014 cerró con 1,2 millones de personas en las Cataratas del Iguazú, consolidadas como principal atractivo turístico de la provincia. Pero el resto de los destinos también disfruta de visitantes constantes de distintas partes del país y del mundo.

El turismo es una política de Estado que se complementa con la Nación y definitivamente, se ha instalado como una industria en Misiones.

Closs ya dijo en reiteradas oportunidades que Scioli es el camino más corto para sostener el poder en 2015. Por eso mismo, tuvo que soportar críticas de los dirigentes kirchneristas que están en contra del bonaerense. El diputado Carlos Kunkel -un fundamentalista- no soportó que Closs pidiera moderar las críticas por la tarea de equilibrista que hace Scioli.

“Los dirigentes provinciales tienen que tratar de no agravar las contradicciones y los conflictos que tienen en sus propias provincias y en Misiones no está la situación como para dar consejos a los bonaerenses de lo que tenemos que hacer», lanzó. «En Misiones hay una situación conflictiva también entre la dirigencia local, entonces, primero que (Closs) solucione los problemas de Misiones y después los bonaerenses vamos a solucionar los problemas de la provincia de Buenos Aires que es una forma de solucionar los problemas nacionales», disparó en una anacrónica visión centralista.

La respuesta misionera no se hizo esperar y surgió del propio kirchnerismo. El senador Juan Manuel Irrazábal le recomendó a Kunkel que baje el tono y le dio una lección práctica de historia.

“Se advierte (en las declaraciones de Kunkel) el arcaico sentido centralista de considerarnos a los provincianos habitantes de «13 ranchos» y “seres inferiores”. Fueron los argumentos que utilizó Rivadavia para dejarlo aislado al general San Martin, el Directorio para poner precio a la cabeza de Artigas, los unitarios fusilando a Dorrego; en síntesis, el aniquilamiento de las provincias en nombre de una supuesta “organización” nacional dirigida por una provincia de Buenos Aires de espaldas a la Nación. Lo que también  llevó al genocidio del Paraguay de los López, al cual el general Peron, nuestro conductor, llamó el “ejército más glorioso de Nuestra América””, argumentó Irrazábal.

“Compañero Kunkel, le recuerdo como provinciano del interior profundo, que de “las entrañas del subsuelo de la patria sublevada” emergió orgullosa la “chusma” que apoyó a Yrigoyen, y los “cabecitas negras” del  17 de Octubre de 1945. Integrantes permanentes de ejércitos libertadores y defensores de la Patria, de Belgrano y San Martín a nuestros contemporáneos soldados malvineros.

Como la política es la continuación  de una lucha lejana, el peronismo, o sea nosotros, tenemos nuestra razón de ser en la comunidad organizada articulada desde lo municipal, provincial, nacional y latinoamericano. Le pedimos, Compañero Kunkel, por si desconoce, que sepa que Perón era un provinciano de Buenos Aires, y Kirchner de una lejana provincia del sur. Y si lo sabe, que baje su tono, que no le hace bien al país”, concluyó.

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