Caso Angélica Ramírez, el juicio: testigos hablaron del estado mental del imputado y de las lesiones que tenía cuando lo arrestaron

En el segundo día del juicio por el crimen de Angélica Ramírez, la adolescente de 14 años asesinada a golpes en Puerto Rico en septiembre de 2012, siguieron las testimoniales. Apuntaron a la salud mental del único imputado, a las lesiones que presentaba cuando lo arrestaron y también a detalles del modo de vida de la adolescente.

El debate se desarrolla en el Tribunal Penal Uno de Posadas, integrado por los camaristas Martín Errecaborde, Angel Dejesús Cardozo y Eduardo Ernesto D’Orsaneo. El único imputado es el panadero Francisco Bourscheid (52).

La primera testigo en declarar ante el Tribunal Penal Uno de Posadas fue la doctora Norma Lapuente de Acosta, del Poder Judicial. Se trata de la psiquiatra que examinó al sospechoso.

La profesional tuvo una primera entrevista con el sospechoso el 10 de octubre de 2012. Fue un examen por el problema de adicción que el imputado aseguró haber tenido: el alcoholismo. Precisó que la impresión que tuvo ese día es que, tal como aseguraba, el hombre, había dejado de consumir.

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Lapuente de Acosta aclaró, no obstante, que igualmente ese problema podía estar presente, pero que ese examen no podía establecer que era una persona violenta. «El alcoholismo puede derivar de un estado anímico malo o depresivo. Lo que hace es facilitar cierta expresión que quiere manifestar una persona», sostuvo.
El 12 de noviembre de 2012, la psiquiatra volvió a examinar al imputado. Aseguró que entonces el hombre se encontraba «mentalmente igual, sin alteraciones psiquiátricas y con mejor aspecto físico».
La facultativa afirmó que ese segundo estudio se realizó por un pedido de internación en una clínica psiquiátrica que había hecho la defensa del detenido. Ella remarcó que no compartía esa solicitud.
El martes, en la primera audiencia había declarado el panadero, quien negó su relación con el hecho.

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Después llegó el momento que más sorpresas despertó en el tribunal. Declaró la médica forense de Puerto Rico Helga Zulamita Segovia de Ledesma. La mujer entre otras cosas dejó cosas llamativas, como que una enfermera del lugar, llamada Alicia Muñoz, temía por su vida y que le había contado que con Angélica se dedicaban al traslado de drogas a lugares desconocidos y que nunca veían a los destinatarios. Que en un momento eran informantes de asuntos relacionados al narcotráfico de distintas instituciones de seguridad.

Segovia, quien fue la que realizó la primera autopsia, acercó fotos de la necropsia, que se permitió que sean exhibidas en público, por lo que sala de audiencias (de La Rioja entre Rivadavia y 3 de Febrero) fue desalojada. Antes de ello, dijo que en ese primer examen observó que el cuerpo de la joven tenía innumerables rasgos de violencia y hasta quemaduras de cigarrillos.

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Siguiendo con la historia de la enfermera, quien supuestamente está muerta según sus propios dichos, contó que ella sabía o al menos le iba a dar nombres de personas que pudieran estar relacionadas al hecho, pero que finalmente no pudo hacerlo por su deceso.

Luego de este relato, se pasó a un largo cuarto intermedio en donde los jueces y las partes pudieron observar las pruebas que Segovia acercó en un pendrive, pero no se dieron detalles de lo que pasará con su testimonio y si aportan en algo las imágenes.

Posteriormente llegó el turno del médico forense de gran trayectoria como lo es el doctor Juan Galuppo. El profesional habló de las lesiones que presentaba el imputado al momento de ser detenido y sin hacer conjeturas explicó que tendrían al menos una data de cinco días antes de la fecha en que se retrataron las mismas. Es decir, posteriormente al día que encontraron el cuerpo de Angélica y el panadero fue detenido. A la hora de establecer las causas o los motivos de las lesiones, dejó en claro que pudieron tratarse de heridas ocasionadas con elementos como hierros o plásticos, esto en referencia a lo que dijo el imputado: que se lastimó el brazo limpiando la carrocería de su auto y presentaba una lesión producto de un roce permanente a un estante montado dentro del vehículo.

Tampoco Galuppo descartó que esas lesiones se hayan producido con madera o trozos de plantas similares a los secuestrados en la causa o también uñas de personas, aunque esto lo puso en un último plano.

Después llegó el turno de la licenciada en genética Daniela Insaurralde, quien explicó con términos técnicos pero bastante claros que el ADN de la víctima fue el encontrado en el calzado secuestrado en la casa del panadero. Como así también que los hisopados bucales de la víctima y en otras partes del cuerpo, como zonas íntimas, no arrojaron coincidencias con el imputado. Que ese material fue enviado para exámenes a Buenos Aires y que no tuvieron correspondencia con el hisopado bucal del acusado, aunque  sí pertenecen a otros tres hombres, uno de ellos podría ser familiar.

Insaurralde aseguró que esas lesiones que presentaba el cuerpo de la adolescente y que la forense Segovia de Ledesma había asegurado eran quemaduras en realidad se trataba de picaduras de hormigas.

Luego convocaron a la profesora de hockey de Angélica, Alicia Rodríguez de Olivera, quien reconoció que la chica fue un par de veces a tomar clases con ella, pero que en un mes solamente asistió en no más de tres oportunidades.

En este contexto la defensa del imputado, a cargo del abogado María Cacéres, le hizo saber que ella durante la instrucción había contado que telefónicamente, vía mensajes de texto, Angélica una vez le comunicó que no iría por estar en Posadas y que la vio llegar en alguna ocasión con un hombre que aparentemente era su novio. Esto no lo dijo hoy o al menos no recordaba, sin embargo al momento de la mención, se rectificó y lo dio por válido.

Después se puso a disposición del tribunal Antonio Galeano, quien dijo ser vecino de la víctima y que conocía o al menos tenía trato con la madre de Angélica y su tía, pero no con la menor. No obstante, dijo que sabía o pensaba que la chica mantenía una relación con un hombre de apellido Pérez, al que conocía y vio varias veces en la vereda con la muchacha asesinada. Sin embargo, afirmó que jamás percibió nada raro.

En la ronda de testigos hubo dos testigos que no aportaron mucho y cuyo paso ante el tribunal fueron muy breves. Son los casos de Ernesto Velázquez, quien solamente reconoció que le practicó el hisopado anal al cuerpo de la víctima durante una de las autopsias. Sin preguntas de las partes, se retiró y dio lugar a que viniera Ramona Pigke, tía de una joven llamada Rocío, quien habría sido en su momento amiga de la joven fallecida.

La mujer solo relató que la joven fue un par de veces a su casa, pero que a ella no le gustaba porque lo hacía en horarios poco habituales. También dijo que luego de eso le pidió a la adolescente que no fuera más y que en una oportunidad su hijo la llevó de regreso porque era muy tarde, todo esto sin precisar día ni fecha.

Por último, compareció ante el tribunal un efectivo policial llamado Gustavo Barboza, quien dijo ser de Puerto Rico y que su participación en el hecho fue mínima, ya que solo se dedicó a mostrarle caminos y lugares que agentes de la División Homicidios solicitaron, una vez que ellos hicieron cargo de la investigación. Sin embargo, dijo que el día del hecho una joven conocida del barrio le comentó que junto a dos amigas habían visto el auto del señor que repartía pan en inmediaciones a una calle donde finalmente hallaron el cuerpo de Ramírez.

Este jueves seguirá la ronda de testimoniales. Recién a mediados de noviembre finalizaría el debate.

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