El Chango Spasiuk lleva su «Tierra Colorada» al teatro Coliseo

El acordeonista repondrá el viernes próximo a las 21 en el porteño teatro Coliseo la fantástica experiencia de septiembre de 2013 en el Teatro Colón, donde su música del nordeste argentino convivió con la orquesta de cámara Estación Buenos Aires para regalar una síntesis plasmada en el trabajo en vivo «Tierra colorada».

Bajo arreglos y dirección de Gustavo «Popi» Spatocco y también con el protagonismo de su sexteto, Spasiuk llegó por primera vez al máximo coliseo argentino y logró armar -en el marco del ciclo «Intérpretes argentinos»- una celebración musical surcada por diálogos capaces de superar fronteras y formaciones.

Ante el desafío de recrear aquel hito, Chango indicó a Télam que «no quiero ni siquiera sentarme a competir con la sonoridad que alcanzamos esa mañana de domingo, pero me da mucha alegría volver a pasar por ese repertorio y poder hacerlo con la orquesta».

En el mismo sentido, el artista aseguró que «no siento ninguna presión de medirme con ese documento, al que considero un documento a compartir y eso me da mucha alegría».

Junto al ensamble de 10 músicos que comanda Rafael Gíntoli y su banda que integran Víctor Renaudeau en violín, Marcos Villalba en percusiones y guitarra, Diego Arolfo en voz y guitarra, Alfredo Bogarín en guitarra, Juan Pablo Navarro en contrabajo y Heleen de Jong  en violoncello, Spasiuk repasó parte de su obra, asumió la «Suite del Nordeste» y hasta tributó a Tránsito Cocomarola y a Ástor Piazzolla.

A distancia de esa experiencia, repasó que «me demandó mucha elaboración y mucho nervio porque no quería perder la oportunidad de grabar en vivo y porque a diferencia de un disco de estudio donde uno tiene un par de semanas de desarrollo, acá hubo un montón de armado para llegar a un concierto de dos horas y nada más y tenías que acercarte a tu ideal lo más posible».

«La verdad -abundó- es que hubo mucha energía puesta ahí, pero a la hora de tocar me olvidé de todo eso y pude disfrutar de grabar en este momento en ese Teatro porque sentía que era el momento para la sonoridad mía en un espacio lleno de contenidos».

Y a modo de balance, añadió que «pude contar mucho de ese todo que quería contar y siento que el disco está muy bien para mi nivel de exigencia y que es muy fiel al concierto».

Consultado acerca de si cuando irrumpió como suerte de niño prodigio del acordeón soñaba con llegar al Colón como lugar de validación y reconocimiento, aseveró que «no. En esa época no y muchos años después tampoco y ni siquiera cuando fui a ver a (el violoncellista Mstislav) Rostropovich en el mismo Colón».

«Tocar allí -insistió- era algo que estaba demasiado lejos de mi menú diario, por ahí empezó a aparecer esa fantasía hace unos diez años cuando empecé a girar por Europa y toqué en determinadas salas donde hay un gran respeto por el sonido y mi música se fue adaptando a ese sonido acústico».

Metido en esa instancia estética que finalmente lo depositó en el Colón, consignó que «uno fantasea con poder hacerlo, pero hay que estar ahí, sentarse y decir ‘acá estoy yo con mis ideas y mi manera de ver las cosas'».

«Así que celebro haber podido llegar al Colón ahora, cuando mi música medianamente puede expresarse en un lugar como ese sin querer convertir el Teatro en otra cosa», se explayó.

Mientras evalúa cómo seguir su luminoso camino antes jalonado por placas como «La ponzoña», «Polcas de mi tierra», «Chamamé crudo», «Tarefero de mis pagos» y «Pynandí (los descalzos), consideró que «si uno está tratando de desarrollar algo en otra dirección, no es que esté en contra de la tradición. Uno tiene una profunda necesidad de ir algo pero hay que partir de algo contundente para poder hacerlo».

En ese devenir, sostuvo que «es bueno entender que siempre hay cosas para dar y para aprender, tanto en la música académica como en la popular».

«En lo que uno llama música de élite hay que aprender el tratamiento y el respeto que hay por el sonido que a veces se descuida en la naturalidad, en la espontaneidad y en la vigente contundencia de la transmisión oral de la música popular», puntualizó.

En relación a la la música popular, subrayó «la simpleza, la frescura, la contundente transmisión oral de algo que está totalmente vivo y que se renueva constantemente en la interpretación y eso es como un arroyo de agua fresca».

Para tratar de propiciar el encuentro entre esas vertientes, tal como él mismo lo logró en «Tierra colorada», resumió que «son diferentes pero construyen mundos sonoros por los que uno accede a un estado del corazón».

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