Hasta en Misiones llegaron a buscar al papá de Guido Carlotto

Jorge Montoya, tío de Ignacio Guido Montoya Carlotto y hermano menor de Walmir “Puño” Oscar,  pasó los últimos días reconfortándose con la aparición de su sobrino, que estaba en la otra punta del mapa. Desde el martes pasado se le aparecen imágenes, conversaciones, fechas, nombres. Los recuerdos lo abordan. Los había bloqueado y ahora vienen solos. Infojus Noticias lo entrevistó.

-Puño era como Ignacio. Vi la conferencia de prensa en el aeropuerto, me relajó mucho verlo antes de tomar el avión. Tenía miedo.

-¿Miedo de qué?

-No sé, loco, miedo. Son muchas cosas cruzadas. Por eso, cuando apareció Ignacio yo apagué todos los teléfonos.

Jorge en plena dictadura salió a buscar a su hermano mayor en distintas ciudades y dio sangre al Banco Nacional de Datos Genéticos porque olfateaba la descendencia: intuía que tenía un sobrino. Junto a su madre Hortensia Ardura, de 91 años, viajó desde Caleta Olivia a Buenos Aires en la tarde del viernes pasado, cuando Ignacio Guido Montoya Carlotto dio una conferencia de prensa junto a su otra abuela, Estela de Carlotto, y se presentó en sociedad. A partir de ese día, Jorge siente que le ocurre algo raro: su mente se empezó a liberar de las ataduras y se le aparecen imágenes, conversaciones, fechas, nombres. Los recuerdos lo invaden. Los había bloqueado y ahora vienen solos, sin que los llame.

“Una de las cosas que me quedó de todo este proceso es que me cuestan las fechas y tengo los nombres borrados. Hicimos un pacto con Puño: nadie sabe nada de nada”, explica Jorge, y espera que con el paso del tiempo se le abran nuevas compuertas. Tal fue el esfuerzo por olvidar que perdió registro de reuniones y diálogos con amigos sobre la búsqueda de Puño. Algunos le hablan de conversaciones que él dice no recordar, que niega.

Uno de esos recuerdos se disparó cuando estaba llegando al aeropuerto para tomar el avión que lo llevaría hasta su sobrino. Se acordó de una vez que fue a un encuentro de teatro en Trelew, en 1986, y tuvo una reunión con un ex militante que dijo que creía haber visto a su hermano. Lo había acompañado una amiga, que varias veces le había hablado de esa reunión y él la había negado. De pronto, la recordó y todo se le fue aclarando.

 -¿Cuándo se enteró de la noticia?

-Estaba en la oficina y en el otro escritorio escuchaban la Rock & Pop, bajita, y de pronto escucho “Carlotto y nieto” y le digo que levanten el volumen. Escucho y me voy corriendo para atrás, a la pieza de mi vieja, que estaba durmiendo. La desperté y le dije “te voy a decir algo que te va a conmocionar, pero también te va a alegrar mucho”. Y me dice: “Dale ¿qué pasa?”. Apareció tu nieto, ¿qué nieto? Ella pensaba que hablaba de mis nietos y le dije que apareció el hijo de Puño.

-¿Cómo sabía que el papá de Ignacio era Puño?

-Sabía que podía haber una vinculación. Las dos familias teníamos datos coincidentes, descripciones similares, que concordaban. Y cuando fui a dar sangre para los reconocimientos dije que mi apellido era Montoya y me preguntaron: ¿De Puño? Desde ese día me quedé convencido de que Puño era el papá del hijo de Laura. Pero nunca dije nada para no entorpecer la investigación para que nadie saliera a ensuciarla.

-Y después de la conversación en el cuarto ¿Qué hicieron?

-Fuimos a ver la televisión. Me sonó el celular y vi que el llamado tenía característica 011, y ahí no tuve más dudas. Atendí, era Claudia Carlotto y me largué a llorar y corté. La llamé y me dijo “Guido es el hijo de mi hermana y tu hermano”. Y a los minutos apareció la foto de Ignacio y mi vieja decía es Puño, es de River como Puño, es igual. Cuando lo vimos era igual.

-¿Qué pasó en Caleta Olivia?

-Se vivió con mucha alegría. Ese día traté de tranquilizarme un poco y recibí a los medios de acá. Y después en la calle la gente estaba contenta. Me paraban para hablar del tema, para felicitarme. No escuché ninguna mala.

-¿Cómo fue el primer encuentro con Ignacio?

-Primero lo vieron los Carlotto y mis hijas y cuando nosotros llegamos ya estaba blandito Guido o Ignacio, como él quiera que lo llamen. Y es tan piola que nos la hizo fácil.

-¿Con qué sobrino se encontró?

-Creo que la forma de ser tiene mucho que ver con la base que uno tiene y debe haber sido criado muy bien, con buena leche y mucho amor. Siempre está de buen humor.

La distancia y la búsqueda

Desde que Puño desapareció, Jorge pasó muchas horas pensando en él. Otras tantas buscándolo. Durante muchos años lo torturó la idea de que en ese último encuentro con Puño, a fines de febrero de 1977, alguien lo había seguido. Ese era uno de sus peores temores: que él terminara siendo, sin saberlo, el hilo conductor hasta su hermano.

Nadie dudaba del peligro que corría Puño. Sobre todo después del allanamiento que les hicieron un día en que iban a festejar el cumpleaños de Hortensia, en la casa de Cañadón Seco. Jorge los vio venir, había efectivos llegados desde Caleta Olivia, y juntó fotos y algunos documentos y se los puso entre la camisa y el cuerpo. Cuando se fueron se metió en un sótano y los fue quemando de a poco, para no hacer mucho humo.

Ese mismo cuidado lo tuvo en la búsqueda. Fue juntando información de a poco. Incluso buscó pistas imposibles: un día se fue hasta Córdoba porque le habían dicho que había “alguien medio perdido” que era parecido a Puño. Otro día a Santa Fe y otro a Misiones.

“Nosotros tuvimos mucha suerte porque por la distancia no podíamos hacer una investigación como la que hicieron Abuelas o el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) –que en 2009 identificó los restos de Puño enterrados en una Berazategui como NN-. Y el otro día mi vieja me dijo: ‘Dios me dio larga vida para que lo pueda ver’”, cuenta Jorge, que en noviembre del año pasado fue operado del corazón y está convencido de que se lo “repararon para poder pasar bien por esto”. Lo dice y se ríe.

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