Reflexión dominical de Monseñor Marcelo Martorell obispo de Puerto Iguazú

Dios es el pastor de Israel, que lo gobierna a través de los siglos, por medio de sus elegidos, reyes, sacerdotes y jueces. Estos no han sido siempre fieles, y eso producía la indignación del Señor. Al final, Dios, compadecido de su Pueblo, mandó a su Unigénito, el único verdadero Pastor que conducirá al Pueblo en la Verdad, que les cuidará dándole Vida, y que les mostrará todo el amor de su Padre por su rebaño. Toda la liturgia de hoy está dominada por la figura del Pastor y de él hablan expresamente la segunda lectura y el Evangelio.

En el Evangelio de San Juan, el mismo Jesús nos muestra la diferencia entre un buen pastor y los falsos pastores. Ellos tienen conductas diferentes, entre aquellos y la suya. Aquellos son como ”ladrones” que se introducen en el rebaño con engaños, para “robar, matar, y destruir” (Jn.10,10). Llevan al rebaño por el camino falso y la confusión. Jesús en cambio es el “Buen Pastor”, llama s sus ovejas por su voz y por su nombre, ellas lo escuchan y reconocen su voz. Siguiéndolo no tienen nada que temer, y nada les falta, pues “él ha venido para que tengan vida y la tengan en abundancia” (Ib. 10). Así para asegurarles la vida está dispuesto a darles la suya propia. Jesús es al mismo tiempo pastor y puerta de las ovejas: “yo soy la puerta, quien por ella entrare, encontrará pasto en abundancia, entrará y saldrá, y se salvará” (Ib.9).
El redil de Jesús es la Iglesia, y nadie entra por la puerta si no cree en Él y no vive en si mismo el misterio de su muerte y resurrección. La Iglesia nos muestra este misterio de fe en el bautismo, pues éste sumerge al hombre en el misterio pascual de Cristo y lo introduce en el redil, donde encontrará la salvación.
De hecho la manifestación de los Apóstoles del misterio de la pasión, muerte y resurrección, y de cómo todo lo que ellos hacían y decían tenía como base y fuerza este misterio, llamado el “kerigma primitivo”, provocaba que una muchedumbre de unas tres mil almas se bautizó, y reconociéndolo como el único pastor, las ovejas dispersas de Israel, unidas, entraban por la única puerta, que es Cristo, al Iglesia de Dios.


Lamentablemente en la Iglesia, bajo el vestido del pastor, nunca faltan bandoleros y audaces que conducen con engaño al rebaño, para “robar, matar, y destruir” (Jn.10,10) llevando consigo el terror y la confusión y así turbando a la comunidad de la Iglesia con falsas teorías, dispersan y desorientan a los fieles llevándolos por caminos falsos y hacia pastos poco nutritivos, en alimento y por lo tanto vida. Pero las palabras del evangelio siempre triunfaran sobre estos falsos pastores y su predica desorientadora –“las ovejas no escucharon su voz” (Ib.8).
La fe del rebaño requiere de una gran paciencia, mientras peregrina en la vida, y Pedro se lo hace saber a la comunidad. Les recuerda primero lo que Jesús había hecho y sufrido por ellos. La mansedumbre y el amor demostrado en medio de los ultrajes, tomando sobre sí mismo los pecados del mundo y “poniéndolos en el madero de la cruz” destruyéndolos con su “muerte” (1Pe. 2,23-24).


Por la cruz, los que éramos como ovejas sin pastor, sin vida y dispersas, hemos sido reunidos en un solo rebaño que camina hacia los pastos y aguas seguras; él nos ha devuelto al redil. Y es por esto que como Iglesia bajo un solo Pastor nos llenamos de alegría al celebrar su resurrección …Y cantamos todos los hijos de la Iglesia con inmensa alegría esa noche santa “Ha resucitado el buen Pastor, que dio la vida por sus ovejas y se dignó morir por su grey” nos lo dice el Misal Romano, haciendo suyas las palabras y los gozos de toda la Iglesia. Sigamos al Buen Pastor con fidelidad y seremos libres y no nos equivocaremos en el camino a recorrer, iremos por los pastos seguros y tendremos vida, y vida en abundancia.En este domingo la Iglesia celebra el día de las vocaciones sacerdotales y religiosas, pongamos un especial empeño en orar por ellas como nos lo pide el Maestro “Orad y pedid porque la mies es mucha pero los trabajadores son pocos!Que María, que nos conduce siempre al amor del Pastor, cuide de nuestra fe y guíe nuestro caminar.

 

Marcelo Raúl MartorellObispo de Puerto Iguazú(Sal. 23)

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