Lío

Escribe Juan Carlos Argüello, jefe de Redacción de Misiones On Line 

La Argentina desde sus primeros años fue un país dividido. Civilización o barbarie, unitarios o federales, rojos y colorados, Rozas y Urquiza, peronistas o antiperonistas. Desde el principio de la historia, el interior fue la barbarie y se gobernó para la patria agroganadera central, hoy dominada por el paisaje verde de la soja. El desarrollo del país olvidó desde siempre a millones de argentinos dejados a su buena suerte en provincias “periféricas” que poco importaban por el peso específico electoral. Los privilegios eran de la zona central y Dios atiende hasta ahora en Buenos Aires.

 

 

Recién en los últimos años se rescató del olvido a muchos pueblos atendiendo al interior casi en la misma medida que a los porteños o bonaerenses y se dictaron leyes que igualaron para arriba a un misionero o correntino con un cordobés o un santafesino. La Asignación Universal por Hijo, la multiplicación de las jubilaciones y millones de pesos en obras aportaron un poco de equidad, todavía insuficiente para tantos años de postergaciones. Pero esas medidas, hubo que reestatizar los fondos jubilatorios en medio de una “gran tensión”.

 

 

Como si todos esos ejemplos no bastaran, en esta campaña electoral, los candidatos a reinas del colegio, se quejan de que hay “dos países” a los que hay que unir sin discusiones, sin crispaciones y con todos bajo el mismo paraguas, no importa el sello ni de donde provengan. Abanico de buenas intenciones que se da de bruces contra la realidad. No es lo mismo ni quiere lo mismo el patrón sojero de La Pampa que el tarefero de Misiones. No es lo mismo ni aspira a lo mismo el militante PRO de Capital Federal que un estudiante del norte salteño.

 

 

Se debe pensar en gobernar para todos, claro está, pero no se descubrió el método para dejar contentos a todos por igual. Si se piensa en todos, es decir, también en aquel pequeño agricultor del interior del interior, en aquel que tiene nada y al que mucho se le debe, se deben tomar decisiones que afectan intereses, que producen tensiones. Sin esas decisiones, que “confrontan”, las ganancias de la soja seguirían repartiéndose entre los terratenientes pampeanos y no entre los municipios que ahora reciben regalías.

 

 

¿Desde cuándo son malas las tensiones de la política? Para gobernar hay que decidir y eso produce tensiones. Produce lío. Tensiones que nunca fueron malas cuando los beneficiarios de esas decisiones fueron los poderosos de siempre. Rara parábola, en los 90, cuando buena parte del país se hundía en la miseria, no había “crispación”, porque muchos de los ahora ofuscados, disfrutaban de la pizza con champagne o los viajes relámpago a Miami. El resto no tenía ni para el viaje al almacén.

 

 

El gobernador Maurice Closs dio un claro ejemplo de lo que significa “gobernar”. El viernes, en un encuentro con vecinos de Florentino Ameghino, aseguró que  “el Estado en la mesa de negociación, va a estar siempre, con la razón, del lado del productor. Queremos que el industrial gane plata, pero nunca por el cuero del productor misionero”. Se refería a los industriales del té, pero lo mismo vale para la yerba, el tabaco o la forestación. “Desde 2008 hasta la fecha no tuvimos problemas con el té, hasta este año, porque algunos industriales, no todos, pretenden pagar el mismo precio que el año pasado cuando el precio subió en dólares 13 por ciento y el tipo de cambio hoy está un 28 por ciento por encima por la devaluación”, explicó.  “Si no mejoran el precio, vamos a intervenir, como hicimos en otras épocas, pero no entreguen mansitos su té. No hay razón matemática, ni análisis de costo para que no puedan pagar 55 centavos. El Estado en la mesa va a estar siempre, con la razón, del lado del productor”, advirtió.

 

¿Alguien apuesta a que el industrial tealero cederá por sí mismo puntos de su ganancia? Y no serán centavos. Son millones de dólares. Lo mismo sucede con la soja. ¿Alguien terminará enojado? El productor seguro que no.

 

 

Esa definición del rol del Estado es compartida entre Misiones y el Gobierno nacional en los últimos diez años y es parte del modelo que se inició en 2003 y que nuevamente se pone en juego en las primarias y en octubre. El resto se concentra en salir a la caza del voto anti.

 

 

La idea de “división” pretende captar la atención de ese votante que no comulga con el Gobierno, incluso si su situación es mejor que años atrás. El recurso retórico de reducir la política a la pelea de políticos en contra de un ciudadano común cuyos problemas no tiene respuesta satisfactoria no es nuevo, pero la solución a esos problemas no llega sin los conflictos que se pretende evitar.

 

 

Los spot de campaña de la oposición comparten la matriz de “unidad”, “consenso”, “juntos” y “sumar”.  “Nosotros armamos una fuerza política que tiene la capacidad de convocar a todos los sectores sin distinción porque tenemos la vocación de abandonar las peleas del pasado para construir el futuro. Esa tarea incluye que tengamos la capacidad de sacarle los sellos a la gente. Debemos convocar a la gente desde todos los sectores para tratar de construir futuros. Dar las peleas que valen la pena”, discurseó Sergio Massa, la estrella naciente en el escenario antikirchnerista. El sello al que se refiere es Mauricio Macri, a quien públicamente no se anima a nombrar como aliado. ¿Por qué? Porque el líder del PRO expresa una política que siempre se opuso a las reivindicaciones que fueron sumándose en los últimos diez años, cuando Massa todavía pertenecía al universo K. Aunque son socios por lo bajo, mostrarlo a sus votantes como aliado, le restará votos al reeditar una alianza muy parecida a la que hizo Menem con la UCEDÉ.

 

 

El intendente de Tigre no es el único que esconde sus intenciones. Argen y Tina dicen los radicales en su nueva alianza con Stolbizer. Intentan mostrar una ruptura, pero no explicitan de qué lado se ponen ellos y los spots evidencian que uno de los países -si no se piensa como ellos- es delictivo, sucio, peligroso. Al mismo tiempo hablan de “unidad”.

 

 

Hermes Binner también hace de las suyas con mirada penetrante o una parrilla de chorizos que va desapareciendo a medida que se discute de política. Raro, un socialista que reduce la política a un reparto de choripanes.

Peor ejemplo lo dan la izquierda, Hugo Moyano y Elisa Carrió que protestan airadamente por el impuesto a las ganancias, pero nada dicen de la explotación laboral, el trabajo en negro y la inequidad rural. Hasta la izquierda, busca representar al que más gana, que es el “crispado” con el modelo, que, como contracara, contiene el respaldo de quienes menos tenían.

 

 

Luego de haber experimentado un ajuste del 492 por ciento en los últimos cinco años, el salario mínimo argentino es hoy el más alto de Sudamérica. Pese a que apenas logra superar el ingreso necesario para adquirir los bienes de la Canasta Básica Total, el piso salarial para los trabajadores del sector formal supera al de los otros países de la región tanto en términos de poder adquisitivo como en dólares corrientes.

 

 

El instrumento que se utiliza para realizar las comparaciones es la llamada Paridad de Poder Adquisitivo (PPA) que determina el número de bienes y servicios que se pueden comprar en cada país con un salario mínimo.

 

 

A pesar de que Brasil es la economía más grande de Sudamérica, su salario mínimo es el sexto de la región en dólares corrientes, o el séptimo, si se considera su poder adquisitivo.

 

 

Con el último incremento anunciado, a partir de enero de 2014 cuando el salario mínimo llegue a 3.600 el aumento respecto de enero de 2003 será de 1.700 por ciento. Este año se registró un 35 por ciento de aumento de la Asignación Universal por Hijo, una inicial de 15 por ciento en jubilaciones y un 25 por ciento de salario mínimo, que lo lleva a 3600. Nada de esto se podría haber alcanzado sin un Estado decididamente involucrado en los procesos económicos y productivos.

 

 

Ese Estado presente es la clave para las transformaciones que se vivieron en el país y la única herramienta para conseguir las que hacen falta. Está claro que nadie vota por el pasado, sino por promesa de futuro y ahí está la clave del debate electoral. En Misiones el Frente Renovador se posiciona como el defensor del modelo, incluso diferenciándose del Gobierno nacional con el que comparte objetivos, pero no necesariamente urgencias.

 

 

El diputado nacional Alex Ziegler dio su visión sobre el momento. “Sabemos que tenemos nuevos desafíos y la experiencia para afrontarlos”, dijo en relación también a su compañera de lista, Silvia Risko.

 

 

La mesa fundadora de la Renovación se reunió en San Vicente, donde hizo una severa autocrítica al mismo tiempo que defendió con énfasis el rol decisor del Estado. “El norte que nos impusimos fue claro desde el principio: veníamos a la política misionera fundando la Renovación para cambiar la historia y devolverle el poder a la gente y confluíamos radicales, independientes, empresarios, cooperativistas y entre todos fuimos construyendo esto que es hoy Misiones”, dijo el jefe de Gabinete, Ricardo Escobar.

 

 

“Pero también tenemos que hacernos cargo que la inercia de la función publica alejada de la practica política cotidiana con la gente, normalmente a cualquier movimiento popular lo aburguesa y lo quita de compromiso ideológico y ante la sociedad”, reflexionó. Aseguró además que saben que hay funcionarios que no atienden a la gente, no escuchan, ni asumen la responsabilidad que tiene que tener. “Por eso nosotros, la parte fundadora de la Renovación, decidimos tomar la iniciativa e instalar el debate en la provincia, para defender este proyecto popular y misionerista y a la conducción política”.

 

 

 La bocanada de aire fresco que forzosamente generó el resultado del 30 de junio revitalizó el debate, puertas adentro de la Renovación y también con el resto de las fuerzas políticas. Es un mensaje saludable para los pasos electorales que siguen.

 

@JuanCArguello

 

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