Tango feroz: La Orquesta Típica Fernández Fierro llegó, tocó y partió

El Teatro Lírico del Centro del Conocimiento fue testigo de un show corto, preciso y contundente, que quedará marcado en oídos y retinas de un público que esperaba una “orquesta típica de tango”, pero que recibió mucho más.

Hubo un tiempo en que el tango era irreverente por derecho propio. Malevaje de barrio, fungis y farolitos donde apoyarse pa´mirar de reojo. Hoy el malevaje de barrio perdió todo romanticismo, los sombreros honguito escasean y los farolitos de barrio dejaron paso a lámparas de gas sodio y xenon.

 

En este nuevo contexto social nació la Orquesta Típica Fernández Fierro -que de típica tiene muy poco-, cuando la Argentina ardía como un fierro caliente y trastabillaba como una orquesta desafinada. Ya van más de diez años de eso, y ese tren descontrolado -pero siempre muy ajustado- que se mira con ojos de rock pero se escucha con pasión de tango, recaló  en Posadas por primera vez. Un show de poco más de una hora en la que los instrumentos quedaron exhaustos de tanta pasión derramada. Entre el público -que colmó una vez más el medio millar de butacas a disposición- se podía adivinar a tangueros de los viejos y de los nuevos, algunos expertos, viejas glorias de la música local y, también, hubo de los que “fueron a ver qué onda con estos pibes que tocan tango tradicional pero moderno a la vez”.

 

Casi veinte canciones en poco más de una hora. Bloques de cuatro tangos, una breve pausa para comentar algo con el público y a darle otra vez. La dinámica de un show de la Fernández Fierro no tiene nada que envidiarle a la de cualquier recital de rock -punk rock, en realidad-. Mucho humo, luces estroboscópicas y reflectores cenitales, crean un caos visual que envuelve a la perfección a ese tren expreso cargado de tango y humeante de poder.

 

Los cuatro fuelles, líderes musicales, pero más aún en lo que respecta a la actitud, hacen cada uno lo que quiere, y cuando uno se lanza en solitario, los violines le hacen la segunda con suprema precisión. El piano y el violonchello se encargan de brindar un colchón sonoro sobre el que el contrabajo y el cantor se desplazan casi a voluntad. “La primera impresión, la que entra por los ojos, me resultó difícil de asimilar” contó un viejo tanguero old school, “pero al escucharlos me tranquilicé. Son más de diez rockeros que tocan tango, y lo hacen muy fuerte, pero muy bien”, reconoció sin embargo y sin dudar.

 

Técnicamente irreprochables, los Fernández Fierro suelen desatar la polémica (entre los más tradicionalistas) a la hora de adentrarse en letras. Claro, siempre fieles al concepto y la estética del rock, comenzaron haciendo covers (impecables las versiones de “Cuesta Abajo” (de Gardel y Le Pera) o  Buenos Aires hora 0 (de Piazzolla), para, en la actualidad, armar repertorios con un 100% de canciones propias. Si tenemos en cuenta el hecho de que vivimos en tiempos en que la gomina pasó a llamarse gel y que el paco reemplazó a la “cocó y la morfina”, el que los Fernández Fierro rindan homenaje a Kosteki y Santillán en una canción como “Puente Pueyrredón” (Incluida en TICS, el disco que vinieron a presentar) más que una libertad artística, suena a postura política, y esa es una cuestión que difícilmente pase de moda, ni en el tango ni en el rock.

 

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