Son 813 mártires italianos decapitados por negarse a renunciar al cristianismo y dos monjas latinoamericanas. En su papado, Juan Pablo II había canonizado a 482 personas y Benedicto a 44.
En su primera ceremonia de canonizaciones, el Papa argentino batió ayer un verdadero récord al hacer santos a 815 católicos, dos monjas sudamericanas (una colombiana, la otra mexicana), más 813 mártires italianos decapitados en 1480 por musulmanes turcos por negarse a renegar de su fe cristiana. De acuerdo a la ley canónica, el culto de los elevados a los altares como santos es obligatorio para toda la Iglesia, con sus 1.200 millones de bautizados.
Juan Pablo II era considerado el mayor fabricante de santos de la Iglesia al haber canonizado a 482 personas en 27 años de papado. Benedicto XVI proclamó sólo a 44 nuevos santos en casi ocho años de reinado.
En el elogio de las dos religiosas, Francisco dijo que sus ejemplos de perfecciones se contraponen a “la indiferencia que corroe a las comunidades cristianas” y denunció “el aburguesamiento” de muchos cristianos. Afirmó que la colombiana Laura Montoya y Upegui fue un instrumento de evangelización de los indígenas que con su ejemplo de vida y acción enseña “a vencer la indiferencia y el individualismo”.
Una gran multitud de más de cien mil peregrinos siguió las ceremonias, con centenares de fieles que llegaron de Colombia y México. El Papa exhortó a las dos grandes naciones latinoamericanas a la pacificación. Estaba presente en la ceremonia el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, quién afirmó que la nueva santa invita “a la reconciliación” en su país. Santos será recibido hoy en audiencia por Francisco en el Palacio Apostólico vaticano.
El Papa destacó que la primera santa colombiana “nos enseña a ver el rostro de Jesús reflejado en el otro y nos enseña a acoger a todos sin prejuicios ni reticencias, con auténtico amor, dándoles lo mejor de nosotros mismos y compartiendo con ellos lo más valioso que tenemos: Cristo y su Evangelio”.
Jorge Bergolio dijo que María Laura Montoya (1874-1949) “infundió esperanza” entre los pueblos indígenas” y que les enseñó de una manera “que respetó su cultura”.
Un testimonio de “esta forma sublime de amor”, agregó el pontífice, fue la mexicana Santa María Guadalupe García Zavala (1878-1963). Ella “renunció a una vida cómoda”, agregó Bergoglio, quién reflexionó: “¡Cuánto mal comporta la vida cómoda!”.
El pontífice explicó que “el aburguesamiento del corazón nos paraliza”.
“Madre Lupita renunció a una vida cómoda para seguir la llamada de Jesús y servir a los enfermos y abandonados”.
“Los pobres, los abandonados, los enfermos, los marginados, son la carne de Cristo y madre Lupita nos enseñaba a no tener miedo ni avergorzarnos, a no sufrir repugnancia en tocar la carne de Cristo”.
En cuanto a los 813 mártires de Otranto, una ciudad del sur de Italia, Francisco dijo que ellos escribieron “una página de supremo testimonio del Evangelio. Fue vivida por 813 personas que sobrevivieron al asedio y la invasión de Otranto en 1480 por parte de los otomanos y después fueron decapitados porque se negaron a renegar de su fe”.
El Papa señaló que en la fe encontraron los mártires la fuerza para mantenerse fieles.
Francisco recorrió ayer a bordo de su blanco papamovil blanco y totalmente descubierto, toda la plaza y se internó en territorio italiano unos 300 metros por la vía de la Conciliación.
Este viaje con paradas para descender del papamovil entre los fieles que lo aclamaban, lo besaban, lo aclamaban, le daban la mano, sollozaban y dialogaban con él, especialmente los discapactados, mostró el carisma enorme del Papa argentino que está penetrando hondamente entre los fieles comunes.
Hidalgo González, un técnico ecuatoriano, dijo a Clarín que “Francisco es una revolución en la Iglesia, yo lo veo como muchos como el nuevo Juan XXIII”. Y agregó: “Es ya un Papa bueno y será un Papa magno porque impulsará una gran renovación de la Iglesia y de nuestra vida religiosa, que será más íntima y a la vez más colectiva”.
( Clarín)
