Cómo se elige al nuevo Papa

La elección de un nuevo Papa es un rito con una extensa tradición que suele mantener a buena parte del planeta en vilo hasta que sale el famoso humo blanco de la chimenea de la Capilla Sixtina, en el Vaticano.

     

    Los papas son elegidos por los cardenales que tengan menos de 80 años, los llamados electores que actualmente suman 118, de 48 países. La mayoría de ellos proceden de Europa, con 62, seguida por América Latina, con 19.

    La renunión de los electores, que se celebra en la famosa Capilla Sixtina, debe inicarse entre los 15 y 20 días después de la muerte o renuncia del Papa. Como Benedicto XVI renunciará el 28 de febrero, el cónclave debería comenzar entre el 15 y 20 de marzo.

    La cita comienza por la mañana con la celebración en la basílica de San Pedro de una misa «Pro eligendo Papa».

    Por la tarde, los cardenales se visten con un roquete -vestidura blanca, con mangas muy anchas, que llevan sobre la sotana y que llega hasta la cintura- y cantan el «Veni Creator» en la Capilla Paolina para pedir la ayuda del Espíritu Santo.

    Más tarde entran en la Capilla Sixtina, donde se iniciará formalmente la reunión de la que debe surgir el nuevo papa.

    El primer día del cónclave sólo hay una ronda electoral, pero si no hay acuerdo se realizan después cuatro por día y si la elección se prolonga varios días, se realizan pausas de reflexión.

    Para que un papa resulta electo debe recibir el apoyo de los dos tercios de los votantes. Sin embargo, si se llega a la trigésima ronda electoral sin designar al nuevo Pontífice, se puede optar por la mayoría absoluta (51% de los votos) y sólo participan como candidatos los dos favoritos.

    A diferencia de las típicas campañas políticas, en este caso no hay formalmente ningún candidato y por ende tampoco existen las campañas electorales.

    Según los ritos católicos, cada cardenal escribe en una papeleta el nombre de aquel que cree que debería salir elegido «según la voluntad de Dios».

    Entre los votantes se incluyen a los cardenales enfermos, siempre que puedan quedarse en el Vaticano durante todo el cónclave.

    Hay tres «infirmarii» encargados de los enfermos. Si los enfermos están en cama, los «infirmarii» van a recoger la papeleta y la depositan en su nombre en la urna.

    Pensando especialmente en los cardenales enfermos y de edad avanzada, Juan Pablo II mandó construir dentro del Vaticano una casa de huéspedes, para que tuvieran un alojamiento apropiado durante el cónclave.

    Los comicios se realizan a puerta cerrada, bajo un gran hermetismo. Previo a la reunión, la Capilla Sixtina es registrada por expertos en busca de micrófonos o cámaras de televisión ocultas. Las grabadoras están también prohibidas.

    Durante el cónclave, los cardenales electores no tienen permitido llamar por teléfono, recibir correspondencia, leer diarios o ver televisión.

    Además, se comprometen a guardar silencio sobre todo lo hablado durante el cónclave y jamás se publican los resultados de las rondas electivas.

    La elección del Papa se da a conocer inmediatamente después de la elección. Tradicionalmente, de la chimenea de la Capilla Sixtina sale humo blanco al quemarse las papeletas. En las rondas previas, las que concluyeron sin elección, las papeletas se mezclan con una sustancia resinosa llamada pez para que al quemarse largan un humo negro.

    Tras la elección, el rito continúa cuando el decano del colegio cardenalicio pregunta al elegido si acepta el cargo y con qué nombre quiere gobernar.

    Los cardenales le juran obediencia, se reza una oración de acción de gracias y el llamado «cardenal protodiácono» presenta al nuevo papa en la Plaza de San Pedro con la fórmula «Habemus papam».

    El nuevo pontífice se presenta entonces ante la multitud e imparte su primera bendición «Urbi et Orbe» («a la ciudad y el mundo»).

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