Giselle: amor, engaño y muerte en dos actos

La historia de amor de una sencilla campesina con un noble que se hace pasar por un aldeano, se convierte en una oscura secuencia en la que las brujas y la muerte desbordan un escenario enmarcado por la excelencia de la danza-ballet. 

Gisell es una jovencita de frágil salud y nobles sentimientos. En su vida aparece Albretch, un duque que, sabiendo lo difícil que será conquistar el corazón de la tímida Gisell debido a su noble origen, se hace pasar por aldeano para así conquistarla. Una vez más la historia de amor en el que los medios justifican los fines y la felicidad muta en tragedia. Pero lo que no es, de ninguna manera, “una más”, es la puesta en escena. Érica Cornejo, Carlos Molina y todo el elenco del Ballet del Centro del Conocimiento representaron una obra maestra con un vestuario y escenografía de excepción ante un auditorio repleto que aplaudió agradecido el haber recibido tamaña dosis de arte en forma de ballet.

 

Cornejo + Molina, cuando el brillo no eclipsa

Con dos estrellas mundiales en los roles protagónicos, fácil era de suponer que Giselle se convertiría en una puesta en escena “para dos”. Pero nada más alejado de la realidad: al carisma, sencillez y humildad de los invitados de honor, hay que sumarle la calidad técnica del elenco local, que demostró que la brecha con los grandes ballets internacionales se acorta cada vez más.

 

El Primer Acto se lleva todas las luces y, por ende, es donde brilla más el vestuario magistralmente diseñado y ejecutado en los talleres del Centro del Conocimiento. En él se observa la gran calidad actoral de la pareja invitada, que mediante gestos precisos y calculados, convierte cada escena en un espectáculo para ver y sentir. Paralelamente, en la parte danzante, quien se llevó las palmas y reconocimiento total del público, fue la pareja de bailarines principales del Ballet local. Solange Alvarez Carames y Rodrigo Blanco Perez deslumbraron con sus pasos y vuelos que nada tienen que envidiar, en absoluto, a las grandes parejas de la danza mundial. Junto a ellos, todo el séquito de aldeanos y aldeanas conformaron un bello show de baile y sincronía que fue merecidamente aplaudido y reconocido por el público presente.

 

La hora de las brujas

Las Willis son espíritus de las doncellas que han muerto antes de ser convertidas en esposas. Su condena es la de bailar en las noches atrayendo a incautos que se adentran en el bosque para luego matarlos en una danza bella, pero macabra. En el Segundo Acto, Giselle, que luego de descubrir el engaño de Albretch ha muerto por amor, se ve en la encrucijada de seguir el destino de toda Willi o salvar a quien en vida fuera su amor. Una atmósfera sepulcral magníficamente puesta en escena mediante un decorado sencillo pero eficaz y una puesta de luces fenomenal, dan a todo el segundo acto un aire de pesadumbre solamente interrumpido por el vuelo de las brujas en su danza mortal.

 

Finalmente el amor de Giselle vence al designio de las Willis y Albretch, consternado, observa como su amor vuelve a la tumba mientras él, culpable por haber amado de la manera equivocada, debe seguir su vida con la cruz de la tumba de su amada como horizonte de su pesar.

 

 

 

 

LA REGION

NACIONALES

INTERNACIONALES

ULTIMAS NOTICIAS

Newsletter

Columnas