Declaran monumento histórico nacional a la Escuela Normal de Leandro N. Alem

Se declaró monumento histórico nacional a la Escuela Normal Superior «Domingo Faustino Sarmiento», ubicada en Leandro N. Alem, Misiones, inaugurada en 1964. El motivo es por la singularidad y originalidad del edificio. La medida fue por decreto 1934/2012 publicado hoy en el Boletín Oficial del Gobierno argentino.

 

La Comisión Nacional de Museos y de Monumentos Históricos realizará las inscripciones correspondientes en los Registros Catastrales y de la Propiedad.

El decreto lleva la firma de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner; del jefe de Gabinete, Juan M. Abal Medina y del ministro del Interior y transporte,  Florencio Randazzo.

En los considerandos expresa que la Secretaría de Cultura de la Nación propuso la declaratoria y explica que a partir del año 1956 el gobierno de la Provincia de Misiones se propuso imprimir un impulso modernizador a sus instituciones, que se tradujo, arquitectónica y urbanísticamente, en realizaciones de notable calidad.

Un ambicioso Plan de Obras Públicas –agrega- generó trabajos de infraestructura energética, turística, educacional y hospitalaria, producto en muchos casos de concursos nacionales de anteproyectos.

Ese mismo año, en la localidad de Leandro N. Alem —entonces un pequeño poblado con calles y caminos de tierra— los vecinos iniciaron las gestiones para la creación de una escuela secundaria, que sirviera a las necesidades educativas de los jóvenes del lugar y de los pueblos vecinos.

El Poder Ejecutivo provincial accedió a esa creación y encomendó la obra a los arquitectos Mario Soto y Raúl Rivarola, de probada experiencia en la zona, ya que habían construido las escuelas de madera de las localidades de Puerto Rico, Aristóbulo del  Valle y Campo Viera, y las hosterías de Montecarlo, Apóstoles y San Javier.

La escuela —inaugurada en el año 1964— fue proyectada inicialmente en madera, con cubierta de chapas de fibrocemento, pero un importante incremento en las partidas presupuestarias permitió modificar la concepción original y emplear materiales como el hormigón armado, que pondría de manifiesto el esfuerzo modernizador de la provincia.

El programa –agrega- incluía 12 aulas, 2 laboratorios para ciencias, 1 aula de manualidades y economía doméstica, biblioteca, sala de música, 1 patio interior y otro exterior, administración, sanitarios, vestuarios y 1 local para caldera de agua caliente. Todas las funciones se albergan bajo un gran techo parasol, cuya forma permite captar el agua de lluvia que se almacena en cisternas, mientras que el excedente es expulsado por las gárgolas de los testeros.

Debajo de la cubierta se disponen libremente los volúmenes de las diversas funciones, lo que permite aprovechar el movimiento del aire y genera un microclima interior, a punto tal que la diferencia térmica con el exterior oscila entre los 12º y los 14º. La singularidad y originalidad del edificio se manifiesta en su fuerte presencia urbana —que se destaca hasta hoy en la trama de la ciudad, de escala predominantemente doméstica— y en la vivencia espacial del recorrido interior.

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