Corrientes regionales

Escribe Juan Carlos Argüello, jefe de Redacción de Misiones On Line 

El Presupuesto de un país o de una provincia permite avizorar lo que va a suceder en el corto plazo. Las variables que se calculan y el rumbo que se pretende se transparentan en los números que se exponen en el proyecto. Misiones hace unos meses que discute su presupuesto para el año que viene, con la educación y las áreas sociales como prioridades. La Nación presentó ahora el suyo y con los primeros datos conocidos, se entiende que no cambiará el rumbo. Se seguirán usando reservas para pagar deudas y se manejará el tipo de cambio incluso con controles para evitar una drástica devaluación.

 

Se sostiene la inversión social y el Estado seguirá destinando recursos a movilizar la economía en los momentos en que haga falta.

 

El sistema de créditos Procrear es apenas uno de los ejemplos. Si se mira más allá del impacto cortoplacista, los lineamientos implican una profundización del rol del Estado como motor del crecimiento con inclusión.

 

Tres ejes sobresalen: la política de desendeudamiento sin afectar la independencia económica, esto es administrar reservas, el uso de excedentes para gastos de capital e infraestructura y fuertes incentivos al consumo para fortalecer el mercado interno.

 

Se estima que la economía estará mejor en 2013, básicamente por el menor nivel de deuda que hay que afrontar, lo que permitirá el uso de recursos que este año se volcaron a pagos a los acreedores.

 

El crecimiento de 4,4 por ciento del presupuesto indica un crecimiento por encima de las proyecciones privadas. 

 

Se espera pasar de un déficit fiscal financiero de 35 mil millones de pesos en 2012 a un superávit de mil millones en 2013 con una fuerte política impositiva con un aumento de la participación de los impuestos directos, como derechos de exportación y con el impuesto a las Ganancias.

 

La inflación tiene una proyección de 10.8, aunque para los analistas privados, nuevamente está subestimada.

 

El presupuesto oficial estaría previendo una devaluación de 12,6 por ciento en el tipo de cambio promedio (de 4,53 a 5,10 pesos por dólar) en 2013. ¿Qué harán aquellos que compran dólares a más de seis pesos?

 

Como puede apreciarse, los ejes del proyecto de Presupuesto no permiten avizorar un cambio en la política económica.

 

Esto puede traducirse en la decisión del Gobierno de seguir sosteniéndose en el respaldo de los sectores populares y no cambiar, como reclamaron los caceroleros y repitieron ansiosos los principales dirigentes de la oposición.

 

Para el Gobierno -o la presidenta Cristina Fernández- ese respaldo no debe ser desoído.

 

Hace apenas un año fue ratificada por esa mayoría silenciosa, antes silenciada, que comienza a ejercer -incluso con timidez- derechos, que estaban reservados casi con exclusividad a una clase alta, poderosa, a la que nadie discutía.

 

Pero en la Argentina se acostumbraba a evadir controles y preocuparse poco por el pago de los impuestos. Sumar controles y encima que esos impuestos sirvan para mejorarle aunque sea poco, la vida a quienes no tenían acceso a nada, sulfura los ánimos de quienes no respaldan este modelo. “Parece que parte de los argentinos desprecia a determinados sectores sociales”, definió la presidenta Cristina Fernández, en una elíptica alusión a los caceroleros.

 

No quiere decir esto que no deba atenderse el reclamo de quienes salen a las calles. Pero siempre que se Gobierna, se tocan determinados intereses. En este caso, la elección claramente no está a favor del de los caceroleros.

 

La proximidad de las elecciones legislativas -y  aunque no se mencione directamente, el 7 de diciembre, fecha clave para la desinversión del monopolio informativo-, caldean los ánimos de quienes no apoyan al kirchnerismo.

 

Mucha clase alta y media y el puñado de dirigentes de la oposición que se suben a las protestas, están felices por encontrar una nueva motivación que los aglutine, aunque no haya un eje, sino un conjunto de consignas gritadas con bronca.

 

Coincide con esto la campaña de organismos financieros y fondos buitres criticando la heterodoxia de la economía argentina para hacer frente a la crisis y con un objetivo ulterior que es evitar que se propague el ejemplo.

 

“Es persistente entorno de políticas desordenadas, evidenciada entre otras por la nacionalización de YPF, la petrolera más importante de Argentina, sin el pago de una indemnización, y por diversos controles a las importaciones que han provocado un estancamiento del crecimiento económico del país”, cuestionó hace algunos días la consultora de riesgo Moody’s al bajar la calificación de la deuda argentina.

 

Es curioso el razonamiento expresado por la consultora. Este año se pagaron sin problemas los vencimientos y en el presupuesto del año que viene está previsto el mismo método para hacer frente a los vencimientos, por lo que en la práctica, nada más solvente que las reservas económicas para hacer frente a la deuda. Entonces, si hay garantía de cobro ¿no debería mejorar el estatus de la deuda? Para esta consultora, el problema es el contexto.

 

Si el contexto está mal, pero al país le va bien, no importa. Hay que ser buenos ejemplos, como España o Grecia, que cumplen los dictados, pero tienen a medio país en la pobreza y en las calles reclamando por sucesivos ajustes que ya no dejan ni respirar.

 

 

Es que Argentina logró salir de una crisis estructural sin hacer caso de las recetas económicas tradicionales y en igual o menor medida, buena parte de Latinoamérica ha dejado de prestar atención a los dictados del FMI. Es un estilo que se replica en Brasil, que también maneja su política económica como mejor prefiere, lo mismo que Venezuela, donde, según la CEPAL la pobreza bajó sensiblemente y mejoraron los indicadores educativos y sociales. Fue justamente por esa autonomía, que esta vez la crisis no hizo mella en estas pampas.

 

Por eso no deben sorprender los embates contra la independencia económica que se pretende alcanzar. Incluso Estados Unidos, con Obama, se animó tímidamente a hacer algunos cambios que incomodaron al sector financiero. Paraguay, antes del golpe institucional contra Lugo, también iba por la misma senda.

 

No es casual que el PRO de Mauricio Macri haya anunciado que irá a Venezuela a apoyar a Henrique Capriles en contra de Hugo Chávez. Tampoco es casual la campaña de algunos medios para advertir sobre el supuesto fraude que prepara el bolivariano en caso de ir en desventaja.

 

Llamativamente, la Unasur destacó el proceso de transparencia en Venezuela, mientras que cuestionó el de Paraguay, que debe elegir presidente en 2013 y rechaza una observación del organismo internacional-.

 

Una victoria de Capriles le dará aire internacional al PRO, que sueña con una candidatura presidencial de Mauricio Macri, encabezando una alianza opositora que aglutine a los demás partidos que hoy están desperdigados en la Argentina.

 

El rabino Sergio Bergman vino a Misiones con la misión de relanzar al PRO local y darle junto a Humberto Schiavoni una impronta federal, por fuera de los barrios porteños que votan a Macri.

 

Se dice que hicieron contactos con peronistas y radicales misioneros para robustecer la estructura. Esos disidentes del PJ y la UCR son codiciados también por Trabajo y Progreso, el partido que armó Claudio Wipplinger -ex PRO- y que puso a disposición de las aspiraciones políticas de Daniel Scioli.

 

Falta mucho para 2013, pero son los partidos de la oposición los más urgidos de alianzas y armados, ya que deben recuperarse de sus pobres actuaciones en 2011, cuando fueron rechazados por la gran mayoría de la sociedad.

 

Así como Cristina fue ratificada por el 54 por ciento, el gobernador Maurice Closs lo fue con un inédito 75 por ciento, producto de un ensamble político que se gestó allá en 2003 en el acuerdo conformado con el entonces gobernador, Carlos Rovira, para armar el Frente Renovador.

 

Esa construcción política no sólo fue un éxito electoral momentáneo, sino que a punto de cumplir diez años, mantiene el rumbo que le ha permitido a Misiones torcer una historia de abandonos, pobreza y exclusión, que estaban naturalizados en los misioneros y en el resto del país. Ese nuevo rumbo cambió a Misiones y fue coronado con el respaldo en las urnas.

 

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