Débiles lealtades

La crisis policial desatada en febrero es una herida que todavía no ha terminado de cicatrizar. El cambio del jefe de la Policía fue el primer remedio, pero la cúpula todavía seguía en funciones y no marchaba a la velocidad de los cambios que impulsa el nuevo jefe, Héctor Munaretto, un retirado que volvió a funciones con la idea de oxigenar a la fuerza.

Pero en los últimos meses, la energía que intentó imponer Munaretto a su gestión, chocó con una lentitud expresada en algunos comisarios generales que venían de gestiones anteriores. Las negociaciones con la mesa policial también insumieron mucho tiempo y mostraron la debilidad de algunas lealtades, que fueron puestas a pruebas. También llamaron la atención hechos delictivos que tuvieron a agentes comprometidos y una laxa reacción de sus jefes.

La relación con el Gobierno ya estaba desgastada.

Por eso, la remoción de toda la cúpula, es un gesto que fortalece la gestión de Munaretto y marca el ritmo de lo que se quiere de la Policía: eficiencia y un buen servicio.

 

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