Julia Perié disertó sobre el progresismo ante el Parlamento Europeo

La diputada nacional, Julia Perié en su carácter de parlamentaria del Mercosur participó de la Asamblea Eurolat, en la sede del Parlamento Europeo en Bruselas, de dicha convocatoria participaron representantes de todos los parlamentos de Europa y Latinoamérica.

 Luego de agradecer la solidaridad manifestada por el pueblo belga y su gobierno socialista hace más de 30 años cuando fuera refugiada política de la Corona belga durante la dictadura político-militar de Videla-Massera y Martínez de Hoz, la diputada Perié se expresó así:

 “La historia ya demostró que no existe escisión entre política y economía; ambas se condicionan mutuamente, pero es político el criterio utilizado para tomar determinaciones de índole económica. No existe un saber que esté al margen de discusión política alguna.”, en el discurso que expuso ante los más de 100 representantes de todos los países que integran el Parlamento.

 Eurolat es una asamblea paritaria, multilateral, compuesta por 150 miembros, 75 del Parlamento Europeo y 75 de los Parlamentos Latinoamericanos, entre ellos el Parlamento del Mercosur.

 En ese marco, compartió proyectos con el diputado brasileño Florisvaldo Fier, conocido popularmente como “Doctor Rosinha”, quien también se refirió a la decadencia del neoliberalismo y los organismos multilaterales de crédito.

 A continuación el discurso que pronunció la diputada Perié:

 Sobre la crisis económica, el rol de la política y el concepto de “progresismo”.

En esta oportunidad en la cual tuve el honor de ser invitada a participar, y en un ámbito de representantes de fuerzas políticas progresistas y socialdemócratas, me interesaría abordar el tema del concepto de progresismo y de su significado.

Pero antes, no puedo dejar de hacer mención a este lugar, Bruselas, el cual hace más de 30 años, en tiempos en que fui perseguida política por la dictadura militar argentina debido a mi militancia peronista, supo cobijarme como exiliada junto a mi compañero Mario. Es en honor a ello que quiero expresar mi agradecimiento y mi reconocimiento a las manifestaciones de solidaridad que muchos países tuvieron para con los militantes políticos que fuimos obligados a marchar al exilio.

Yendo al punto que nos atañe, me resulta ineludible comenzar la intervención haciendo referencia a la actual crisis económica que actualmente sacude a Europa y que en un principio, tuvo como epicentro a los Estados Unidos, y cuya colosal magnitud hace imposible que incluso los más reconocidos economistas puedan acordar diagnósticos certeros, y predicciones serias.

Sin embargo, existe un consenso generalizado acerca de que el origen de la misma se produjo en el mundo de las finanzas. Ni los más fervientes apologistas del neoliberalismo salen públicamente a negar que el origen de esta catástrofe económica se originó a partir de la desregulación financiera por la cual clamaron durante décadas.

Es por eso que podemos afirmar sin temor a equivocarnos, que el neoliberalismo es el padre de la actual crisis económica que sacude al mundo entero.

Es interesante destacar que el triunfo del discurso neoliberal estuvo basado en la supuesta capacidad “técnica” de sus ejecutores. Bajo la premisa del supuesto conocimiento técnico se desplazó a la política como instancia crítica y se la despojó de su capacidad de interpelación sobre el resto de las esferas de gobierno. La economía pasó a ser ámbito de unos supuestos especialistas despolitizados que hacían lo que era necesario hacer, al margen de cualquier determinación política. Eso configuró un nuevo estado de cosas a partir del cual la economía pasó a ser una esfera ajena a la política, ubicándose por encima de ella, constituyéndose en un reducto de tecnócratas en donde reinaba el pensamiento único. A partir de ello, fue posible llevar a cabo todas las transformaciones estructurales, desregulaciones y desmantelamientos productivos sin posibilidad de encontrarse con instancias críticas para impedirlo, más allá de las resistencias que llevaron a cabo los sectores populares mediante la lucha y la movilización.

 

La actual debacle económica nos muestra la ficción de las finanzas convertidas en el centro de la economía mundial. El sector financiero ha cobrado una ilusoria independencia respecto del sector productivo desvinculándose definitivamente de éste. Su razón de existir como agente de financiación del capital productivo ha quedado en el olvido de los años ´50.

Para que ello haya sido posible fue necesario llevar a cabo un profundo proceso de desregulación financiera, es decir, de otorgarle un ilimitado margen de maniobra a los capitales financieros para desplazarse en libertad dentro de las economías de los estados nacionales promoviendo los negocios financieros especulativos. Esto sin dudas ocurrió en perjuicio del sector productivo, desalentando la afluencia de capitales del sector financiero para financiar la producción.

 

¿Y por qué es mi intención abordar el tema del concepto de progresismo, a partir de la introducción sobre la actual crisis financiera que realicé?

Pues bien, porque considero que todas las fuerzas progresistas del mundo no pueden desentenderse de la cuota de responsabilidad que por acción u omisión les toca ante esta crisis económica.

Y sobre todo porque fundamentalmente, son las fuerzas políticas y no los tecnócratas neoliberales los que tienen la responsabilidad de asumir las consecuencias de la crisis y también de elaborar los programas para solucionarla.

La historia ya demostró que no existe escisión entre política y economía; ambas se condicionan mutuamente, pero es político el criterio utilizado para tomar determinaciones de índole económica. No existe un saber que esté al margen de discusión política alguna. Todo ello fue posible a partir de la instalación social de la falacia de hacer creer a los pueblos que las decisiones que se tomaban estaban “al margen de cualquier ideología”, como ocurrió en mi país, la Argentina, durante la década del ´90.

La política deberá recomponerse ante la sociedad y erguirse nuevamente como la única herramienta posible para la transformación de la realidad.

A partir de ello sí podríamos abordar la cuestión del progresismo y su significado en términos políticos y sociales.

Quizás podamos coincidir en definir al progresismo como al conjunto de fuerzas políticas democráticas que pugnan por alcanzar mejoras materiales considerables y progresivas sobre la sociedad en general y sobre los sectores más postergados en particular.

El punto en el cual quizás existan mayores diferencias al respecto es cuando intentemos discutir el rol del progresismo ante un contexto de crisis económica.

En ese sentido, creo que es perfectamente discutible el mote de progresistas para fuerzas políticas que ejercen el gobierno en su nombre, pero que ante un contexto de crisis económica como el actual, aplican medidas conservadoras y regresivas, que emanan desde las mismas usinas que antes recetaron las medidas que nos condujeron a este desastre.

Estaríamos en presencia entonces de fuerzas políticas que sólo son progresistas en momentos de bonanza económica, pero que ante la adversidad económica y financiera se vuelven tan conservadoras como los tradicionales adversarios conservadores.

Ante un progresismo que llega al poder apoyado y sustentado por sectores populares y de trabajadores en su mayoría, la aplicación de un programa de ajuste para el beneplácito de las corporaciones económicas y los mercados financieros, no es otra cosa que una claudicación histórica y una renuncia a los ideales que guiaron su accionar para llegar al poder.

Es cierto que las corporaciones de toda índole ejercen una fuerte presión sobre los gobiernos, condicionando el ejercicio democrático de los mismos, pero no hace falta otra cosa más que valentía y audacia para desoír a los grandes grupos económicos que extorsionan a la democracia y que toman por rehenes a la sociedad en su conjunto. Si la política no puede resistir los embates de los grandes grupos económicos y asumir su rol histórico, entonces no es política. Es un mero lobby empresarial.

La valentía y la audacia son condiciones necesarias para la acción política, y en este caso, son necesarias para no darle la espalda a la sociedad y a los vastos sectores populares que claman por una conducción política que defienda sus intereses y no los de una casta parasitaria de especuladores financieros que no generan valor, ni trabajo, ni riqueza para la sociedad en su conjunto.

Y es el Estado y no el mercado el que debe arbitrar entre los sectores populares y el sector económico, interviniendo con políticas verdaderamente progresistas para favorecer la distribución de la riqueza y no la concentración en pocas manos, como sucede actualmente en Europa.

Este camino es el camino que comenzamos a transitar en Sudamérica hace unos años, luego de la devastación que dejó la experiencia neoliberal en nuestras tierras.

Últimamente, en relación a la crisis griega y española, he escuchado en numerosas ocasiones preguntar cómo había hecho la Argentina, mi país, para salir de la mayor crisis económica, política y social de su historia. Pues bien, hemos logrado salir de esa terrible crisis e iniciar un proceso de crecimiento sostenido precisamente desoyendo a los tecnócratas neoliberales que ahora por estos lugares están dando sus consejos.

Creo que cómo muestra del autismo político y social de la tecnocracia neoliberal bastará comentarles que durante esa terrible crisis económica, política y social del año 2001, el “consejo” que nos daba el Fondo Monetario Internacional era el de seguir achicando el gasto público, es decir, aplicar una nueva política de ajuste.

Bajo el gobierno del ex presidente Néstor Kirchner que asumió en el año 2003, no sólo no aplicamos el programa del Fondo Monetario, sino que hicimos todo lo contrario: iniciamos un proceso de incremento sostenido del gasto público con el propósito de elevar la capacidad de consumo de los sectores populares, impulsamos la industria a partir de un control de cambio competitivo con el resto del mundo, lo que nos llevó a comenzar un proceso de reindustrialización nacional con generación de empleo. Y aunque les cueste creerlo, hicimos lo que acabo de mencionarles desendeudando al país y no contrayendo mas deuda. Ejemplo de ello fue la cancelación de nuestra deuda con el Fondo Monetario Internacional en el año 2005.

Este hecho fue de notable trascendencia ya que una de las principales banderas históricas del peronismo es la “soberanía política”, y nosotros pudimos comprender que no era posible ejercer nuestra soberanía política mientras existiera injerencia externa de los organismos internacionales respecto de la política económica que el gobierno democrático decidiera adoptar.

Y en esto me quiero detener especialmente, pues al hablar de progresismo y de socialdemocracias, estamos haciendo referencia a políticas progresivas, es decir, que tienden a una mejora de las condiciones de vida de las mayorías. Pues bien, en la Argentina, el peronismo demostró ser mas progresista que sus adversarios autoproclamados progresistas, puesto que mientras nosotros decidimos asumir nuestra responsabilidad en ese momento histórico crítico y enfrentar a las grandes corporaciones y grupos de especulación financiera anteponiendo el bienestar general al de los grupos poderosos, progresistas y socialdemócratas fueron vacilantes y hasta reaccionarios, incluso llegando a defender los intereses de los grupos económicos mas concentrados en lugar de plegarse a la defensa de los intereses de los sectores populares. Poco tiempo después, la historia supo darnos la razón y el pueblo reconoció la política llevada adelante por el gobierno Nacional y Popular de Néstor Kirchner y de Cristina Fernández, a través de un categórico apoyo electoral en todas las elecciones. La última de ellas fue hace tan sólo 1 mes, en la cual, nuestra actual presidenta Cristina Fernández, fue reelecta con el 54% de los votos, constituyendo la victoria electoral mas amplia de los últimos 30 años. Creemos que esto constituye la prueba más certera de haber tomado un camino junto a los trabajadores, sectores populares y productivos absolutamente exitoso, dándole la espalda a aquellos paladines de la ortodoxia económica y a los especuladores financieros.

Por eso, nosotros los peronistas, llamamos a nuestro modelo de gobierno Nacional y Popular y no “progresista” o “socialdemócrata”, ya que creemos que en el ejercicio del gobierno tienen que estar presentes las banderas históricas del peronismo de Justicia Social, Independencia Económica y Soberanía Política, sin las cuales, no se podrán alcanzar nunca mejoras sustanciales para la sociedad en su conjunto. Para que esto último ocurra, creo que las direcciones políticas progresistas y socialdemócratas del mundo tienen que asumir un rol distinto al actual, de mayor protagonismo en defensa de los intereses de los trabajadores y sectores mas vulnerables, lo que sin dudas implicará en algún momento enfrentarse a poderosos y mezquinos intereses económicos, para lo cual habrá que tener determinación, audacia y valentía.

Por eso disiento con aquellas visiones economicistas acerca de la actual crisis y sus posibles soluciones, ya que buscan permanentemente no innovar en materia de ortodoxia económica y financiera, desconociendo la dimensión política de la economía y negando la relación de subordinación de la economía a las determinaciones políticas.

 

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