Se llama Martín Benítez, es misionero, juega de mediapunta, tiene apenas 17 años y el DT, que ya le echó el ojo, lo llevaría al banco este sábado, publica hoy uno de los diarios deportivos más importantes del país.
Tiene 17 años y es un atrevido. Tanto que el técnico de Independiente enseguida le echó el ojo y es posible que el sábado ante Olimpo vaya al banco (¿y debute en Primera?). Con ustedes, Martín Benítez, el pibito de Ramón.
-¿En qué puesto jugás? -Me siento cómodo atrás del 9. Me gusta jugar libre por todos lados. Necesito libertad para sentirme cómodo con mi juego.
-¿Cuál es tu virtud? -Jugar por abajo con la pelota al pie. Creo que mi fuerte es el mano a mano con el defensor.
-¿Y tu punto débil? -La zurda. Soy diestro y todos los días trabajo para mejorar con la izquierda porque me cuesta. No es que soy de madera, pero no quiero tener que estar siempre acomodándome a la pierna hábil.
-Contame cómo era tu vida en Misiones.
-Hace tres años, cuando todavía estaba allá, me entrenaba en un club que se llama La Picada. Pero con ese entrenamiento no alcanzaba y me iba a practicar aparte, con mi viejo o mi tío. Además tenía mucho potrero: a todo lo que rodara, le pegaba.
-¿Cómo llegás al Rojo? -Mi tío conoce a Pancho Sá y se enteró de que estaban probando chicos. En agosto del 2008 vinimos, hice la prueba y no quedé. Tenía 14 años. Borrelli me dijo que tenía condiciones pero que me viera Magán. Y cuando me vio, me dijo que no.
-¿Y qué pasó ahí? -Eso me impulsó a tener revancha. Yo sabía que condiciones tenía, que era cuestión de insistir. Me volví a mi pueblo con una sola cosa en la mente: volver para demostrarles que se habían equivocado.
-¿Y cuándo volviste a tener otra chance? -Al mes. En esos 30 días quise hacer todo lo que no había hecho en 14 años, ja. Mi tío me preparaba licuados y me alimentaba para estar más fuerte. La ansiedad me mataba…
-¿Y cómo te fue ahí? -Hice la prueba y en 15 minutos quedé. La parí…
-¿Y qué le siguió a eso? -Me mudé a la pensión y hace tres años que vivo ahí. Recuerdo que veía los autazos de los jugadores de Primera. “Ya voy a tener el mío”, pensaba.
-¿A quién admirás? -A Gaby Milito. Porque más allá de lo que es como jugador, me acuerdo que cuando salió campeón el Barcelona, él estaba lesionado y todos lo fueron a levantar en andas. Ahí dije: además de ser un grande en la cancha, lo debe ser como persona. Y es así.
-¿Y la adaptación? -Me costó. Los primeros seis meses lloré mucho. Era chico y estaba sin mi familia. Una vez me quise volver. Recuerdo que llamé a casa y me dijeron que lo pensara bien porque yo siempre había querido ser futbolista. Al otro día, mi tío apareció por la pensión. Gracias a ellos aguanté.
-Y si volvías, ¿qué hubiera sido de vos? -No sé. Por ahí estaría como muchos chicos de allá que se están falopeando, tomando alcohol o robando… Si no tuviera esta oportunidad en Independiente quizás estaría igual que muchos chicos de allá que no tienen futuro.
-¿Cómo fue el primer contacto con Ramón? -Acostumbrado a verlo por TV, cuando se me acercó a hablar, no caía. Me dijo: “Pibe, vamos a ir de a poco”. Yo no lo podía creer. El hablaba y yo pensaba: “¿Qué hace Ramón hablándome a mí?”.
-¿Y la primera práctica? -Ese día me salieron todas. A Hilario le clavé una pelota en un ángulo…
-Habrá sido un sueño.
-Sí. Encima, vi que Ramón y Rambert empezaron a hablar con Cristian Díaz. Yo me hacía el gil, pero relojeaba. Quería escuchar… Hasta que Cristian me dijo: “Agarrá tu ropa y zapatillas que mañana ya te cambiás con la Primera”. Fue tremendo ese momento.
-¿Y qué hiciste? -Salí corriendo para avisarle a mi mamá. Le hice sonar el teléfono y esperé que ella me llamara porque a ella le sale gratis. Lloramos juntos. No lo podía creer.
-¿Qué recordás del amistoso con el Ajax, en el que perdieron 5-1 y vos hiciste el gol? -(Risas) Fue tremendo porque eran los titulares del Ajax. Había cuatro o cinco jugadores de la selección holandesa. Fue increíble. Nos sirvió de experiencia porque empezamos a tener roce internacional.
-Muchos te señalan como un atrevido para jugar.
-(Risas) Eso me decía Taraborrelli, el dirigente que nos acompañó a Holanda. El me dijo que si hacía un gol me iba a regalar algo. Terminó el partido y lo fui a buscar: “¿Qué me vas a regalar?”. Se rió y me dijo: “Caradura, si perdieron 5 a 1…”. Y le contesté: “Yo cumplí…”. Al final ligué una camiseta de Independiente. Sé que iba a regalarme algo groso pero después sintió que todos merecían un reconocimiento por el esfuerzo y no era justo.
-¿Cuál es tu objetivo? -Que las cosas me sigan saliendo bien, jugar en Primera y regalarle la primera camiseta a mi mamá. (Olé Deportivo)