Barrios privados: entre el confort, la seguridad y la nueva sociabilización

La tendencia que desde los años 90 sigue desarrollándose en el país tiene su eco en la capital provincial. Pero especialistas revelan que se conforma una nueva forma de socialización que afecta incluso a quienes viven en estos reductos. La contracara entre globalización y el volver a las “islas” de seguridad. 

Tranquilidad, confort, seguridad y contacto con la naturaleza son algunas de las características de los barrios privados y clubes de campo que existen en Posadas. La tendencia que desde la década del 90 continúa desarrollándose en el país, tiene su eco en la capital provincial en espacios poco distantes del centro urbano, donde se configura un nuevo concepto de ciudadanía. La semana pasada en el marco del 1º Simposio de Estudios sobre Ciudad y Territorio se presentó el trabajo de Martín Medina, docente e investigador egresado de la Universidad Cuenca del Plata, donde se expuso un relevamiento de las nuevas formas de relación entre los ciudadanos que optan por estos sitios. Además de las nuevas maneras de relacionarse entre pares, presentó nociones de nuevas formas de auto segregación social y estigmas sociales.

 

Barrios y clubes de campo

En Posadas desde la Municipalidad se define a los barrios privados como “Propiedades Horizontales o Clubes de Campo”. En ese marco, el barrio General San Martín es uno de los lugares cerrados más antiguos de la capital provincial, ubicado en avenida Centenario al 3073, fue inaugurado en 1973 y es considerado una propiedad horizontal. Actualmente está conformado por 40 casas en donde cada propietario paga, además de los gastos comunes como la luz y el agua, una tarifa para el mantenimiento del lugar.

 En tanto Panambí Country Club que también es considerado barrio privado con seguridad las 24 horas. Se encuentra sobre ruta 12 y calle 119, y está conformado por 91 lotes, con viviendas de diferentes modelos a elección.  Aquí las casas y alquileres están ocupadas casi en su totalidad y los precios varían según el modelo de viviendas. Una casa promedio cuesta 330.000 pesos.

En esa línea El Laurel es otro barrio privado a pesar de ser un club de campo, la empresa Ratti Construcciones comercializa terrenos para que los propietarios puedan realizar sus propias construcciones. Finalmente, en Garupá se ubica La Eugenia, club de campo considerado barrio privado, con infraestructuras sociales y deportivas, además de seguridad las 24 horas.

Se abona una cuota social que incluye el uso programado del salón de fiestas, canchas de tenis, pádel, básquet, fútbol, parques, senderos, pileta olímpica doble y para niños. Aquí el terreno con la propiedad de 50 x 76 se comercializa desde 150.00 dólares.

 

Ellos y nosotros

El común denominador en estos sitios anteriormente descritos es la seguridad y la tranquilidad que se le brinda a quienes los habitan en confrontación con un afuera “violento y desordenado”.

“Podemos hablar de una tendencia que fue ganando espacio. Primero se concibieron como casas de fines de semana y luego se transformaron en sitios de residencia permanente. Este sería un patrón que se repite y donde la socialización con el otro también cambia. Cuanto más crezca el nosotros más disminuye la ciudadanía en el afuera. Hay una segregación simbólica además de la física que configura nuevos escenarios de sociabilización”, explicó Medina. En ese sentido y tras haber realizado un trabajo de entrevistas a personas que viven en barrios privados advirtió que se maneja un imaginario particular donde se establecen zonas nobles o islas, contra otros espacios donde entran en juego criterios de seguridad y control. “Paradojal fue el caso de una familia en Buenos Aires que contaba que tanto sus hijos y los hijos de los vecinos eran blanco fácil de robos y asaltos cuando por distintas cuestiones debían transitar la Capital”, sostuvo.

Para Medina “la suburbanización en barrios cerrados se da como respuesta a una situación de inestabilidad, los que emigran a ellos resaltan la seguridad de esos espacios, dejando así una ciudad violenta y caótica». A su criterio se trata de una nueva tendencia de una ciudad «en capas, lo cual implica una transformación en la morfología social, urbana y suburbana a partir de una selección de zonas a manera de islotes de la ciudad globalizada y planetaria, rodeada de un resto marginal y peligroso por demás”.

 

 

Ciudadanía y Desarrollo

Leopoldo Fidyka, Magíster en Dirección de Gestión Pública Local, abogado e investigador del Conicet fue uno de los panelistas del Simposio organizado por el Grupo de Estudios Ciudad y Territorio de la Universidad Nacional de Misiones y presentó la otra cara de la moneda al hablar del nuevo espacio que tiene en la agenda pública la participación ciudadana.

“En la actualidad hay un escenario favorecedor que es interesante, no sólo cuando la participación se expresa en los momentos de crisis o ante problemáticas sino en momentos un poco más tranquilos donde la participación es más proactiva. Vemos que hay un cambio importante en ese sentido. Falta mucho por hacer, pero la tendencia que se está marcando es interesante. Ahora ocurre que los gobiernos se parecen más a la gente y hay como una correspondencia, una legitimidad en este sentido”, explicó.

Para Fidyka, hoy hablar de desarrollo social no se limita a la mera infraestructura sino a esos intangibles como “la cohesión, la solidaridad, la participación, la legitimidad y el cómo nos llevamos juntos y comprender que estamos en un mismo barco”.

 Si bien sostuvo que tanto en Posadas como en la Argentina hay que trabajar un poco más la cultura ciudadana, es alentador ver que la temática Ciudad y Territorio puede ser un eje convocante “que nos ayude a pensar dónde y cómo vivimos”.

“Si queremos pensar en un país que sea más equitativo más justo o más amigable tenemos que ver que las soluciones son colectivas y solidarias, la responsabilidad del mundo académico es esa, instalar los temas y establecer puentes con el sector político y empresarial. Puentes que sean de ida y vuelta para no caer en compartimentos estancos”, agregó.

Además, en el mismo encuentro Neiva Vieira da Cunha, docente e investigadora de la Universidade do Estado do Rio de Janeiro, presentó sus estudios sobre un caso de segregación socioespacial donde luego de más de 40 años cerca de 500 familias continúan sufriendo las consecuencias de una contaminación por la propagación de pesticidas.  

 

 

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