La impactante y triste historia detrás del asesinato de Lucas Vega

El asesinato a quemarropa del joven Lucas Vega, ocurrido en la madrugada del domingo último en manos de dos adolescentes de tan poca edad que hasta la Ley los considera inimputables por no tener conciencia plena de sus actos, constituye un tremendo llamado de atención a la sociedad posadeña acerca de la educación, el relacinamiento, los valores, las normas y el control que ejercen sobre sus hijos en la actualidad.

Tras el hecho ocurrido el último domingo en inmediaciones del Hospital Madariaga de la ciudad de Posadas que terminó con la vida de Lucas Vega, un joven de 18 años, los estupefactos padres de los menores involucrados de 15 y 14 años respectivamente, que ven a su hijos resguardados desde el lunes en instituciones policiales y judiciales, contaron a viva voz ante cuanto testigo se les ha cruzado el calvario que constituye desconocer a su propio hijo en sus dichos, actitudes, acciones y ocultamientos imposibles de imaginar. Una reconstrucción de relatos a autoridades policiales, vecinos y familiares se podría sintetizar de la siguiente manera:

 

La salida nunca imaginada

La del sábado, en la antesala de la muerte de Vega era una de las primeras salidas de ambos adolescentes implicados en el hecho. De barrios y colegios distintos, ambos provienen de familias jóvenes, de clase media muy trabajadora. Avisaron que salían y se juntaban «para ir a un quince», aunque eso aún no está establecido, y a esta altura, poco importa. Se sabe que sí estaban de acuerdo en afrontar juntos tropelías que terminaron en tragedia y asesinato.

 El de 14 cursa tercer año en su colegio, sin adeudar materia alguna, y con un desempeño de absoluta normalidad, tanta, que ni siquiera se le sospecha el consumo de estupefacientes.

Sin embargo el de 15, que confesó haber disparado, decidió el año pasado no presentarse a sus exámenes de diciembre y marzo, y «repetir» primer año del secundario, increíblemente con el consentimiento familiar.

Ninguno de los dos confesó, inicialmente, como se creía, ser el asesino de Lucas Vega. De hecho, el menor de 14 años ni siquiera lo admitió aún. El de 15, yendo a la comisaría el lunes al mediodía, sólo reconoció haber disparado cuando ya las pericias balísticas demostraron que era el arma de su padre.

 

Desesperación

El suboficial de la Policía Federal descubrió que le faltaba el arma ese mismo sábado, luego de que su hijo se ausentara hacia «el quince».

Según se supo, su esposa estaba de viaje y el uniformado pasó la noche en vela frente al infinito mundo de internet en su casa, nervioso y preocupado por el destino de su arma, y la ausencia de su hijo que se prolongaba demasiado.

Cuando el joven llegó, lo encaró directamente. Le levantó el buzo, y se horrorizó al ver su pistola reglamentaria en la cintura del menor, preparada para disparar y con dos balas faltantes.

Su hijo le argumentó que había efectuado disparos al aire. “Se podría haber matado él mismo”, le dijo el policía a uno de sus jefes, cuando aún no sabía que esa arma ya había quitado la vida de otro hijo, lleno de vida, sueños y esperanzas como el suyo propio.

El policía creyó arreglar con un par de cachetadas la desobediencia de quien tocó y extrajo el arma. Ambos menores, cada uno en sus casas, se acostaron a dormir tranquilamente el domingo a las 6 de la mañana sin mostrar nerviosismo, preocupación ni angustia hasta ahora.

 

  Como si nada

El otro menor de 14 años involucrado en el caso, nunca dio muestras de nada extraño.

A tal punto que la policía allanó su casa del barrio A4 de Posadas el lunes por la noche, y lo encontró mirando un partido de fútbol junto a su padre en la escena más normal del mundo sin aparentes remordimientos por lo que había pasado.

Su familia aún no sale del estupor y del llanto.

Los menores se encuentran en la Unidad Penal Nº4 para menores de edad ubicada en el barrio de Miguel Lanús hasta que se decida sus destinos, que estarán pura y exclusivamente en manos de la justicia.

 

La peor noticia de su vida

  El suboficial de la policía federal se descompuso mientras cumplía un adicional en el banco Nación el lunes por la mañana, un día después del crimen de Lucas, cuando se enteró que había ocurrido un asesinato con una pistola 9 milímetros. En ese momento llamó a su jefe de la Policía Federal y le dijo que sospechaba que su propio hijo podría estar involucrado en el hecho. Puso a disposición su arma y fue a declarar a la comisaría Tercera. Recién cuando la pericia confirmó que la bala asesina había partido de su pistola, fue a buscar a su hijo y lo llevó a esa dependencia en  donde lo entregó.

Sólo en ese momento el joven de 15 años admitió haber disparado a la víctima. 

 

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