Con el sueño de volar alto

Ensayos. El Ballet se prepara para la inauguración del teatro de Lírica, en junio.

Ensayos. El Ballet se prepara para la inauguración del teatro de Lírica, en junio.

El ballet provincial tiene a 40 bailarines en sus filas, que por primera vez pueden vivir del arte que practican. Laura Feldman y Rafael Roman, dos jóvenes bailarines, revelan el sacrificio, el esfuerzo y las ganas de brillar. Del todo a pulmón a ponerse al mismo nivel que los profesionales del Teatro Colón. 

Semillero. El ballet cuenta con decenas de niños que practican la danza.

Semillero. El ballet cuenta con decenas de niños que practican la danza.

Fuerza. Rafael es uno de los jóvenes que hizo de la danza su profesión.

Fuerza. Rafael es uno de los jóvenes que hizo de la danza su profesión.

Elasticidad. Laura se prepara para una exigente sesión de ensayos.

Elasticidad. Laura se prepara para una exigente sesión de ensayos.

A los cinco años pidió como regalo de Navidad un tutú y un par de zapatillas planas. El sueño infantil se convirtió en pasión y trece años después, Laura Feldman dejó su Buenos Aires natal para convertirse en bailarina profesional en Misiones, arte que la llevó incluso a una muestra internacional de danzas en Washington, Estados Unidos. Comparte su amor por la danza con Rafael Román, un posadeño de 24 años que hace ocho, casi por casualidad, descubrió su pasión por el baile, gracias a un amigo que quería ser coreógrafo. El joven dejó el kung fú para dedicarse de lleno al baile y hoy pasea su destreza en la compañía estable del Centro del Conocimiento, donde comparte pasos de danza con su novia, otra bailarina estable del ballet provincial que está conformado por 40 jóvenes de distintas partes del país.

El trabajo es arduo todos los días. Entrenan de 10 a 17 en uno de los subsuelos del Centro del Conocimiento, que, sin pausa se va convirtiendo en el eje de la actividad cultural de la capital misionera. Laura y Rafael se preparan para le velada de gala que se hará en la apertura del Teatro Lírico, sala que está siendo acondicionada con los últimos detalles y que promete estar a la altura técnica del Teatro Colón.

Ser integrante de un ballet y alcanzar la cumbre con las danzas clásicas requiere de esfuerzos tremendos y muchas veces, dejar de lado situaciones que son naturales para los adolescentes, como bailar, salidas nocturas o excesos en las comidas.

Laura lo reconoce, pero no lo vive como una contrariedad. “Tuve que hacer el secundario libre porque no me daban los tiempos. Es difícil ir a bailar como todos, porque cuando salgo tengo que cuidarme de no lastimarme ni caerme o tengo que caminar despacio por un taco alto, pero salgo igual no es que estoy encerrada todo el día”, señala.

“A veces a los bailarines se los toma como que son locos, porque tenemos que estar todo el día con esto. Sí tenemos que hacer sacrificios y nos perdemos muchas cosas, pero cuando uno lo hace con placer no lo vive como un sacrificio”, explica.

Rafael además tuvo que pelear con los preconceptos típicos de familia y amigos. Pero fue uno de los primeros integrantes del ballet y se muestra orgulloso por el nivel alcanzado. Tanto que hasta los amigos que lo cargaban cuando se dedicó a la danza, hoy buscan un primer lugar en la fila cuando realiza alguna presentación. “Se necesita mucho esfuerzo y sacrificio. Es más, cuando recién se formó la academia, que fue hace seis años, yo fui uno de los primeros bailarines que entró al ballet. Un año trabajamos ad honorem. Todo a pulmón, viajamos mucho y nos costaba mucho conseguir los viáticos. Pero gracias a eso, hoy por hoy tenemos esta infraestructura”, dice mostrando con la mirada la amplia sala de ensayo.

Además de la pasión, un dato es clave para tanta entrega. Desde hace algunos meses, en Misiones la danza dejó der ser poco menos que un hobby para convertirse en una profesión. El Centro del Conocimiento les paga un sueldo a los bailarines estables de la compañía, que, coinciden, les permite vivir tranquilamente.

Para Laura eso fue fundamental, ya que en los primeros días del año decidió dejar Buenos Aires para radicarse en Misiones y convertirse en profesional.

“Fue difícil porque dejé a mi familia allá y acá no conocía a nadie, además venir buscar casa, todo nuevo. Tampoco nunca estuve en una compañía, pero la verdad que me estoy adaptando muy bien y estoy contenta”, cuenta.

Es que en Buenos Aires la competencia es demasiado grande y, por ejemplo, entrar al Colón no depende únicamente de la técnica. “Es difícil conseguir un buen papel, tener condiciones, que les guste lo que hacés, pero cuando uno trabaja y se esfuerza termina llegando al lugar que quiere”, relata Laura, quien de a poco hace amigos en Posadas. El sueldo le permite vivir y, aunque comparte departamento, lo hace para ahorrar y poder viajar.

“Es un trabajo como cualquier otro”, agrega Rafael. “Hoy en Misiones el bailarín puede vivir de la danza, tiene ese privilegio como en Córdoba, Salta, Buenos Aires o Tucumán, algunas de las siete provincias que cuentan con un ballet estable. “Se puede vivir tranquilamente. Yo puedo salir con mi novia a cenar o al cine. El sueldo es bueno”, insiste Rafael.

La rutina para ambos es similar. Arranca a las 10 o 10:30 con clases de baile a cargo de un coreógrafo ruso y después del almuerzo, hay ensayo de obras hasta las 17. A los varones se les agrega un fuerte entrenamiento de fuerza, con un profesor de educación física.

“Yo era profesor de kung fú y lo dejé por las danzas clásicas y contemporáneas. Esto me encanta ahora y estoy agradecido de trabajar de lo que me gusta”, señala Rafael.

A Laura, la danza ya la llevó a Estados Unidos. Hace pocos días volvió de una enriquecedora experiencia en Washington, a donde viajó junto a otras trece chicas argentinas a una muestra mundial.

“Fue una experiencia hermosa viajar a Estados Unidos. Es hermoso viajar y conocer un lugar y representar a la Argentina, fue muy lindo. Bailamos coreografías contemporáneas y clásicas además de poder ver las muestras de una variedad de escuelas de todo el mundo” como el Bolshoi o las principales escuelas del país del norte. “Era ver y sorprenderse”, dice emocionada.

 

Los sueños

Todavía en carteleras, la película El Cisne Negro, con Natalie Portman retrata el duro desafío de una bailarina para alcanzar la perfección y lograr el papel soñado en una adaptación del Lago de los Cisnes. Lejos de los principales escenarios del mundo, la pasión es incluso superior alimentada por los sueños de alcanzar el estrellato. Pero Rafael y Laura se lo toman con tranquilidad y aseguran que el amor por lo que hacen compensa cualquier sacrificio.

“Mi sueño es bailar por todo el mundo y ser reconocida, además de bailar y expresar lo que bailo, llegar a la gente y que a ellos les guste lo que hago y lo disfruten”, dice Laura. Su paso por Estados Unidos le permitió compararse y aunque admite que la pelea es dura, también se sintió parte de la élite de la danza. Y sueña con que eso le abra puertas.

“Aunque fue más como una muestra, no una audición o concurso, siempre te ven, te quedan contactos, teléfonos, e-mail, uno nunca sabe”, expresa con ganas de que algún director haya puesto el ojo en ella.

Para Rafael el sueño es incluso más alcanzable. “El sueño de cada bailarín es superarse cada día. Llegar a ser mejor bailarín, no solo técnicamente, sino sentir más la danza, porque si no, el público tampoco lo siente”.

“Llegar al Colón, al teatro Argentino de La Plata o más allá, al American Ballet en el New York State Theatre sería lo máximo,  pero con entrenamiento y sacrifico todo se logra con dedicación y disciplina, nada es imposible”, se entusiasma.

Sin embargo ninguno de los dos parece estar dispuesto a los límites que va corriendo Natalie Portman en su objetivo de interpretar El Cisne Blanco y el Cisne Negro.

“La película de ballet trata poco y nada. Es más de la psiquis de lo humano. Siempre está eso que tiene el bailarín, como un actor que se compenetra tanto con el papel. Es una cuestión psicológica. Es todo los días venir a entrenar, superarse. No te podés dormir”, admite Rafael.

Laura se ríe cuando reflexiona sobre el lado oscuro que exhibe la actriz en el filme.

“La danza es difícil, pero si te gusta y lo hacés con pasión y vocación no te cuesta. Hay algunas chicas que por ahí se esfuerzan excesivamente, que se cuidan mucho con las comidas o los ejercicios. Pero yo como de todo, siempre fui de alimentarme bien y eso no cambió. Empecé a hacer danzas cuando tenía  cinco años porque me gustaba, faltaba a los cumpleaños por hacer  danzas  ya que no me quería perder las clases o no iba a bailar. Esto es sacrificado pero si lo hacés con pasión no te cuesta”.

Casualmente, la música del clásico romántico El Lago de los Cisnes atrona en la sala de ensayos. El deber llama y los bailarines salen presurosos a cumplir otra rutina de práctica. Es que la música de Piotr Ilyich Tchaikovsky quizás le dará vida a la presentación de gala con la que se inaugurará el tearo de Lírica del Centro del Conocimiento, posiblemente a mediados del mes de junio. Para ese día, Laura y Rafael buscarán los principales papeles para robarse los aplausos del público.  

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