“Garuhapé Mí” no se remata

La fábrica Garumí fue el corazón que dio vida al paraje Garuhapé Mí. Por décadas fue la razón de existir de centenares de familias que trabajaban allí, donde fueron construyendo sus hogares, criando sus hijos, forjando su futuro. En mayo de 1998 la fábrica cerró y quiso rematar las tierras donde viven.

Sigue vivo. Los habitantes de Garuhapé Mí podrán seguir en sus tierras tras la decisión del Estado de comprar los lotes.

Sigue vivo. Los habitantes de Garuhapé Mí podrán seguir en sus tierras tras la decisión del Estado de comprar los lotes.

aruhapé Mí es una pequeña localidad rural -depende de Garuhapé- que perdió su única fuente de trabajo en 1998 y dejó a miles de personas en la calle. Cuando la fábrica de madera terciada cerró, la expectativa de esa población de más de tres mil personas estalló en mil pedazos y pese a las también miles de promesas, nada sucedió ni nadie se ocupó de ello.

La desesperación llevó a los pobladores a cortar la ruta 12, frente al camino de acceso al pueblo, en busca de respuestas que nunca llegaron y a cambio sufrieron una feroz represión que desalojó a golpe de bastonazos de Gendarmes a mujeres y niños, tal como lo retratan los diarios de la época.

Gobernaba entonces en todo el país “el uno a uno”, un riojano productor de vinos conducía la Nación y su mejor alumno, un productor de yerba estaba al frente de Misiones. El pueblo, de más de tres mil habitantes, quedó sin fuente de trabajo y sin amparo. Nadie les prestó atención y nadie se ocupó de ellos. Todos hicieron grandes promesas que se esfumaron con las angustias de los días de desolación y abandono. Muy pronto el pueblo quedó en el olvido.

Unos pocos años después, Garuhapé Mí recibió otro cimbronazo, esta vez sin atisbos de salida. Lo poco que quedaba del pueblo iba a remate, incluyendo el lugar que ocupaba la fábrica, las casas de quienes permanecieron en el lugar, la cancha de fútbol y las instalaciones del Club Social.

Un edicto judicial redactado en Buenos Aires decía que las tierras estaban desocupadas.

La desesperación fue total.  El futuro, negrísimo. Un pequeño grupo que vivió y estudió en Garuhapé Mí pero que ya no residía en el lugar se organizó con rapidez para salvar a la comunidad. Todo lo hicieron desde lejos, desde afuera.

Lograron primero que el programa de Malnatti, de Canal 13, viniera a la localidad para mostrar a todo el país que el lugar no estaba desocupado y que era el hogar de unas 230 familias con escasísimos medios para subsistir pero dispuestas a seguir ahí. En el informe, los vecinos mostraron los papeles de compra de sus terrenos, pese a que figuraban como propiedad de la fábrica ya inexistente que iba a remate.

En ese momento y quizás por la repercusión nacional del caso, el juez de la causa suspendió la subasta. Pero el trámite quedó pendiente. El grupo que decidió rescatar a Garuhapé Mí no descansó y promocionó el caso por todos lados. Hasta el cansancio. Y llevó el tema hasta la administración del entonces recién electo gobernador Maurice Closs, quien instruyó a las áreas correspondientes que se ocuparan de la situación.

 Y esta semana, cuando comienza el mes de abril, aparece una excelente noticia de parte de la administración provincial: el problema de las tierras de Garuhapé Mí, que iban a remate, quedó resuelto:  el Gobierno de la Provincia, a través de la Subsecretaría de Tierras y Colonización y del Instituto Provincial de Desarrollo Habitacional (Iprodha) adquirió unos 47 lotes (ocupados por familias oportunamente relevadas) que, con la intervención de Escribanía de Gobierno, están en proceso de escrituración e inscripción registral a favor del Iprodha, lo cual una vez concluido se avanzará en la regularización dominial a favor de los ocupantes relevados”, según informó el Gobierno.

A principios de esta semana, la alegría fue total. Las risas y los llantos se agolparon en las bocas que transmitían la buena nueva. La intervención del Estado permitirá que los vecinos recuperen la esperanza. Y el sueño de saber que el lugar donde vivieron toda su vida no será rematado, se volvió una realidad.

 

Por Raúl Puentes

 

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