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Secuelas de amor patrio

Casi 30 años después. Colotti se quedó en el Ejército por las ganas de aportar.

Casi 30 años después. Colotti se quedó en el Ejército por las ganas de aportar.

Con apenas 20 años fue a Malvinas y estuvo al mando de 50 jóvenes de su misma edad. Dijo que fue una experiencia enriquecedora como grupo, pero una tragedia que no se desea a nadie. Sus secuelas no son de guerra, sino de amor patrio, define Guillermo Colotti, hoy segundo comandante de la Brigada de Monte XII.

Memoria. El coronel tiene en su despacho un cuadro de Malvinas.

Memoria. El coronel tiene en su despacho un cuadro de Malvinas.

Guillermo Camilo Colotti era un cadete de cuarto año del Colegio Militar cuando estalló el conflicto de Malvinas. Cinco días después, con apenas 20 años, llegó a las islas como subteniente. En las tierras heladas estuvo a cargo de unos 50 soldados, que no tenían muchos más años que él. Formó parte del regimiento de Infantería Mecanizado II y estuvo a cargo de la tercera sección de tiradores de la Compañía C en monte Williams, al oeste de Puerto Argentino.

Con su juventud a flor de piel, fue parte de la primera línea de combate durante casi todo el conflicto. “Organizamos el batallón de Infantería de Marina V, que fue el último elemento que combatió hasta el 14 de junio. Combatimos desde el 1 de mayo, contra la artillería e infiltraciones enemigas en el acceso a Puerto Argentino que estaba a nuestras espaldas. Y desde junio en el combate de cerco que se hizo en Puerto Argentino. Siempre en primera línea. El que estaba adelante, combatía o era derrotado, los recibíamos en repliegue y quedábamos en primera línea”, recuerda el tucumano, y quien hoy es el segundo comandante de la Brigada de Monte XII, ya coronel y con casi 50 años.

¿Qué experiencia rescata, más allá de lo militar?

Fue la mejor experiencia humana, tenía 20 años, los soldados más viejos tenían mi edad y los más nuevos, 18 o 19. Eso fue importante, porque se juntó la falta de experiencia, la voluntad de vencer, de derrotar al enemigo, de defender a la patria y sobre todo, la necesidad de sobrevivir. A los 20 años, eso me marcó. Éramos un excelente equipo de trabajo. En el momento del debate para entrar en combate, podíamos tener mil discusiones distintas, todos aportábamos lo nuestro, desde el soldado tirador de Mag, hasta el jefe de grupo. Pero el debate terminaba cuando empezaban los tiros. El ¿qué hacemos? se enriquecía con la opinión de todos. Hubo un gran trabajo en equipo, de necesidad de combate, de encontrar que aún en la adversidad, voluntad para enfrentar, aún a costa de la vida, las situaciones más adversas. Fue muy bueno el cuidado del camarada, la espalda contra espalda. Yo ni sabía de organización, pero surge una adaptación espontánea.

Casi treinta años después, Colotti es licenciado en Estrategia y Organización.

Después de lo vivido ¿cree que se podía ganar?

Es una verdad de Perogrullo. Pero la guerra es la continuación de la política por otros medios. Las fuerzas armadas están al servicio de la Nación. Éramos la fuerza apta para entrar en combate. No puedo decirte si podíamos haber ganado, porque lo que para mí podía ser una victoria, no podía serlo en estrategia. Te puedo hablar de lo táctico, de lo particular.

¿Entonces, cómo le fue en lo particular?

El conflicto fue muy difícil. La diferencia es que los oficiales fuimos instruidos, recibimos ejemplos de historia de guerra. Lo sabíamos sobre todo los más jóvenes, porque íbamos sin contaminación a defender a la patria. Era el rol que teníamos que cumplir, no por el Ejército, ni las Juntas, por la Patria. En ese rol, sabíamos que éramos capaces e idóneos, técnicamente preparados. La evaluación es que hicimos lo que estuvo al alcance. Si no se hizo más, fue consecuencia de la formación que teníamos. Y las diferencias tecnológicas. Teníamos visores nocturnos acordes a los equipos de combate que teníamos, ellos tenían tecnología de punta. Pero se suplía con la astucia, la picardía latina. Hasta con alambre y latitas, que alertaban sobre el enemigo, porque por más tecnología, en las noches de densa niebla, ni con visores veías nada. Pero el ruido de las latitas te alertaba, o era oveja o enemigo.

¿Cómo fue la relación con los ingleses? ¿Había respeto?

Mucho respeto. Ellos pelearon muy bien. En el enfrentamiento hombre contra hombre, primaba la habilidad. Vivimos dos situaciones. Una, remarcable, es del extremo profesionalismo. Fueron terriblemente profesionales, sin dejar de lado pasiones particulares que pueden haber envuelto algún hecho aislado, pero en general, fue un trato profesional, sobre todo a partir de la intervención de la Cruz Roja. Derrotados, desarmados, casi desprotegidos, con una gran responsabilidad sobre la gente que replegaste y que no sabés dónde están, uno mantiene esta responsabilidad, por cómo fuimos formados. Yo perdí contacto con mi compañía. Quedamos dos aislados. Los que habíamos vuelto a la posición a volar los pertrechos en la retirada. En el momento de la última carga inglesa, nos separaron los disparos, mi compañero quedó por un lado del cerro y yo del otro. Mi preocupación fue buscarlo y él hizo lo mismo. Después fuimos prisioneros.

¿Se considera un héroe?

El recuerdo de 649 que quedaron allá. Ellos son los héroes. Ellos y sus familias. Nosotros somos historia viva. (Se quiebra) Me cuesta a veces hablar. Cada vez se pone más difícil. Fue una época muy difícil. Pasó mucho tiempo que no se mostraba a los veteranos. Cuando volvimos, nadie sabía donde estaba el otro. Mi mejor amigo, un subteniente,     había muerto. Y te entra el trauma, la locura. Éramos amigos desde jardín de infantes, la primaria, la secundaria. Y fuimos a la guerra en compañías distintas. Un soldado me dijo que lo mataron. Mi pregunta era ¿qué le digo a la familia? ¿cómo le explico que yo volví y él no? Me pesaba muchísimo. Y eso te lleva al drama y la locura. Cuando terminó el conflicto y volvimos, en Campo de Mayo, un día que iba a llamar a mis padres para decirles que estaba bien, me lo encontré a él, me lo encontré. Sí, me dice, ca&i

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