Montaraces hicieron cumbre en el Aconcagua

Integrantes del Comando de Brigada de Monte XII conquistaron el majestuoso Cerro Aconcagua de 6962 metros, como tributo al Bicentenario de la Revolución de Mayo.

Misión cumplida. Los montaraces lograron vencer al cerro y hacer cumbre.

Misión cumplida. Los montaraces lograron vencer al cerro y hacer cumbre.

«No se puede explicar lo que se siente ver todo desde arriba», asegura el principal Hugo Bruel, quien hizo cumbre en los 6.962 metros del cerro Aconcagua junto al sargento Juan Carlos Báez, ambos del Regimiento de Monte 9 con asiento en San Javier. Ambos formaron parte de la expedición de catorce militares que salieron de Misiones el 4 de enero pasado, con el objetivo de alcanzar el techo de América en homenaje al Bicentenario de la Revolución de Mayo.
No todos alcanzaron la cumbre, ya que las condiciones meteorológicas fueron demasiado duras con fuertes ráfagas de viento y 40 grados bajo cero. Los catorce llegaron a unos 300 metros de la cumbre y cuando iniciaban el ascenso final tuvieron que volver, empujados por el viento. Solo los dos pudieron regresar al tramo final para hacer cumbre el miércoles a las 11.30.
«Es muy duro. Estuvimos acá a 6.300 metros, instalamos todo para llegar a la cumbre el 18. Pero tuvimos que bajar por un temporal. Esperamos un día y volvimos a salir de Nido de Cóndores», contó Bruel. La travesía se inició en Banderita Norte, hasta llegar a Santa Elena a 4.500 metros. Desde ahí a Nido de Cóndores a 5.300 metros, a Berlín, a 5.800 metros. En ese lugar se hizo una aclimatación de tres días para encarar el tramo final.
«Una cosa es contar y otra estar. Es muy difícil explicar, no se entiende lo que se siente. Yo lo había encarado dos veces y reboté por temporales. Siempre me faltaron 200 metros, que es la parte más dura de la travesía, donde no se puede respirar ni hablar», agregó el montaraz de la Brigada de Monte XII que integró la patrulla denominada Cornelio Saavedra.

¿Lo haría de nuevo?
Yo creo que no. Porque los años ya me pessan. Esta vez me costó muchísimo. Es muy duro para los 42 años.
La emoción lo quiebra cuando recuerda a su familia, a la que espera ver en los próximos días para «comer un asado».
«Les mando un abrazo grande a mi hija y mi mujer, que confiaron en mi. Nunca los voy a defraudar. Cada vez que me propuse algo, lo logré», se despide desde el cerro, ya en descenso. La misión fue cumplida.

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