Con mucho dolor despidieron al jinete que murió en Jesús María

Ayer inhumaron los restos de Alfredo Espíndola, en el cementerio de Fracrán, localidad de San Vicente. Con ponchos y sombreros dieron el último adiós al joven. En Jesús María realizaron un homenaje al jinete fallecido.

Dolor, gauchos quebrados y una familia que llora la pérdida de un joven que viajó hasta Córdoba con una mochila cargada de ilusiones, sueños y muchas expectativas. Tenía sólo 23 años, pero era todo un hombre que trabajaba la tierra, cuidaba a sus tres hijos, amaba la patria, sus costumbres y quería demostrar al país que los humildes también practican aquellas tradiciones. Ayer familiares, amigos e integrantes de agrupaciones tradicionalistas despidieron los restos de Alfredo Espíndola en colonia Facran. Mientras, en Jesús María retomó el campeonato de doma.
Bueno, trabajador e inteligente, así lo definían los gauchos que lo conocían. «Él estaba muy entusiasmado», su sueño era participar en el festival de Doma y Folclore, la cual era dedicado a su pequeño hijo que la trágica noche cumplía su primer año de vida. Muchas conjeturas se entretejen para explicar el motivo del accidente, pero todos ellas no podrán remediar la pérdida, pero si podrá servir para que muchos se replanten actitudes para que en el futuro no lloremos otras pérdidas sino más bien festejemos los logros por el sólo hecho de que un hombre represente a nuestra provincia en el festival.
Lamentablemente fue una trágica noticia la que hizo que los misioneros conozcamos la realidad de los tradicionalistas, de estos hombres que a pesar del poco tiempo logran mantener vivas las costumbres de nuestros antepasados. Pero además fue este hecho que nos conectó a estas agrupaciones quienes nos contaban las verdaderas historias que viven cuando viajan a Jesús María.
No todo es lo que se observa en las pantallas de la televisión, no todo es alegría y fiesta. Detrás hay mucho sacrificio y muchas injusticias. En medio del dolor y con mucha resignación estos hombres, de campo en su mayoría, recordaban aquellos viajes, circunstancia en los que sin el apoyo de entes gubernamentales ni empresas privadas debían llegar hasta Córdoba.
No cuentan con mayor entrenamiento que el día a día en el campo. «Nací en un caballo y voy a morir en él», decía un hombre que participó en varias ediciones del festival. Pero pese a ello reconoce que aquel que concurre debe estar preparado, tener piernas firmes para lo cual necesita preparación. Éste, en forma de anécdota, recordaba que en la ciudad cordobesa, antes de comenzar la competencia eran revisados por un médico, quien se asombraba por el cuerpo de los misioneros, «de los golpes, los moretones, porque es gente que trabaja la tierra».
Sin embargo, el momento más doloroso de su relato fue cuando rememoró la diferencia que viven los misioneros en el contexto del festival. «No nos dejaban entrar donde cocinaban y comían los jinetes, nosotros teníamos que dormir afuera en una carpa, mientras los demás estaban en hoteles. Así es imposible participar, porque dormís y comes mal. No tenemos apoyo, la Secretaría de Cultura no nos ayuda».
Esta acción se está transformando casi en historia común, el poco apoyo a deportistas, investigadores, pero luego cuando con sus propios medios logran sus objetivos, nos vanagloriamos con sus logros. Sino, recordemos lo ocurrido en el último mundial cuando los ciclistas tras obtener la medalla de oro dieron a conocer su historia la que estaba bañada en esfuerzos propios y escaso apoyo.
Así también, los tradicionalistas indignados manifestaban la cantidad de personas que se aprovechan de ellos, de su ingenuidad y bondad, que en eventos especiales cobran entradas, los hacen trabajar, luego se llevan los aplausos y el dinero; mientras los paisanos deben volver a su agrupación sin haber recibido ningún rédito económico, el cual no sería usado más que para fomentar las tradiciones.
Pero pese a todo esto, hay un buen número de personas que luce orgullosa las bombachas, sombreros y poncho celestes y blancos. Y no sólo eso lo inculcan a sus hijos a continuar, a no bajar los brazos, tal como lo dijo «Puchito» Espíndola pocos minutos antes de iniciarse el festival, «dentro de 20 años mi hijo estará en este lugar».
«Puchito» murió cumpliendo un sueño, pero además demostró que pese a las diferencias económicas logró llegar hasta el escenario de Cosquín. Ojala esta historia no se borre tan fácilmente de nuestras memorias, y nos sirva para conocer otra realidad y valorar a estas personas que realizan un gran esfuerzo por participar y representar a la provincia, no importa si no regresan con un trofeo o no obtienen los primeros puestos, apreciemos la intención.
Espíndola fue sólo un participante más en Cosquín. Ningún representante del Festival acompañó al féretro hasta la provincia de Misiones para entregarlo a sus familiares. «Traen un cuerpo, no un trofeo», se quejaban los amigos del joven fallecido, quienes en medio del dolor esperaron la llegada de sus restos en El Arco y la Rotonda de Posadas, luego en caravana viajaron hasta colonia Fracran, donde su mujer y sus hijos aguardaban para darle el último adiós.
Abrazos entre paisanos y demostraciones de mucho dolor, familiares y amigos despidieron ayer los restos del joven jinete.
«El país está de luto, la tradición argentina está de luto más aún Misiones, queremos que la provincia lo despida con honores a este gran jinete, como un gaucho, sencillo, trabajador», dijo Arturo Díaz, integrante de la Federación Gaucha de Misiones.
Además el hombre manifestó que la Federación está «trabajando en la parte legal con Jesús María, queremos una explicación lógica, ver los videos, y que cumpla con lo que le corresponda legalmente a su esposa y sus hijos, que no quede truncada el resto de su vida, que la comisión organizadora responda como debe».
Así también dijo que en los próximos días llamarán a una asamblea, a todas las agrupaciones tradicionalistas. Luego decidirán como continuar con esta tradición y tomar los recaudos necesarios.

Homenaje y retomó la doma
El Festival de Jesús María retomó anoche el campeonato de jineteada, luego de que la doma fuera suspendida el jueves por la muerte del misionero Alfredo Spíndola.
El jueves, fue la primera vez en la historia del Festival en la que el luto tocó la ciudad y la doma se detuvo en honor al jinete fallecido.
Para las 23, cuando las cámaras de televisión inician el festival, se preparó el momento más emotivo del homenaje a Spíndola.
Alrededor del palenque número uno, el de la desgracia, los jinetes reunidos rindieron homenaje al compañero fallecido. Los rostros lo decían todo.
Ni la palabra inútil del maestro de ceremonias, ni el aplauso prolongado del público, ni la oración bienintencionada del cura, ni el clarín tocando a silencio. Los jinetes sentían una muerte que sabían podría haber sido la de cualquiera de ellos, con rabia y dolor.
El llanto desconsolado del único jinete de Misiones que quedó en Jesús María era la imagen de ese ánimo.
Muchos coincidieron en que lo que le pasó a Alfredo Spíndola fue una tragedia y que el campeonato de jineteada debe continuar. «Si dejamos de montar acá, mañana vamos a estar montando en otro lado, con el mismo peligro. Este es nuestro trabajo», comentó Rodrigo Díaz, jinete mendocino.

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