El Bar Español cumplió 50 años y está más renovado que nunca

Cuando abrió sus puertas, allá por 1958, cambió para siempre el perfil urbano del centro de la ciudad. El español Darío Cebolla Bueno, quien montó el local junto a Guillermo Coll, recuerda su inauguración.

Así se lo ve al Bar Español. Lugar de charlas sobre temas cotidianos; políticos, intelectuales, artistas, periodistas, comerciantes, enamorados, viejos amigos, familias que almuerzan o cenan; jóvenes que desayunan luego de una noche de boliche y a media mañana, el cafecito que trae un respiro entre las diligencias diarias, el lugar ideal para el encuentro.


Cincuenta años de cambios, altibajos, alegrías, tristezas, nostalgias, recuerdos, personajes que perduran a lo largo de cuatro generaciones. Pero el bar sigue en pie y más renovado que nunca.


Hace cinco años, Cristian Orué Manfredini se puso al frente del local tras haber adquirido el fondo de comercio. Con muchas expectativas asumió la responsabilidad y el compromiso de seguir con el bar, hito que comprende la historia y la cultura posadeña. «Fue un relanzamiento, al comenzar tuve una doble presión, la gente se mostraba expectante porque en ese momento tenía 26 años y debía llevar adelante el negocio del bar. Eso chocaba, alguien tan joven al frente de un negocio y encima uno como el Bar Español, que es un espacio cargado de historia».


El Bar Español funciona también como restaurante, ofreciendo una mayor diversificación de productos, elaboración de comidas en el acto. «Tenemos en cuenta hasta el mínimo detalle porque queremos que la gente pueda desayunar, almorzar, merendar y cenar en el bar, es por ello que capacitamos al personal, contratamos personal más joven, mantenemos los antiguos ya que su experiencia aporta ideas importantes y que hacen que el bar funcione. La limpieza y manutención es fundamental para nosotros», indicó Orué.


Respecto a la estrategia para hacer resurgir al tradicional punto de encuentro, el joven emprendedor explicó que «apuntamos a captar clientes, necesitábamos levantar el negocio, entonces ‘jugamos’ con el nombre que está instalado, posicionado en la sociedad, tiene trayectoria, su historia, el bar es un clásico. Todos los objetivos planificados vienen saliendo bien, considero que voy por el rumbo que quería».


El negocio conserva a cinco miembros del personal más antiguo, tres cocineros y dos mozos e incorporó a trece nuevos empleados.


El empresario destacó que el Español, tiene un puñado de historia en cada rincón, factor que resultó decisivo para definir la inversión. «Generamos un intercambio de personas muy importante, hoy se puede ver jóvenes que vienen a tomar su desayuno o su merienda hasta los adultos mayores que leen el diario y toman su clásico café, se amplió mucho el target respecto a otras épocas», dijo el dueño del bar.

Un poco de historia


Los trabajos para dar forma al Bar Español comenzaron en 1957, junto a otros emprendimientos que comenzaban a cambiarle la cara a Posadas. Entre calles de tierra, veredas con frondosos árboles, en calle Bolívar al 2085 el bar nació como una de las novedades de la época, abierto formalmente al público en enero de 1958, con cafeteras italianas que elaboraban crema y café, una tostadora que hacía los carlitos. Fue el primer bar en imponer el pan de miga tostado; licuados para el desayuno o la merienda y otras propuestas como sándwiches, medialunas saladas y dulces entre otras. «No había nada de eso en Posadas, todo empezó ahí, en el Bar Español, era todo moderno, muy novedoso para Posadas que recién comenzaba a crecer», recordó con nostalgia uno de los fundadores del Bar Español.


Dos paisanos españoles muy jóvenes que emigraron a la Argentina, de oficio viajantes pero con grandes sueños y expectativas ante las oportunidades y emprendimientos que podrían generar en estas tierras vírgenes, encontraron en Misiones su lugar.


Después de viajar y viajar Darío Cebolla Bueno, quien nació entre montañas en el pueblo de Calmarza, provincia de Zaragoza, España; decidió instalarse en Posadas para emprender una nueva vida, además del verde paisaje lo atrapó el amor hacia María Clemencia Badie, una misionera muy bonita de descendencia francesa, con quien se casó en la capilla San Roque cuando todavía era de tablas.


Tuvieron dos hijos Marilyn y Darío, «y que le vas a hacer, nosotros estábamos dispuestos a todo, cuando llegamos comenzamos a trabajar como viajantes hasta que un día encontré en Misiones a la que más tarde fue mi mujer. Era muy hermosa, de los más elegante, siempre tan delicada y atenta, hasta fue reina», relató con inconfundible acento castizo Cebolla Bueno.


Por aquel entonces algo había que hacer, Darío y su amigo Guillermo Coll, nacido en Islas Baleares, Mallorca, compraron el local y casa de familia de la calle Bolívar a Becalel Zukurman, de origen judío polaco.


Había que hacer varias reformas, la calle Bolívar era más baja que las veredas, por lo tanto las casas estaban altas y había escalones. «Había que bajar los pisos y cambiar el cielorraso porque era de arpillera pintada con alquitrán, hicimos todo nuevo», comentó Darío.


«Las calles eran todas de tierra en esa época, solo la Colón estaba asfaltada, y ahí se hacía la vuelta del perro, hasta más o menos las ocho de la noche y ahí la gente iba al bar. Desde San Lorenzo pasando por Ayacucho tenía la vereda toda para el bar Español, había árboles, en ellos poníamos faroles de petromax y trabajábamos, porque de seis de la tarde a nueve se cortaba la luz siempre.»


En aquel momento no había gas en Posadas, entonces se usaba querosén, «teníamos que tener mucho cuidado».


«El hielo íbamos a buscar a Armellín, que era la fábrica de barras, de ahí traíamos los hielos y guardábamos en un depósito especial para eso», recuerda Darío Bueno, uno de los fundadores.


Se trabajaba mucho, porque el bar era la novedad y como la gente no tenía a donde ir, se llenaba a la mañana y a la noche. Por la mañana, a las 5.30 el bar ya estaba abierto», cuenta Darío.


Apostaron al bar, creció, se posicionó y alguno de los clientes que asisten hoy al bar son los nietos, o bisnietos de los que antes eran clientes asiduos del bar Español. «Me pareció que faltaba un bar, estaba el Cine Español en pleno apogeo, allí había un movimiento bárbaro, pero enfrente no había nada», señaló Darío.


«Estuve en el negocio por 40 años, seriedad, esfuerzo, constancia eran mi fuerte, luego me retiré, porque creo que hay que saber retirarse», sostuvo Cebolla Bueno.


El slogan duró 40 años, en transmisiones radiales de fútbol, ciclismo o boxeo se escuchaba «café, café Bar Español». Por todos lados aparecía el nombre del bar, comentó Darío Cebolla Bueno. «Gente que llegaba de Buenos Aires o Córdoba conocía el bar por haber escuchado de algún lado el característico jingle radial», aseguró el aragonés.

Años de trabajo


Francisco Cáceres, el mozo más antiguo del Bar Español, comenzó a trabajar allí en 1965, a los 22 años de edad sin interrupción alguna. «El bar me dio todo, hice mi casa, formé mi familia y siempre la mantuve con el trabajo del bar. Conocí gente, artistas, políticos y fui muy amigo de Mandové Pedrozo. Él fue mozo cuando recién comenzaba el bar, fue un gran personaje, bohemio, solitario, si uno no le entendía, el compartía muy poco su vida con otra persona y si lo escuchabas era muy compañero y amigo, a mi me paso muchas cosas con Mandové el ultimo tiempo le cuidaba mucho, me contaba sus cosas, le acompañaba al medico, nos apreciábamos mucho», comentó.


Francisco Cáceres relató que «hoy mejoró mucho el bar, es totalmente diferente de lo que fue. Cambió la presentación, mejoró todo lo visual, se agregaron nuevos menús, entre otras cosas.


Hoy estoy atendiendo a la cuarta generación, de los viejos clientes ya son pocos los que vienen, en algunos casos vienen ya los nietos o bisnietos, a veces me preguntan: y vos Francisco ¿todavía acá, te acordás de mi? soy el nieto de fulano o el hijo de mengano, te saludan bien, con un abrazo y eso te marca porque te sorprende», relató el mozo.

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