La historia de las dos veces que estuvo a pocos kilómetros de Misiones

Millones de fieles católicos rezan en todo el mundo por Juan Pablo II, mientras un millar de personas permanece de madrugada en la plaza de San Pedro de Roma a la espera de nuevas noticias. El último parte médico señala que el estado de salud del Papa «se ha agravado aún más».

Durante los 26 años de su largo pontificado, Juan Pablo II demostró en numerosas oportunidades un afecto especial hacia la Argentina, país que visitó en dos oportunidades, la primera los días 11 y 12 de junio de 1982 con motivo de la guerra de las Malvinas, y la segunda, del 6 al 12 de abril de 1987, en cuya ocasión visitó las ciudades de Bahía Blanca, Viedma, Mendoza, Córdoba, San Miguel de Tucumán, Salta, Corrientes, Paraná y Rosario.

Pero sin dudas, la posibilidad de verlo de cerca ocurrió en 1988, cuando estuvo a solo kilómetros de la ciudad de Encarnación y miles de misioneros y feligreses de toda la región utilizaron la estructura del puente que une a Posadas con Encarnación que todavía no había sido inaugurada para estar presentes durante su visita. Fue un año antes de la caída del dictador Alfredo Stroessner, quien intentó impedir -sin suerte- que el Sumo Pontífice se reuniera con entidades sociales y católicas que se oponían a su régimen.

La tradición existente en la Argentina de un Congreso Eucarístico decenal lo trajo a Corrientes en 1987. Fue la tercera vez en 400 años que la talla original de la Vírgen de Itatí dejó el altar de la basílica. Bajo una torrencial lluvia fue recibido y saludado por el arzobispo de Corrientes, monseñor Antonio Rossi.

Para los 100.000 fieles que participaban era como si resplandeciese el sol, permanecieron quietos, en sus sitios, rezando con el Pontífice, sin preocuparse del auténtico río de agua que caía sobre sus cabezas. Fue un gran testimonio de fe y de amor. La misa concelebrada con los obispos del Nordeste Argentino estuvo dedicada al tema «La religiosidad popular y la piedad mariana en la nueva evangelización». Carmelo Juan Giaquinta, quien ayer presentó su renuncia como obispo de Resistencia, era por entonces Obispo de Posadas y Joaquín Piña y Batllevel ya ejercía el Obispado de Iguazú.

La mayor concentración

En la ciudad de Buenos Aires participó en concentraciones realizadas en el estadio de Vélez Sarsfield, en la catedral ucrania, en el Mercado Central, en el Luna Park con la colectividad polaca, nuevamente en el Luna Park con los empresarios, y en el Teatro Colón con el mundo de la cultura.
Finalmente, presidió en la avenida Nueve de Julio la mayor concentración de que se tenga memoria en la Argentina, con motivo de la primera Jornada Mundial de la Juentud, en la que participaron un millón de personas, la mayoría jóvenes. Además de su presencia y su palabra en nuestro país, Juan Pablo II se refirió a la Argentina en el rezo del Ángelus, con motivo del Tratado de Paz y Amistad entre la Argentina y Chile, en ocasión de las visitas «ad limina» de los años 1979, 1984, 1989, 1991, 1995 y 2002. La Argentina estuvo también en la palabra de Juan Pablo II en oportunidad de las dos visitas del Presidente Menem (octubre de 1990 y diciembre de 1993), y con motivo de la presentación de las cartas credenciales de los embajadores argentinos ante la Santa Sede: Francisco E. Trusso (1992), Esteban Juan Caselli (1997), Vicente Espeche Gil (2000) y Carlos Custer (2004). Juan Pablo II creó tres cardenales argentinos (Antonio Quarracino, Jorge Mario Bergoglio y Jorge María Mejía); erigió 9 nuevas diócesis, entre las cuales el Obispado Castrense, una Prelatura (Deán Funes), dos eparquías (Armenia y Maronita) y el exarcado greco-melquita, designó a 95 nuevos obispos, y finalmente canonizó al primer santo nacido en la Argentina: San Héctor Valdivielso, y beatificó a los primeros beatos argentinos: Laura Vicuña, Nazaria Ignacia March Mesa, Artémides Zatti, Tránsito Cabanillas y María Ludovica de Angelis.

Dos oportunidades

El Obispo de Posadas, Juan Rubén Martínez estuvo en dos ocasiones junto al Papa Juan Pablo II.
«Tuve dos oportunidades de estar junto a él. Cuando me nombró sucesor de los apóstoles de la Diócesis de Reconquista en el 94 y en el 2001, cuando me pidió que asuma la Diócesis de Posadas», relató el prelado.
«En todas las misas pedimos por él, pediremos por él en esta ocasión especial, y lo vivimos en oración y en la certeza de que ha sido un hombre que ha vivido con compromiso su vida y cuando Dios lo disponga estará dispuesto para dar este paso para el encuentro definitivo con nuestro padre Dios», reflexionó.
El primer obispo de Puerto Iguazú es el actual, Monseñor Joaquín Piña Batllevell, jesuita, elegido por Juan Pablo II el mismo día de la creación de la diócesis, 16 de julio de 1986: recibió la ordenación episcopal y tomó posesión de su sede el 16 de agosto de 1986.

La memoria en Encarnación

En momentos en que la angustia crece en el mundo por el deterioro de la vida del Papa Juan Pablo II, en la comunidad encarnacena se acrecienta el recuerdo de aquella histórica visita que el Sumo Pontífice realizó a Encarnación, el 18 de mayo de 1988, en el día que Juan Pablo cumplía un año más.
Los días no se habían presentado muy propicios a raíz de la inestabilidad del tiempo. No obstante, el Parque Municipal de Quiteria, donde se montó el escenario, resultó pequeño para albergar a la cantidad de fieles que llegaron desde todos los puntos del país y desde Misiones y Corrientes, pese a que en ese entonces no aún no se encontraba habilitado el puente San Roque González.
La visita de Juan Pablo a Paraguay se producía cuando más arreciaba la dictadura de Alfredo Stroeesner, pero la presencia de su Santidad hizo que ese temor imperante se disipara y cuando menos ese día, el pueblo del sur del país pareció sentirse liberado y vio alentada sus secretas esperanzas por el devenir de la democracia. En efecto, ya por entonces algunos sectores políticos ya estaban haciendo sentir sus voces después de 30 años y cada vez más crecía la efervescencia, pese a algunas fuertes represiones que sufrían sectores jóvenes de la ciudadanía paraguaya. El mensaje del Santo Padre fue meduloso, pero a la vez meticuloso. En ningún momento dirigió críticas a la dictadura, pero sí enfatizó reiteradamente la necesidad de vivir en un estado de derecho, con respeto y tolerancia. Ese mensaje pronunciado en Quiteria dejó una huella profunda que habría de germinar en mayores deseos de libertad. Nunca se mencionó abiertamente, pero el pueblo no dejó de asociar aquella visita del Papa con el cambio en la vida política del país cuando el 3 de febrero del año siguiente un golpe de estado alejó del poder a una de las más temidas dictaduras de América. Frente al escenario donde Juan Pablo dirigió su mensaje se había erigido una enorme cruz de rollo natural y fue el testigo del emotivo momento cuando el Papa, luego de su mensaje, saludó con las manos en alto, y ante la sorpresa de todos pronunció en casi perfecto guaraní «rohayhu Paraguay».
Esa cruz se encuentra actualmente frente a la Iglesia Catedral de Encarnación.

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