La situación de los acusados por el asesinato de Iriarte se complica

Sólo quedan dos testimoniales más y el Tribunal pasará a los alegatos el próximo martes. Las contradicciones de algunos testigos no dejan de complicar la situación de los tres procesados y detenidos. [su_note note_color=»#cdcdcd»]La quinta jornada del juicio que se le sigue a Carlos "Carretilla" Lezcano, José "El rengo" Ríos y Victoriano Ponce por la muerte de Iriarte, no aportó datos relevantes para el esclarecimiento del hecho que ocurrió hace seis años y nueve meses.[/su_note][su_note note_color=»#cdcdcd»]“Fue todo cuestión de segundos, los camilleros lo llevaban y yo aproveché para preguntarle qué había pasado. Solamente dijo “José” entre palabras entrecortadas”, explicó el testigo.[/su_note]Más de una docena de testigos desfilaron ayer por el frío salón donde se lleva adelante el juicio oral y público por el asesinato del médico Carlos Iriarte. En esta quinta jornada de la última etapa del proceso, la defensa de los tres procesados y detenidos se volvió a ver complicada por las contradictorias declaraciones testimoniales que prestaron algunos de los testigos.

La primer sorpresa de la jornada la dio Claudio Daniel Batista, un preso que cuenta con barios procesos penales por diferentes causas. Cuando se inició la investigación del crimen, el testigo había aportado datos que fueron sustanciales para la etapa instructora del proceso.

Pero ayer, Batista negó ante el Tribunal Penal gran parte de las declaraciones que había dado en su momento ante la ex jueza del Civil y Comercial Nº 1, Graciela Salvado de Sotelo. En aquel momento, por subrogación como consecuencia de una serie de recusaciones había quedado al frente de la causa.

En la declaración que dio en ese momento, y que ayer negó, había dicho que Raúl Victoriano «Sapo» Ponce, uno de los procesados por el crimen del médico, trabajaba con dos policías para cometer robos y solía tener un revolver calibre 22. También había declarado que José «Rengo» Ríos, otro de los sindicados por el asesinato, tenía una 32 que utilizaba para apretar a los que salían de jugar en el casino.

Batista, aseguró que jamás prestó declaración en la causa por el asesinato del médico y que la firma que constaba en el expediente no era la de él. Ante las incesantes preguntas de los integrantes del Tribunal y de la fiscal Liliana Picazo, el testigo sólo esgrimía que no recordaba nada. También dijo que él no sabía leer.

Fue cuando ni lenta ni perezosa, la abogada Roxana Palombo, defensora del ex policía y uno de los principales sospechosos del crimen, Carlos Alberto «Carretilla» Lezcano, pidió que constara en acta que Batista no sabe leer ni escribir. Además pidió que se considere nula la declaración que había dado el testigo y que constaba en el expediente.

Por su parte, la fiscalía solicitó que se realice una pericia sobre la firma que consta en la declaración de Batista y que el juzgado de Instrucción de turno realice una investigación al respecto. Los integrantes del tribunal no se mostraron muy satisfechos con lo requerido por la fiscal ni por la defensa de Lezcano, y se encargaron de intentar demostrar que el testigo mentía.

Según dijo Batista ante el tribunal, la esposa de José «Rengo» Ríos le había dicho que declare y diga que el sospechoso en la noche del crimen se encontraba jugando al pool con él. Pero media hora después, como una especie de mitómano lo negó. Fue allí cuando el presidente del tribunal pidió que se retire.

Una investigación paralela

Otra de las declaraciones que no hizo más que embarrar la cancha fue la del el ex comisario inspector Rubén Pérez, cuñado de Lezcano, quien llevó adelante una investigación considerada «paralela» por algunos jefes policiales.

Pérez, durante su declaración se encargó de cargar tinta en contra de el «Rengo» Ríos. El ex comisario aseguró que fue el juez de Instrucción Nº 3, Eduardo D´Orsaneo, quien le solicitó que investigue el crimen de Iriarte por su «trayectoria» y «cercanía» a Lezcano.

Según relató Pérez, el 27 de marzo de 1989 el sargento Lezcano le aportó un dato sobre un «rengo». «Y después establecimos que era José Ríos y se lo comuniqué al juez D´Orsaneo», explicó con seguridad.

El ex comisario, intentando demostrar que fue parte de la investigación y que no hubo un trabajó en forma paralela, apuntó que fue testigo de los posteriores allanamientos que se realizaron en la casa de Lezcano y de otros parientes.

Fue el «flaco patiño», uno de los tantos nombres mencionados en el gigantesco expediente, quien le habría a Pérez que «el «rengo» Ríos le había pegado cuatro tiros a una persona». Así lo contó el ex comisario. También agregó que fue «Patiño» quien le prestó el arma a Ríos y después se la devolvió sin balas.

El testigo remarcó con énfasis que durante la investigación que él llevó adelante, se haya encontrado algún tipo de relación entre Ponce y su cuñado Lezcano.

Uno de los puntos que llamó la atención de los integrantes del tribunal es que Ríos aseguró que jamás vio el identikit de Lezcano, a pesar que aseveró que él formaba parte de la investigación. El identikit de «carretilla» fue realizado en base al relato de la única testigo ocular del crimen, Elina Linek.

«Los medios hablaron de una investigación paralela, yo trabajé en la investigación era mi obligación», subrayó el ex comisario tantas veces le fue posible. Sin embargo, antes de finalizar su declaración, reconoció que fue sancionado por el director del la Policía con ocho días de apercibimiento por su participación en la investigación. «Yo no fui apartado de la fuerza por esta causa», aclaró.

«no tenía que participar de la investigación»

Fue el ex comisario general Francisco Prochasko, quien se desempeñaba en aquella época como director general de Seguridad de la Policía, el encargado de desmentir las declaraciones de Pérez. «La investigación se centralizó únicamente en la seccional segunda y no en la tercera», disparó.

Claro, Pérez había llevado a los detenidos que él consideraba que podían aportar datos a la causa a la seccional tercera. Prochasko fue más lejos aún cuando afirmó que por orden del Jefe de la Policía y la sugerencia del juez D´Orsaneo, Pérez «no tenía que participar de la investigación».

El ex director general de Seguridad de la Policía, dijo que fue él mismo quien le ordenó a su subalterno que se aparte de la investigación de la causa por ordenes directas de la superioridad de la fuerza.

Desestimando aún más la declaración que dio Pérez ente el tribunal, Prochasko agregó que el juez a cargo de la investigación lo había llamado por teléfono para saber si él tenía conocimiento de las detenciones que había realizado el ex comisario inspector. Después del incidente, a Pérez se le instruyó una investigación administrativa por su proceder.

La primer pista

Habían pasado 11 minutos de las dos de la tarde cuando ingresó el último testigo de la jornada para prestar declaración ante el Tribunal Penal Nº 2, presidido por Roque Martín González, e integrado por los camaristas Alfredo Rafael Escribano y Juan Enrique Calvo.

Fue el turno de el oficial Monjes, quien contó con lujo de detalle lo que sucedió cuado se encontraba de turno en la jefatura de la policía en la madrugada del brutal crimen. El testigo relató que llegó a la clínica donde fue atendido Iriarte minutos antes de su muerte.

«Fue todo cuestión de segundos, los camilleros lo llevaban y yo aproveché para preguntarle qué había pasado. Solamente dijo «José» entre palabras entrecortadas», explicó el testigo.

Las defensas de los tres acusados del asesinato del médico insistieron en preguntarle a Monjes si lo que había oído salir de la boca del convaleciente Irriarte era la palabra «José». «Sí estoy seguro que dijo José, y no otra cosa», afirmó.

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