Salud Pública intervino en el basural ante el incumplimiento normativo en el que incurre la Municipalidad

Tras la denuncia de este medio, personal del Ministerio se desplazó al basural de Santo Tomás. Aunque se hace una recolección diferenciada, los residuos patológicos terminan mezclándose con los comunes y no reciben el enterramiento sanitario. El Ministerio considera que «es de absoluta responsabilidad de la Municipalidad», pero si no actúa ofrecen la colaboración de Saneamiento Ambiental. «El tema de los residuos patológicos es competencia de la Municipalidad de Posadas, en cuanto a calidad de vida y controles bromotalógicos. Hasta donde sabíamos es una obligación que la Municipalidad estaba cumpliendo, no se si satisfactoriamente pero hasta aquí sin conflicto, y evidentemente notamos que puede haber algún tipo de problemas con este tipo de residuos», afirmó esta mañana el subsecretario de Salud, Mario Esper, tras una nota publicada ayer por Misiones On Line. Aunque una ordenanza del año 96 determina que los residuos patológicos deben recolectarse de manera diferenciada para recibir después un enterramiento sanitario en el basural de Santo Tomás, este medio pudo constatar que esto no se cumple. Un camión diferenciado por su color rojo transporta estos desechos de sanatorios y centros de salud, pero al llegar al destino definitivo terminan mezclándose con la basura común y ardiendo en llamas. El Ministerio de Salud confirmó hoy la gravedad de estos hechos, de los que afirman que no tenían noticias hasta ahora, por la propagación de enfermedades o daños en el medio ambiente que esta práctica de vieja data pueda ocasionar. Por eso, esta mañana un equipo del Ministerio se desplazó ya al lugar para interiorizarse en la situación y comenzar algunos trabajos. Además, Esper, que insistió en que esto es competencia de la Municipalidad, dijo que «Salud Pública ofrece sus servicios a la Municipalidad para apoyar en los trabajos de manera voluntaria a través de Saneamiento Ambiental». UNA ORDENANZA CLARA E INCUMPLIDA La ordenanza, aprobada en el año 96, es clara. Se debe establecer una recolección diferenciada de estos residuos, y garantizar una determinada disposición final en el basural. Hasta que esté terminada la planta de tratamiento, esta disposición es el relleno sanitario, que consiste en un enterramiento aplicando cal viva. Sin embargo, los propios empleados municipales que a diario transportan esos residuos admiten que nunca se hace. «Es veneno que estamos lanzando al aire» fue la resignada afirmación de uno de los empleados municipales que a diario trasladan los residuos patológicos hasta el basural de Santo Tomás, en las afueras de Posadas. Mientras hacía descender los desechos de hospitales y centros de salud de la ciudad del rojo camión que los llevó hasta allí, mezclándolos con la basura común, comentó con cierta ingenuidad que «esto no es lo que se debe hacer». Agujas, sueros, gasas impregnadas de sangre y todo tipo de material que ha estado en contacto directo con las más variadas enfermedades termina ardiendo en llamas junto con la basura común. «Es veneno que estamos lanzando al aire», fue un paciente reflejo de la realidad, minutos antes de que la montaña de basura comenzara a arder. UNA FACHADA FORMAL Cada día, un camión diferente al resto recorre el largo camino hasta el basural de Santo Tomás. Diferente por su color rojo, diferente por las bolsas rojas que porta, diferente por la peligrosidad de las sustancias que lleva en su interior. Todo un sistema se diseñó para estos residuos, pero sólo se cumple la parte formal. Lo que se puede ver es una correcta diferenciación de residuos, hospitales que introducen las sustancias de riesgo en un llamativo rojo, y un camión que las recoge solícitamente, y que pueden aportar una sensación de tranquilidad. Pero lo que no se puede ver es lo que sucede al llegar al basural. De poco sirve todo el proceso previo, y sólo los empleados municipales que manejan el camión y los seis cirujas que viven allí pueden ver el último acto. Cualquier lugar es bueno para las bolsas rojas que con tanto esmero se diferenciaron. Al llegar a su disposición final, estos residuos deberían encontrar zanjas donde ser volcados y posteriormente enterrados, pero todo lo que encuentran es una jauría de perros y chanchos dispuestos a codearse con la enfermedad, y posteriormente el calor del fuego en el que se consumen, no sin dejar alguna huella delatora en el basural, y sobre todo en el aire. Un «veneno» que podría llegar a provocar cáncer, lo que sucede también con los plásticos quemados, y propagar cualquier otro tipo de enfermedad, además de dejar consecuencias irreparables en el ambiente.

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