La recolección diferenciada de residuos patológicos sólo enmascara la peligrosa realidad que se concreta en el basural

Una ordenanza del 96 establece que deben someterse a un enterramiento sanitario, pero en su disposición final se tratan igual que la basura domiciliaria. Aunque la planta de tratamiento que debe inaugurarse pondrá fin a este viejo problema, de momento el riesgo de propagación de enfermedades y daños al medio ambiente continúa. «Es veneno que estamos lanzando al aire» fue la resignada afirmación de uno de los empleados municipales que a diario trasladan los residuos patológicos hasta el basural de Santo Tomás, en las afueras de Posadas. Mientras hacía descender los desechos de hospitales y centros de salud de la ciudad del rojo camión que los llevó hasta allí, mezclándolos con la basura común, comentó con cierta ingenuidad que «esto no es lo que se debe hacer». La ordenanza, aprobada en el año 96, es clara. Se debe establecer una recolección diferenciada de estos residuos, y garantizar una determinada disposición final en el basural. Hasta que esté terminada la planta de tratamiento, esta disposición es el relleno sanitario, que consiste en un enterramiento aplicando cal viva. Sin embargo, los propios empleados municipales que a diario transportan esos residuos admiten que «nunca se hace». Lo que sí se hace es lo que nunca se debería hacer. Agujas, sueros, gasas impregnadas de sangre y todo tipo de material que ha estado en contacto directo con las más variadas enfermedades termina ardiendo en llamas junto con la basura común. «Es veneno que estamos lanzando al aire», fue un paciente reflejo de la realidad, minutos antes de que la montaña de basura comenzara a arder. UNA FACHADA FORMAL Cada día, un camión diferente al resto recorre el largo camino hasta el basural de Santo Tomás. Diferente por su color rojo, diferente por las bolsas rojas que porta, diferente por la peligrosidad de las sustancias que lleva en su interior. Todo un sistema se diseñó para estos residuos, pero sólo se cumple la parte formal. Lo que se puede ver es una correcta diferenciación de residuos, hospitales que introducen las sustancias de riesgo en un llamativo rojo, y un camión que las recoge solícitamente, y que pueden aportar una sensación de tranquilidad. Pero lo que no se puede ver es lo que sucede al llegar al basural. De poco sirve todo el proceso previo, y sólo los empleados municipales que manejan el camión y los seis cirujas que viven allí pueden ver el último acto. Cualquier lugar es bueno para las bolsas rojas que con tanto esmero se diferenciaron. Al llegar a su disposición final, estos residuos deberían encontrar zanjas donde ser volcados y posteriormente enterrados, pero todo lo que encuentran es una jauría de perros y chanchos dispuestos a codearse con la enfermedad, y posteriormente el calor del fuego en el que se consumen, no sin dejar alguna huella delatora en el basural, y sobre todo en el aire. Un «veneno» que podría llegar a provocar cáncer, lo que sucede también con los plásticos quemados, y propagar cualquier otro tipo de enfermedad, además de dejar consecuencias irreparables en el ambiente. PENDIENTES DE FACHINAL «La justificación de la Municipalidad es que ya está definida la licitación para la planta de tratamiento de residuos, que pondrá fin a esta situación», y que se está construyendo en Fachinal, afirmó desde el bloque de la Alianza del Concejo Deliberante Cecilia Nevot. En su día, la edil exigió a la anterior gestión de la Municipalidad, a cargo de ahora gobernador Carlos Rovira, el cumplimiento de la ordenanza vigente. «Si no se hizo nada hace dos años, menos se va a hacer ahora», se resignó admitiendo que «no seguimos dando batalla». Y es que este peligroso incumplimento de las normas no es algo nuevo. Sólo en el 96 se empezó a regular el tratamiento de residuos patológicos, pero los propios empleados municipales que a diario los trasladan explican que «se cumplía en los primeros tiempos nomás». El trabajo añadido que supone cavar las zanjas y completar el enterramiento, proceso que se dificulta además con la lluvia, no se realiza, y a pocos meses de que se inaugure la planta de tratamiento menos aún. «El Municipio se lavó las manos. Si nunca nos dieron bolilla ahora menos», insistió Nevot. «Una vez que se completó la licitación de la basura terminó nuestra competencia». Ahora, y pese a que el problema podría solucionarse a principios del año próximo, el riesgo permanece y los daños ambientales siguen ocasionándose. Nadie se acerca a un alejado basural, donde cada noche el rojo camión no falla a su cita. Los únicos que lo esperan, por tener algo que esperar en medio de la nada, son los escasos cirujas que permanecen aún en el lugar, acompañados sólo de animales y desechos de los que extraen algo que vender y algo con lo que vivir. «Parece que hoy se retrasa el patológico» es su compás de paciente espera. Después, llamas y una nueva búsqueda entre las cenizas, aunque sean de residuos de una alta peligrosidad.

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